César Ramírez
@caralvasalvador
Se trata de un trabajo en equipo interdisciplinario, formado por antropólogos, sociólogos, psicólogos, psiquiatras, filósofos, abogados, historiadores etc., que contribuyan a la (re) educación de cientos de jóvenes que deseen abandonar las pandillas, que deseen incorporarse a la vida productiva. El tratamiento cultural de estas personas al abandonar su vida delictiva debe ser integral, por ello el plan “Yo cambio” y los modelos productivos del gobierno anterior no deben abandonarse, deben expandirse.
La generación de las pandillas data de los años noventa, las cuales en su mayoría fueron deportados de Estados Unidos, ellos se forjaron allá, se educaron allá, aprendieron sus métodos criminales allá, pero han pasado casi treinta años de su llegada, entonces observamos una tercera generación de personas con ese modelo (de)formativo; ahora su núcleo familiar está formado por abuelos, padres e hijos sanguíneos orientados al mal; si el padre o abuelo guarda prisión, el esquema no termina con la sentencia cumplida, puesto que el nexo de parentesco continua, la extensión del modelo preventivo debe entonces incluir a las tres generaciones nucleares, de otra forma no podrá solucionarse únicamente con la prisión si el contexto de la organización continúa inalterable. Más ahora que el gobierno norteamericano anuncia deportaciones masivas de emigrantes ilegales y ¡legales! (Green Card)… entonces repetiremos la historia.
La represión tiene claros efectos mediáticos, recordemos que el núcleo familiar del delincuente en prisión o herido continua vigente, para esas familias (o asociaciones sanguíneas) el mal reside en el Estado, el mal proviene de su exclusión, de su falta de oportunidades etc. si esta condición no se advierte, la represión y control policial terminará como las anteriores.
Recuerdo que durante la guerra se habló del “cambio social”, teníamos guerra, una sociedad dividida, intervención militar, ideología, un entorno con historia nacional viciado, estructuras sociales fragmentadas (padres desaparecidos, huérfanos, viudas, hogares disfuncionales, ausencia de instituciones, exiliados, refugiados, territorios de guerra (reales y virtuales)… el Acuerdo de Paz instauró un cambio social y cultural que ha desembocado en un nuevo gobierno a partir del 1 de junio de 2019. Es tiempo de impulsar o al menos comprender que el “cambio cultural” de las estructuras delictivas debe incluir un modelo de reinserción en todos los niveles humanistas, productivos, educativos.
Durante décadas hemos vivido bajo sistemas represivos, sabemos el daño que ello provoca y sus reacciones, el cambio cultural también debe ser parte de la seguridad nacional.
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