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siglo xxi

  • Incertidumbre del siglo XXI

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    Caralvá

     

     

     

    Nuestra historia no es un remanso de paz desde el siglo XX, ha sido por el contrario una lucha continua de violencia institucional en coalición con otras violencias menos visibles pero igual de efectivas: la justicia, las religiones, la cultura etc. que han determinado los campos del imaginario y la realidad salvadoreña en prisiones virtuales.

     

    La certidumbre de vivir en paz inaugurada a partir de 1992 inicia un camino desconocido por muchas generaciones, pero es hasta el año 2009 que la certeza de la continuidad democrática entra en riesgo, puesto que los antiguos poderes impulsan sendas campañas de “incertidumbre” sobre todo lo construido en este breve tiempo, poco falta para invocar los antiguos métodos del siglo XX para resolver y volver al pasado.

     

    Hemos vivido en prisiones virtuales por mucho tiempo, tanto que no las reconocemos, ejemplo de algunas: “el dinero lo puede todo”, “seréis felices en la otra vida”, “todos somos iguales ante la ley”, “representamos al pueblo”… etc., si realizamos el ejercicio liberador de distinguir a personas y no a relaciones sociales de producción, nos encontramos con una nación postrada en la miseria, abandonada en muchas áreas, las personas no pueden salir de su nivel de vida porque el modelo que vivimos es injusto, se pronuncia la desigualdad con cada salvadoreño que no tiene una vivienda digna, pero desde la óptica social esta situación parece lo más normal del mundo… es extraño.

     

    La confianza en el modelo político al igual que la democracia debe construirse palmo a palmo por los ciudadanos, esta certidumbre de los sectores más vulnerables significa en pocas palabras brindarles servicios, trabajo, salud, educación, etc. lo cual es visible en obras, campañas, nivel escolar etc.

     

    Las prisiones virtuales del imaginario salvadoreño deben eliminarse, con las realidades de nuestra sociedad, estas prisiones deben derrotarse una por una, por ejemplo: la pobreza de nuestra nación no es posible erradicarla en pocos años, solo bajo una firme y decidida inversión social de al menos varias administraciones honradas; la corrupción es un modelo cultural no una acción individual, la corrupción existe en la esencia del capitalismo, porque ese “ganar-ganar” implica el negocio donde el perdedor es el Estado, en otras el fraude social o la estafa política, de tal manera que cambiar la cultura de engaño, respetar las reglas, cumplir las leyes casi es re-educar a todos los niños en el básico: “no mentirás” lo cual es una utopía; el narcotráfico es un fenómeno de importación transnacional con tantos recursos que poco podemos hacer sin ayuda internacional, pero México y Colombia son ejemplos a seguir… a pesar de todo;  la educación no está funcionando adecuadamente, ¿qué clase de ciudadanos esperamos los siguientes 20 años?, se les enseña a tolerar la diferencia, a respetar las opiniones contrarias, a organizarse en la defensa de sus propias vidas ante el peligros del crimen organizado;  las niñas son el sector más vulnerable de la sociedad, hacia ellas deben orientarse los mejores esfuerzos para alentarles a terminar su educación básica y superior.

     

    Eliminar la incertidumbre no es patrimonio del  Gobierno, también corresponde a los sectores empresariales, trabajadores, profesionales, etc. ellos también son parte de la solución, pero desafortunadamente esta acción cultural no ha existido nunca, se considera que le corresponde a otros, así  al final de la cadena nadie es responsable.

     

    Quizás la solución se inicie por reconocer nuestros límites, iniciando el acto liberador de abandonar las ideas de soluciones fáciles, no hay soluciones fáciles, solo largos años de trabajo.

     

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  • La felicidad del siglo XXI

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    La felicidad del siglo XXI

     

     

     

    Caralvá

     

     

     

    La felicidad… ¿Qué palabra es esa?. Felicidad es sinónimo de: “satisfacción, agrado, alegría, júbilo, placer, gusto, delicia, contento, euforia, éxtasis, placidez, optimismo, bienestar, fortuna, suerte, auge, su antónimo: desgracia, desencanto, fracaso.”

     

    En cierto modo asusta hasta los más ortodoxos, se supone que debemos estar tristes por todo y si no lo estamos debemos buscar un motivo para ser prisioneros de ella, parece que además de ser pecado es una condición delictiva. Sucede que la felicidad esta asociada en el siglo XXI al dinero y la realización material que este vehículo provee, de tal manera que ser feliz y ser pobre es una aberración absoluta. Podemos agregar que pobre por naturaleza es el inverso de la felicidad, puesto que es un fracaso, un desafortunado, etc. dentro del capitalismo. En el socialismo no hay “fortunatos”.

     

    Existen muchos personajes que se ganan la vida vendiendo felicidad de todo tipo, por eso el mundo ama a los payasos, porque en cierto modo su sinceridad transparente no miente, además porque inofensiva “hace olvidar” las preocupaciones que vivimos, existen en ese rango  cientos de variantes evasivas que no son inofensivas sino mortales, pero conducen a la felicidad fácil, de tal forma que el agrado se convierte en comercial cuando las multitudes pagan por ese estímulo accesible.

     

    La venta de la felicidad puede ser política, religiosa, científica, tecnológica, financiera, etc. esta asociada a ese nivel aspiracional que mueve a los apostadores a correr riesgos, juran que bajo ese nivel ganarán, esa es la solución a todos los problemas económicos, similares y conexos.

     

    La felicidad tiene cierto margen de legalidad social, de acuerdo a la época que vivamos. No obstante usted puede ser feliz después de muerto, bueno no pocos creyentes están dispuestos a luchar “vivos” hasta  las últimas consecuencias por esta premisa, en diferentes culturas existen “promesas a cumplirse en la otra vida”, ella  ha sido el eslabón que permite lograr un palco de lujo en el otro mundo y por supuesto ver el paraíso en primera fila.

     

    En el siglo XIX en el antiguo Reino de Guatemala, la promesa de felicidad era un arma a favor de la independencia: véase carta del 08 de noviembre de 1811 de Manuel José Arce a las provincias y gobiernos locales, pero no solo los insurgentes salvadoreños usaron ese argumento, también Napoleón Bonaparte la usó como concepto para todas las Américas, bajo el nuevo signo de la igualdad, fraternidad y libertad, por esta razón la Iglesia predicó contra “la falsa felicidad”. Usualmente las revoluciones tienen ese concepto porque nada es más feliz que un esclavo liberto, de esa forma los soviéticos debieron ser los seres más felices del mundo y no era para menos, la cerveza no era considerada producto alcohólico sino comida hasta 2010, sin embargo para otros naciones capitalistas la URSS era el reino de la tristeza y no era nada eso de: “me lleva la tristeza” occidental,  parece que existían otras tristezas más tristes –que recuerda un poema muy conocido-. De pronto en el siglo XXI la felicidad es su poder adquisitivo, su realización aspiracional, en otras palabras puede comprar un Rolex, poseer una o varias cuentas bancarias de siete dígitos, ser inmune a las leyes terrestres y divinas que no es poca cosa, si lo prefiere presidente un partido político y dueño de la nación. Se supone que vivimos en una democracia, en una nación feliz, que existe justicia, libertad, igualdad, que las religiones pueden predicar lo que quieran para vivos y muertos, ¿qué impide el encuentro con ese estado de ánimo?...  no se preocupe solo inicie una pequeña búsqueda de qué significa: Verdad, Bien y Ser… no necesitará más felicidad.

     

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  • Siglo XXI hacia la democracia

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    Caralvá

     

    Si el siglo XX fue la era de las dictaduras militares y la guerra fría en América Latina, este siglo XXI será de la democracia.

    Todo cambia bajo el nuevo signo del realismo social de la clase política, la fragmentación de la llamada: “derecha” más parece el surgimiento de un nuevo discurso político de poderosos sectores que abandonan el antiguo legado de la guerra fría, y apuestan a la modernización de sus principios como respuesta al desafío lanzado a partir del 15 de marzo de 2009, fecha que se impone un nuevo modelo de movimiento popular bajo el sustrato de amplias alianzas, que derrotan al temor en todas sus formas posibles.

    El nuevo modelo de discurso de la derecha  propone también nuevas alianzas y paradójicamente profundizar la democracia, no impulsar el vetusto anticomunismo, al tiempo que propone eliminar arcaicos dogmas en sus pilares de creencias…acción audaz y quizás estratégica.

    En el campo de la izquierda, el desafío permanente coincide en avanzar hacia un modelo democrático, modernizar al sistema en sus diferentes áreas bajo las normas constitucionales y coincidir con la mayoría de los sectores sociales en la gobernabilidad.

    En términos clásicos la democracia debería regirse por principios éticos, pero justamente en ese elemento se inauguran muchos discursos que fragmentan en lugar de unir a las sociedades. Uno de los casos excepcionales de las democracias es la economía,  puesto que ella escapa a estos criterios, sino veamos los efectos de la crisis en nuestra nación y el mundo; nada más inmoral que el desempleo de millones de trabajadores en el mundo y peor el origen de los famosos “bonos basura” por instituciones financieras sin ninguna justificación ética.

    Si la coincidencia de la clase política se orienta hacia la democracia, a favor de la modernización del sistema, debería buscarse un amplio acuerdo a favor de los objetivos económicos en estos momentos tan difíciles para las familias salvadoreñas.

    Si las coincidencias en general de la clase política se orientan hacia la comprensión de los grandes errores del Siglo XX, el pluralismo participativo en la solución de los grandes problemas nacionales parecería ser la respuesta esperada por la ciudadanía, aspecto que connotaría una gran fortaleza en la gobernabilidad y elevaría la credibilidad ciudadana hacia  la clase política.

    La crisis económica mundial al menos hasta la fecha, no parece que ha afectado nuestro modelo democrático como lo fue en el siglo XX, que provocaba las rupturas constitucionales, ahora en cambio parece que provocó una ruptura con 20 años de un modelo de gobernabilidad que había agotado su política de alianzas.

    Ahora parece que nos aproximamos al abandono de viejos paradigmas del siglo XX, avanzamos hacia la consolidación de la democracia del siglo XXI y el pluralismo se perfila como el valuarte de la unidad nacional, donde los ciudadanos son el fin del modelo, no solo un medio electoral y su participación en la vida política un factor decisivo en la gobernabilidad.

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  • Legitimidad democrática en el siglo XXI

     

    Caralvá

     

    Observamos cambios en los panoramas políticos latinoamericanos que implican al menos dos elementos fundamentales: la reelección presidencial y la reforma constitucional que permite dicho cambio con legitimidad. Clásicamente legitimidad política está unida a criterios de autoridad, propiciando un Contrato Social:  J.J. Roseau  1762.

    Así varias naciones se han (des)unido en este elemento de continuidad: Colombia, Venezuela, Colombia, Ecuador… y recientemente existe el elemento en discusión hacia  la reelección en Nicaragua.

    El tema propicia la división de las naciones, en Honduras este elemento de la cuarta urna electoral fue la excusa que impulsó el Golpe de Estado; en Nicaragua se observa cierta fractura de opiniones y no dudamos que generará enfrentamientos sociales en diversos niveles.

    Al fondo de este nuevo fenómeno se encuentra el concepto de alternancia política, que implica un período razonable de ejercicio del poder de los partidos políticos dentro de una democracia. El caso de Honduras ha demostrado el carácter sensible del tema, donde la ruptura constitucional ha implicado la desaprobación internacional del erróneo procedimiento, que implicó expulsar al presidente constitucional a punta de fusil.

    ¿Qué significa legitimidad? “Por legitimidad política se entiende normalmente la aceptación por parte de los gobernados de las razones que dan los gobernantes para justificar su acceso al poder”; como lo explicó Max Weber en Economía y Sociedad.

    Alternancia política en el poder y legitimidad en democracia son las partes contractuales que forman las nuevas tendencias de las sociedades en el siglo XXI.

    Durante el siglo XX con la bandera de la guerra fría, estos elementos eran conceptos decorativos, puesto que la alternancia política era pisoteada en cada Golpe de Estado y la legitimidad era validada por las armas militares, era el idioma de la represión; durante estos períodos las instituciones democráticas servían para acompañar a los nuevos dueños de la nación.

    Pero en el siglo XXI sin el discurso de la guerra fría, los temas: reelección presidencial y la reforma constitucional aún recuerdan las viejas dictaduras militares, a pesar que tanto derecha como izquierda propician estos conceptos.

    Cualquiera que sea la evolución de estos elementos, el sistema político es el que debe responder a estos eventos, pero deberá al menos evolucionar hacia procedimientos transparentes y abiertos a los ciudadanos, incrementando y alentando los niveles la intervención de las personas que velan por los Derechos Humanos.

    Para el ciudadano el verdadero problema en cuestiones políticas es el retrazo en el desarrollo de instituciones que respalden los cambios económicos y sociales, la falta de respuesta a las necesidades más urgentes, el acceso a la información etc, puesto que construimos la democracia día con día, consolidando nuestra institucionalidad.

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