Caralvá
Estamos Unidos con el futuro de Estados Unidos de América, a pesar de vivir a miles de kilómetros de esa poderosa nación. En México las palabras de José Vasconcelos: “Pobre México, tan lejos de Dios y tan cerca de Estados Unidos”, encierra una condición que está por reescribirse, bajo una nueva legalidad.
Latinoamérica no vive lejos del destino de los emigrantes y la expectativa de los resultados de la Reforma Migratoria, que tendrá beneficios y maleficios, como dicen los caucásicos: “la dicha y el pesar siempre marchan a la par”..
La cantidad de salvadoreños en Estados Unidos nos recuerda la condición de un Estado expulsor de poblaciones económicamente activas.
El número de desempleados crece en Latinoamérica, generando el flujo histórico de millones de almas que se aferran a cualquier trabajo en las metrópolis norteamericanas.
La Reforma Migratoria es de tal magnitud que cambiará la penalización de los futuros emigrantes o residentes actuales, aquellos “sin permiso” serán criminales, porque la emigración ilegal será un delito y no una “ofensa civil”.
El número de centroamericanos afectados será de 2.6 millones, según datos del Hispanic Center, pero la mayoría serán los mexicanos con 6 millones. Mientras eso se discute las deportaciones continuarán, sin que exista acuerdo alguno para detener esa acción desestabilizadora para las naciones latinoamericanas.
En la República de El Salvador muchas personas se preguntan sobre el posible incremento de los espacios de detención, así como los controles legales que impedirán a las empresas contratar a los emigrantes, en estas condiciones el futuro de los emigrantes no puede ser más desalentador. Al sur de la frontera de Estados Unidos de América, los pobres prefieren arriesgar su vida cruzando muros y desiertos plagados de peligros mortales, a quedarse en sus humildes viviendas y morir sin esperanzas.
El drama de la reforma migratoria implica al futuro de las familias de millones de emigrantes, que a partir de la nueva legalidad, tendrán una separación forzada durante muchos años. De ahí que gobernar para Estados Unidos es hacer visibles a millones de indocumentados, pero no todo es infortunio allá, si consideramos que cada uno de los candidatos a residencia pagará $5,000; el resultado es una cifra nada despreciable para la economía norteamericana.
Los Estados latinoamericanos deben interceder por sus ciudadanos, porque esta tragedia en gran parte es debida a la incapacidad de los gobernantes locales de crear oportunidades reales, pero el otro lado de la moneda es la imposición de modelos políticos, militares y económicos por parte de Estados Unidos, que durante muchos años impulsó proyectos desastrosos que han provocado emigraciones masivas, de ahí que los emigrantes busquen el remedio de sus penurias en los trabajos indeseables de Norteamérica, como última solución a sus maltrechas economías.
Lo positivo es la oportunidad para millones de legalizar su situación y liberarse de la pobreza del Sur, bajo una nueva bandera del Norte.
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