Caralvá
El trabajo en un territorio, por parte de un emigrante genera derecho al reconocimiento de esa persona, porque históricamente el trabajo genera derechos para los trabajadores legales o ilegales, quienes deben expresarse en espacios democráticos. La evolución de los espacios democráticos en El Salvador está asociada a diversas libertades ciudadanas o conquistas sociales, pero con el fenómeno de la emigración esta demanda se convierte en aspiración (multinacional) de millones de seres humanos al otro lado de la frontera con Estados Unidos.
Los espacios democráticos surgen bajo un modelo capitalista que necesita modernizarse, los espacios son demandas sociales que luchan por nuevas legalidades. La condición de millones de seres humanos que buscan empleo en Estados Unidos y otras naciones europeas, les ha llevado a abrir espacios en las calles, iglesias, medios de comunicación, organizaciones etc., con el objetivo de una nueva legalidad, pero existen fuerzas que luchan en oposición a esta tendencia por considerarlo perjudicial a sus intereses.
Por el momento los espacios para los emigrantes son limitados, simplemente porque esa fuerza no puede expresarse como ciudadanos plenos. Esta condición es contradictoria porque los emigrantes constituyen la fuerza que sostiene al mercado inmobiliario de los Estados Unidos y no solo ese mercado, de igual manera en otros mercados como el agrarios e industriales, pero los emigrantes no tienen espacios democráticos donde puedan expresar su conformidad a cumplir con las leyes norteamericanas y el pago de sus impuestos como otros ciudadanos, tampoco para expresarse sobre la incertidumbre de la separación familiar.
Los emigrantes a fin de cuentas son producto de la globalización del capitalismo, donde las naciones que los expulsan han fracasado para dotar a esa población de trabajos dignos. Para estos millones de seres humanos la creación de un espacio democrático a su favor debería ser una prioridad multinacional, que al menos permita escuchar sus preocupaciones y no abandonarlos a su suerte con deportaciones masivas.
Así los espacios democráticos para los emigrantes deberían ser parte de la globalización incluyendo sus derechos, no solo su inclusión temporal en el rubro económico.
Los emigrantes no tienen espacios democráticos y no sería extraño que se expresen como los emigrantes en Francia, con motines callejeros ante la desesperación de su infortunio.
Los emigrantes son una inocultable unidad: legalidad-ilegalidad, permanencia-deportación, riqueza-pobreza, metrópolis-tercermundo, del cual no podemos escapar.
Los emigrantes con su trabajo generan derechos, que se les reconozcan o no será cuestión de tiempo en la globalización capitalista, pero debemos observar que tampoco los emigrantes se van por su voluntad, se van por la demanda de la fuerza laboral en aquellas metrópolis, llámense Estados Unidos de América o la Unión Económica Europea y propiciar un espacio democrático para ellos debe ser prioridad para las naciones que exportan pobres.
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