Caralvá
Somos testigos de “un” fin de ciclo económico internacional, traducido en crisis internacional financiera, que aún no sabemos si ha tocado fondo.
A diario leemos acontecimientos dramáticos: entidades al borde de quiebras de diversa naturaleza, rescates financieros con cifras fantásticas, volúmenes de dinero varias veces el Producto Interno Bruto (“valor monetario de los bienes y servicios finales producidos por una economía en un período determinado) de naciones periféricas etc., pero cabe mencionar otras instituciones que no son salvadas y simplemente son vendidas en remate a pedacitos en ebay, ahí terminan objetos con nombres de bancos honorables.
Esta crisis se origina en el corazón del capitalismo mundial; no en Argentina, México, Japón o cualquier otro país, es en Estados Unidos donde se inicia el terremoto financiero. La crisis valida la tesis anti-leninista clásica que no es en el eslabón más débil sino en el más fuerte el sitio en el cual se inicia el colapso. Esta condición tiene además la sinergia de otros fenómenos simultáneos: la crisis energética, climática, alimenticia etc., en este caso solo nos enfocamos a la crisis bancaria financiera.
Es tan fuerte el colapso económico que afecta la función tradicional del Estado, su intervención en la banca norteamericana evidencia una ausencia de “seguimiento” administrativo.
Pero en el caso actual, nuestras economías latinoamericanas se encuentran bajo una “interdependencia mundial” de consecuencias imprevisibles.
Cuando el Estado debe acudir a “salvar” a todos los que incurrieron en errores financieros, para prevenir una severa recesión, esta acción connota el último recurso que una nación puede realizar a favor de la empresa privada. El origen de este error es la confianza depositada en la sabiduría “incuestionable” de los banqueros y su honorabilidad en los negocios, puesto que el Estado dejó a los bancos el auto-control. Así surgieron los famosos subprime, que ahora parecen cuestionar el modelo económico internacional, además del liderazgo de los Estados Unidos en economía, así lo indica George Soros: “Los Estados Unidos nunca han estado bajo ningún tipo de disciplina ni regulación económica y financiera en los últimos 25 años, contrario a lo que si se establecen en las economías emergentes”.
Quizás es tiempo de un nuevo contrato social entre el Estado, la economía y sus entidades financieras junto a la sociedad civil.
Un nuevo contrato social entre el Estado y los ciudadanos para controlar el valor del dinero y sus títulos, lo cual es un clamor en la opinión pública mundial, de igual forma el cambio de funcionalidad de los organismos internacionales como el Banco Mundial y el Fondo Monetario Internacional a favor de las naciones pobres.
Este nuevo contrato social al menos ubica el centro de gravedad económica en nuestras propias políticas económicas y en este caso no existen recetas universales para el continente, en nuestra nación dolarizada el Estado debe proteger el empleo y promover la estabilidad laboral dentro de las empresas privadas por medio de acuerdos multilaterales.
Ebay es el signo terminal de la crisis, remata souvenir de bancos extintos a bajos precios.
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