Caralvá
Somos testigos del colapso del capitalismo que tiene un enorme efecto educativo en las multitudes, efecto que no pudimos sospechar hace unos pocos meses. De las causas y motivos son conocidos muchos tratados, pero los efectos son contundentes: cierres bancarios, despidos masivos, naciones declaradas en recesión, rescates económicos con cifras astronómicas, en general una cascada de malas noticias que nos acompañarán hasta el 2010.
“El capitalismo moribundo” era un tema de la revista Signale de Bertolt Brecht, allá por 1930, que nunca se escribió, pero el momento actual asemeja un organismo que tiene esas características, pero debemos anotar algo que algunos intelectuales clásicos no previeron, este ocaso no se debe a un proceso “ideológico”, sino a un efecto devastador de un principio generador del mal, ausencia de control estatal sobre el valor dinerario.
El estado actual de la economía se puede describir como el mejor canto de la ineficiencia capitalista en muchos años, desafortunadamente también somos parte del coro, anotando que esta sinfonía tiene por orquesta la ambición desmedida de los banqueros.
Hace algunos años algunos teóricos celebraban el primer sistema mundial en la historia de la humanidad: el capitalismo, ahora en su postración el capitalismo fija límites a las ganancias, controles a la ambición y vigila la especulación, con mucha similitud a los países nórdicos.
Pero el capitalismo a pesar de estar en coma y cuidados intensivos, aún no “estira la pata”, porque cuenta con importantes acumulaciones, uno de ellos es la tecnología, además para comercializar no se necesita dinero; para vender la fuerza de trabajo tampoco, puesto que el “valor” puede ser fijado entre las partes y no se necesita de triangulaciones, sino tratos directos, así fijar el intercambio de producción puede considerarse por acuerdos nacionales o internacionales.
Encontrar un nuevo “valor” aceptado por las naciones es el tema.
En esta tragedia, el efecto educativo de la crisis capitalista es el valor de las personas, esa calidad por encima del utilitarismo, son seres como nosotros que sufren la intemperie del desempleo. Al final las cifras de este drama internacional, no son números o miles de vehículos o caídas de inversiones, son personas, son trabajadores que dejan de percibir ingresos y no tienen integración económica, son familias que incumplen sus pagos o compromisos financieros.
En nuestra nación con urgencia debemos prever el retorno a una agricultura que alimente eficientemente y con bajo costo a muchas personas que requerirán de al menos una comida al día.
Como en tiempos bíblicos, construir un Arca de Maíz puede ser nuestra salvación de las hambrunas que se avecinan. La histórica lección de nuestros antepasados cobrará vigencia con nuevos cultivos… al menos tendremos que comer.
La crisis muestra su peor rostro en el desempleo, pero el efecto educativo será el descubrimiento de la solidaridad, la defensa del empleo, el apoyo a los desprotegidos, e incluso el trabajo voluntario hacia objetivos nacionales.
El capitalismo moribundo no esta en su fase terminal, aún tiene larga vida, a nosotros corresponde construir un Arca de esperanza ante el diluvio de la crisis capitalista…. que sin duda, pronto llegará a nuestro encuentro.