Caralvá
La crisis institucional ha demostrado que los instrumentos constitucionales, denominados Partidos Políticos pueden causar mucha confusión al tomar decisiones a nombre de los ciudadanos, condición que puede repetirse con otros temas, no obstante los ciudadanos no participamos en la decisión final, solo como espectadores. Así funciona nuestra democracia delegando esas decisiones trascendentales, puesto que nuestra participación como ciudadanos es limitada a los siguientes aspectos: ejercicio del sufragio en momento electoral, cabildos abiertos, algunas iniciativas ciudadanas en la Asamblea Legislativa, derecho a la insurrección en caso de violaciones constitucionales, etc.
La nación estuvo a punto de incendiarse por la polarización de las opiniones entre los sectores opuestos a la elección de los magistrados, pero al final un arreglo político era suficiente para acercar las posiciones entre los antagonistas.
Si hablamos de economía ¿por qué no optar por el mismo criterio?, acercar posiciones en lugar de atrincherarse en principios maximalistas, puesto que al final la nación prevalecerá aunque la administración de este gobierno y la dirección de la asociación de empresarios ya no existan en los siguientes quince años. Si este es el caso, ¿no podemos pensar como nación? o ¿la nación debe pertenecer a un sector y nada más que a un sector, para que funcione?...
Es notorio que cada quién piensa llevar agua a su molino, pero el pueblo llano, el asalariado, desempleado, jubilado etc., no piensa en un color partidario cuando sus ingresos disminuyen, solo piensan en ¿cómo trabajar más? Pero ese sueño cada día se convierte en pesadilla ante la crisis mundial, las interminables discusiones no quitan el hambre a las familias pobres, ni siquiera ofrecen esperanzas para nadie, de tal forma que los discursos, las promesas, los cantos de un mañana mejor, además de provocar cansancio no tienen credibilidad alguna.
Nos interesa la imagen de nuestro país, esta defensa significa no solo limitarnos a la generación de empleos o los montos de inversión, puesto que esta nación no es solo dinero, somos personas, pueblo, familias, no creemos en los cantos de los profetas apocalípticos que anuncian solo las calamidades debido a que ellos siempre dicen lo mismo, por ejemplo que este país será abandonado a la peor de las suertes… si eso sucede los trabajadores permaneceremos acá, nos interesa la imagen de una nación valiente que construye su futuro a pesar de la intemperie, nosotros somos optimistas –bien informados-, ¿existe el pesimismo en los que inician un viaje por una vida mejor? Y esta poderosa fuerza de salvadoreños en el exterior envía remesas a sus familias a pesar de todo.
Nuestra condición ciudadana no debe entonces construirse más en promesas, sueños o fantasías, la mejor imagen de nuestra nación llámense: rico o pobres es construir desde nuestras realidades una nación posible, quizás sin soluciones mágicas pero con estadísticas concretas que indiquen la disminución de la pobreza, el analfabetismo, la inseguridad, la creación de empleos, la ampliación de comunicaciones, la pronta justicia, la defensa de los testigos, etc.
La imagen nacional, debemos construirla a pesar de las diferencias políticas.
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