César Ramírez
@caralvasalvador
Con el recuento de votos y la declaración de los resultados firmes por la Sala Constitucional, habilitando de esta manera a los veinticuatro diputados originales publicados por el Tribunal Supremo Electoral, termina un episodio de incertidumbre sobre el proceso electoral en su conjunto y nuestra democracia; éste es un capítulo que demostró esencialmente que la desconfianza política es el centro de gravedad de todo discurso partidario y en consecuencia daña a la nación. Desconfianza política significa interpretar todo acontecer social, económico, político etc., bajo un signo ideológico, así se justifican acciones que impiden la gobernabilidad y la paz social. El daño causado a la imagen del Tribunal Supremos Electoral por infundios políticos acompañado de comparsas de fanáticos, junto a una guerra mediática contra sus miembros buscaba deteriorar la institucionalidad del máximo organismo electoral, condición peligrosa con alcances tan profundos que repercutirían en los Acuerdos de Paz de 1992.
Ahora la novedad es el hallazgo de veinte mil votos nulos pero con el último informe han sido declarados válidos. Según las declaraciones de un magistrado del TSE (TV 12MAY015), la causa de tal cantidad de votos obedece a directrices de los partidos políticos hacia sus representantes para anular conscientemente al adversario, de tal forma que existe una organización “anti-voto” en beneficio de un partido, en consecuencia un delito electoral; el magistrado incluso develó que ésta práctica incluye a todos los institutos políticos… ¿es correcta ésta afirmación?... ¿o en existen pruebas de un Partido que usa éstas acciones como forma habitual en cada evento electoral?, quizás nunca conoceremos el fondo de éstas declaraciones.
De ser exacta esa afirmación: ¿ésta es democracia que deseamos? ¿éste es el respeto a la voluntad popular? Creo que el ejercicio de estas acciones puede provocar severas crisis en futuros eventos electorales, las lecturas de las JRV pudieron ser influenciadas por las extenuantes jornadas superiores a 24 horas, así como la dificultad del conteo del voto cruzado o factores externos, estos elementos podrían ser atenuantes, no obstante la segunda lectura de los votos nulos o impugnados por un consejo superior –sin precedente- permitió impartir la calificación adecuada a cada uno. A pesar de todo, los resultados fueron los mismos.
Me parece que la verdadera vencedora –en términos sociológicos- de esta contienda es la desconfianza política, el perdedor final es el pueblo salvadoreño.
Hace mucho tiempo que nuestra utopía se reduce a eliminar la ideología, que es muy diferente a eliminar la filiación partidaria, la pertenencia a un instituto político es un derecho constitucional, mientras la ideología –conjunto de pensamientos que nos llevan a la acción- es una visión del mundo, lo cual es también necesaria para orientar a la sociedad, pero sucede que en ninguna parte de la Constitución se niega a nadie una ideología o pertenencia partidaria y en nuestro caso, ese parece ser el factor que impide el concepto de nación. ¿Podríamos renunciar a una ideología y eliminar la desconfianza política? La respuesta es sí, es la única forma de abrir un camino a la paz social.