César Ramírez
@caralvasalvador
Después de veinticuatro años, el Acuerdo de Paz aún es una meta por alcanzar, en realidad no tenemos paz. Si consideramos nuestra realidad en este momento, en relación a 1992 efectivamente tenemos logros, porque nadie es asesinado por su opción política, pero esa integración social no es suficiente, aún existen fanáticos clamando la extinción de los adversarios a través de asesinatos administrativos (muertes civiles, políticas, cibernéticas etc).
En el modelo capitalista el sector privado es una fuerza fundamental para construir una nación, siempre y cuando su vocación sea la democracia económica y su opción política a favor de las mayorías, así coincidiría el momento histórico de la nación, con un mercado estable y de amplia movilidad social.
Es evidente que el sustrato que cohesiona al mercado (capitalista) es la iniciativa privada, señalando que no existe libertad económica si no existe libertad política, ambas coinciden en generar derechos, de ahí la importancia de acuerdos económicos, desafortunadamente este capítulo aún sigue olvidado por el sector privado, en pocas palabras no existe modernización de las estructuras tradicionales del siglo pasado.
El Acuerdo de Paz de Chapultepec tenía como base la reconciliación y la reconstrucción, así fue afirmado por Boutros Boutros Ghali en su discurso del 16 de enero de 1992, lo cual en este momento deberíamos de evaluarlo en toda su extensión.
Al cumplir 24 años del Acuerdo de Paz, recordemos sus palabras “…Se dará a las fuerzas armadas un papel claramente subordinado a las autoridades civiles, proporcionado a sus responsabilidades como se redefinen en la nueva Constitución. Las fuerzas armadas se modernizarán, reformarán y reestructurarán en consecuencia. El poder Judicial será reformado y reforzado y se fortalecerá su independencia con la disposición de que un porcentaje del presupuesto de la nación sea automáticamente asignado a él. En el Tribunal Electoral participarán personas que no estén afiliadas a ningún partido político y el sistema será revisado para hacerlos más confiable que antes. Se han acordado principios y directrices en lo que respecta a las cuestiones económicas y sociales, incluso aquellas relativas a la tierra y se han establecido mecanismos para el seguimiento de estos asuntos…” “Los nuevos retos que platean el establecimiento, el mantenimiento y el fortalecimiento de la paz en nuestros tiempos hacen necesario que demos más atención a los nexos entre los aspectos internacionales e internos de la seguridad, al cumplimiento de los principios de legitimidad, democracia e imperio de la ley en el manejo de los asuntos internacionales y nacionales y a las interrelaciones que hay entre la paz, el desarrollo y la libertad…”.
Los conceptos son vigentes y nos recuerdas las deudas que vivimos en la administración de la justicia, la intervención en el TSE, los acuerdos económicos, etc.
Ahora la realidad nos obliga a la evaluación de esos acuerdos de 1992 y un nuevo pacto nacional para el Siglo XXI, quizás con vigilancia internacional, porque de otra forma esas buenas intenciones solo serán eso… esperanzas fallidas.
Un nuevo pacto de paz para éste siglo es urgente y aunque parece extremo el arbitraje internacional, siempre será preferible al retorno de la fatalidad en las próximas décadas.
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