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Estado Seductor Régis Debray

  • Incrédulos en el Estado Seductor

    Casi incrédulos en el Estado Seductor

    Caralvá

    Esta figura connota un esquema de la visualización del Estado en su más reciente evolución en los medios de comunicación, el cual es magistralmente detallado en el libro: El Estado Seductor. Las revoluciones mediológicas del poder de Régis Debray, el cual nos ayuda a comprender ¿qué sucede con la diversas comunicaciones en nuestro país?
    Hace muchos años que las funciones clásicas del Estado, han cambiado desde la misma formación de las repúblicas, evidentemente nuestra nación también sufre de estos cambios. Como ciudadanos damos por pre-sentadas un sistema de creencias, que son productos de criterios políticos o en su caso de formas filosóficas.
    El Estado funciona en base a creencias, las cuales son comunicadas por los medios masivos, todo el aparato de comunicación está en relación a este nuevo modelo de hombre-imagen, que poco tiene que ver con el clásico hombre-príncipe que encarnaba los principios de legitimidad y sacralidad, el concepto de Jefe de Gobierno, es sustituido por el Sr. Presidente.
    En la aproximación del génesis de la mediología (estudios de los medios de comunicación), encontramos que tanto el símbolo como la ideología concluyen en representaciones de poder, que se imponen para la conducción de las multitudes.
    De fundamental importancia son los esquemas de video-comerciales, informerciales (políticos), que terminan por detallar funciones estatales al servicio de los ciudadanos desde las pantallas de televisión, nos presentan una serie de acciones estatales, reflejadas en un hombre-imagen que en realidad hace próximo al Estado de los ciudadanos.
    Nos acercamos a modelos de personalización del poder, esto motivado por la telepresencia: la cual transparenta el Estado contemporáneo, como un solo dirigente, un jefe de estado, el Rey, el primer ministro, configurado como símbolo jurídico, que une la idea física y la moral. De ahí que las funciones del Estado sean publicitarse, porque esta publicidad se convierte en sus acciones, con el objetivo de tener multipresencia.
    Desde luego podemos comprender que el Hombre-imagen es necesario para el teleestado, puesto que en su entorno se construye un soporte, un vehículo para fortalecer las creencias.
    Pero algo de nuestra fe, comienza a fallar, cuando creemos que vivimos en democracia y nos percatamos que aún debemos construirla, creemos en nuestras instituciones y delegamos nuestra representación pero no hay opiniones independientes en su interior, creemos que combatimos el tráfico de armas, narcotráfico, delincuencia, cuando con horror nos enteramos de matanzas a manos de asesinos; en muchos casos no existen respuestas satisfactorias a las demandas ciudadanas, creemos que trabajar es un medio para lograr los objetivos vitales y a diario trabajadores del servicio del transporte colectivo son asesinados por sicarios terroristas.
    Esos magníficos anuncios comerciales, atrapan la belleza de un país paradisíaco, tal parece que somos prisioneros de la belleza en la imagen; pero su lado oculto (el que no se muestra) es una nación sometida a la pobreza y a las armas de estas bandas delincuenciales, en realidad existe terror de estos sicarios de diversas denominaciones.
    Asistimos a un momento crucial de nuestras creencias, antes que nos convirtamos finalmente en incrédulos. Ahora un proceso electoral nos llama a “depositar y delegar” en la asamblea legislativa todo el poder de conducción política, mientras los ciudadanos demandamos respuestas claras a los atropellos que sufren los más desprotegidos. Por esta razón la política es cada vez más vacía, porque los políticos nos recuerda el lado oscuro de la belleza comunicacional: la que destruye con su olvido la vida de jóvenes futbolistas asesinados por narcotraficantes en los cantones de un Departamento llamado: La Paz.