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Seguridad en Transporte Colectivo

  • Seguridad en transporte colectivo

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    Caralvá

    Claudia terminó su actividad laboral en la Oficina Jurídica a las 4 de la tarde.
    Esperó el autobús frente a la Terminal de Occidente. El tráfico lento con automovilistas desesperados dispara sonidos estridentes.
    Frente a la Terminal de Autobuses de Occidente, existe un “cuello de botella” natural, el sentido de Oriente a Occidente es alterado por todo tipo de vehículos que irrumpen de Norte a Sur y de Sur a Norte, interfiriendo con los transportes colectivos; agregando al desorden existen dos gasolineras a menos de 500 metros.
    Claudia estudiante de derecho en la Universidad Centroamericana, lleva su grabadora, su teléfono celular, sus libros y separatas, un adelanto de su salario que recién retiró de un cajero automático.
    Claudia enfrenta en unos segundos el cambio de la vida de la oficina jurídica a la rudeza del entorno en la parada de buses, ahí se respira humo y existe intoxicación de palabras grotescas, hombres que orinan en plena vía pública, “niños de la calle” pidiendo unas monedas, los cobradores con sus letanías: “dale niño, dale”, “atrás-hay-asiento”, “ a-teclavamos”, “vuelto, vuelto”, “pagando ahí-veee”, “avisa-queschorro” sin olvidar el ordinario chiflido: “fi, fi, fiiiiii”, que se acompaña de otras palabras populares y gestos obscenos. Claudia es parte de ese millón de salvadoreños que a diario usan el transporte colectivo, a la intemperie de esa violencia, esa que no distingue de mujeres, niñas, niñas, ancianas, hombre o niños.
    En ocasiones el abordaje de los buses es una aventura, por la hora o por la competencia de un asiento, pero en aquél momento cuando llegó el bus de la Ruta 44, no se subieron muchas personas, pero si 5 sujetos, tres hombres (con atuendos parecidos a las tiras cómicas japonesas, con pelos parados en pico y puntas amarillas) y dos mujeres (con ropa ajustada y olor a perfume barato).
    Luego de recorrer cierta distancia del Boulevard Venezuela, un poco antes de la 49 Avenida Sur, donde el bus se orienta hacia el Sur, los sujetos desenfundan sus armas y amenazan a los pasajeros: “cuidadito con vernos la cara”, “chofer te vas despacitoooo puesss” “este es un asalto”, “colaborando”, los hombres se dirigen a los hombres y las mujeres a las chicas, en medio de insultos pasan registro y dejan prácticamente “lavados” a los usuarios, mientras las mujeres asaltantes, se topan con Claudia a quién golpean en el hombro… en seguida le piden todo; ella sabe que los libros y sus separatas valen mucho, así con valentía decide negociar: “ya, ya.. les doy el dinero, la mochila, mi celular, pero quiero el chip del teléfono porque eso no les sirve…” -porque este es mi tercer asalto del año, pensó- …las mujeres asaltantes sorprendidas aceptan, diciendo: “rápido pues” “rápido..”, Claudia temblando y con el corazón a reventar, quita el chip…
    Luego, los asaltantes continúan su despojo a los ciudadanos, en el fondo del autobús se escucha un cruce de palabras de mujeres, mientras irrumpen sonidos secos de golpes, una mujer se resiste y la golpean, sus gritos se dejan sentir en el bus, mientras los bandoleros siguen encañando a los aterrorizados pasajeros. Minutos después gritan al chofer: “despacio niño…despacio”, se bajan por el Monumento al Hermano Lejano… Claudia apenas puede respirar, ha perdido todo, rescató sus libros y su chip… debe pedir ayuda en la UCA para llegar a casa.

    http://www.diariocolatino.com/es/20071129/opiniones/49700/