Caralvá
Una mañana de Julio de 2012, por accidente de la vida, la mesa de café terminó reuniendo a diversos amigos aficionados a las letras, aunque no fue planificada, aquella reunión estaba destinada a grabarse en la memoria de los presentes como un hallazgo literario.
La facilidad del verbo, el anecdotario, la prodigiosa memoria que reseña: encuentros, cifras, fechas y personajes nacionales como David Escobar Galindo y Roque Dalton, permitían a los asistentes un efecto de burbuja atemporal con vivencias y sensaciones testimoniales; “fueron amigos de infancia” – dijo – “en aquellos tiempos la sociedad ya perfilaba cierto futuro en las palabras de los poetas, de ahí: Duelo ceremonial por la violencia (1971) de David Escobar y la respuesta de Roque Dalton: Violencia aquí… que David publicó”. “David es la personas que más se preocupó por encontrar la tumba de Roque Dalton y acompañó a la mamá de Roque durante este tiempo, porque ellos eran vecinos…”
El ambiente de aquellas palabras estaba rodeado de leyendas y relatos conocidos por diversas narraciones de terceras personas, habló de grandes autores con la familiaridad de un Roque Dalton alumno de derecho: “¡porque fue mi alumno!”… él tenía una memoria poderosa, podía recitar los versos de Sóngoro cosongo (1931) de Nicolás Guillén Amor de negras uvas, Secuestro de la Mujer de Antonio.. “ te voy a beber de un trago/ como una copa de ron;/ te voy a echar en la copa/ de un son,/ prieta, quemada en ti misma,/ cintura de mi canción/…
Nos habló de Carmen Lira –escritora-, Rogelio Sotelo, Isaac Felipe Azofeifa etc.
Todo ello pronunciado con la firmeza de un maestro de la palabra. Aquellas memorias presagiaban muchas más historias contadas sin miseria y con detalles inéditos de grandes figuras nacionales, algunas con signos dramáticos en episodios inéditos.
Alguien recordó a Ricardo Bogrand: “Estoy aquí sentado esperando que pase la justicia/y no aparece por ninguna parte”. Hubo palabras en su memoria, sus trabajos en la Universidad, la vivencia, el exilio.
Sin duda que nuestras charlas al observador distal de nuestra mesa, les puede parecer una tertulia de vagos, cual es cierto y sin defensa, solo que nosotros preferimos llamarnos filósofos.
Semanas más tarde nos presentó su proyecto: La Serenata de Schubert, un libro que evoca su infancia, con vivencias familiares, en ese contexto nos invitándonos a su presentación que sucedió el 9 de octubre.
El libro fue presentado en el marco del trigésimo quinto aniversario de la Universidad Dr. José Matías Delgado. Desde mi sitio en el auditorio de Fepade, observé la mesa integrada por: René Fortín Magaña, David Escobar Galindo, Enrique García Prieto, Enrique Sorto Campbel, el Nuncio Apostólico Luigi Pezzuto. También pude escuchar la voz de la Señora: Aida Mancía que recitó el poema de Gutiérrez Nájera. Reflexioné sobre este momento ante las palabras de cada uno de los oradores.
Aquél joven de 89 años, que bebe el café con “filósofos” y celebra la vida es “Don Alfredito”, el mismo que un día refugió en su casa a Guillermo Manuel Ungo y le salvó la vida, que cita a Gutiérrez Nájera y nos ilustra: “Así hablará mi alma… si pudiera”.