Caralvá*
Vivimos tiempos difíciles, bajo condiciones precarias de seguridad que no respetan a ninguna persona, desde los más humildes ciudadanos sin distinción de edad sexo o condición humana, los asesinatos tienen una secuencia de sangre que es visible a lo largo de la nación.
Las precarias condiciones de exposición en materia de seguridad tocan a la puerta de todos, ya no vivimos tiempos de guerra, pero ahora sin el conflicto armado, el aumento de los antisociales ahoga las esperanzas de construcción de nuevos modelos de convivencia y movilidad social.
Distintos foros, gremios, asociaciones e instituciones luchan con sus medios para tratar cambiar el curso decadente de las relaciones sociales y su antiguo sistema de valores. En realidad no es un solo modelo de sociedad el que se discute sino varias propuestas en este momento, una de ella es la democracia y fortaleza de sus instituciones, otra la condición emergente de grupos antisistema armados agrupados en pandillas con ramificaciones al narcotráfico con el control de territorios, existe otra esfera la cual es la internacionalización de este nuevo conflicto y el tratamiento que debe proponerse.
Complejas circunstancias con denominadores comunes. La democracia no funciona si existe una legalidad débil, con esa aparente apatía institucional de proteger a los agresores. La cantidad de jueces demandados por ciudadano afectados es tan desproporcionada que recuerda solo la injusticia de la aplicación de las leyes, es mal ejemplo y peor mensaje a la ciudadanía, los resultados son desastrosos.
La otra vertiente la emergencia del fenómeno de antisociales agrupados en pandillas es tan complejo que ni naciones tan poderosas como Estados Unidos posee el control absoluto de estas bandas delincuenciales, no obstante nuevos programas innovadores de acciones preventivas comienzan a dar resultados con el retorno al rescate del barrio, el capitalismo se humaniza cuando aparece la autodestrucción capitalista, y este elemento del olvido del barrio es simplemente el surgimiento del capitalismo sucio y decadente engendrado por el narcotráfico con todo su modelo antisistema.
La otra esfera de la internacionalización de este fenómeno la observamos en naciones como México, Guatemala, Colombia, Honduras, El Salvador que dibuja el mapa del tráfico de ilícitos hacia Estados Unidos, de manera que el complejo de solución excede nuestras fronteras y mientras más se retrace una solución interestatal más sufrirán las naciones el flagelo del narcotráfico.
Este cuadro tiene un polo a tierra en los ciudadanos con las extorsiones, secuestros, amenazas a muerte, que ya no solo es esgrimida contra los pobres más pobres, porque ha escalado niveles en toda la escala social y ahora es el turno de: militares, periodistas, médicos, religiosos, comerciantes y clase política.
El asesinato de ciudadanos honrados es un acto repugnante, la ira e impotencia acompaña a las familias y a la nación, aún es tiempo de reaccionar con métodos democráticos.
Mientras esto acontece, ninguna amenaza a muerte debe dejarse sin la respectiva denuncia, ningún ciudadano debe guardar silencio ante esta intimidación, debemos actuar y terminar con la impunidad, al menos el registro ante la Fiscalía General de la República crea un precedente, con ello se avanza en una cultura que ubicará a los potenciales autores de estos crímenes.
La denuncia ciudadana es un gran recurso para la construcción de la paz social.
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