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canciones del pasado

  • Los mismos cantos de guerra del siglo pasado

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    Caralvá

     

     

     

    Las declaraciones de algunos dirigentes conservadores, son los discursos de la sangre colmando los territorios nacionales, sus palabras recuerdan  la violencia de la guerra civil, ellos claman por el pasado y quizás sueñan con una victoria de exterminio sobre los rojos.

     

    Es conocido que cualquiera: persona, grupo, etnia o sector calificado de Comunista tiene el sello de muerte en su frente, este signo concede en otras palabras, “licencia para matar”,  para asesinar  sin compasión porque es un peligro feroz para aquellos autodenominados “anticomunistas”.

     

    Incluso ahora, que de nuevo llegan las elecciones, el estribillo: “será la tumba donde los rojos (comunistas)  terminarán” es repetida día con día, desde luego que este largo cementerio tiene diferentes épocas, pero los muertos usualmente son los mismos.

     

    Es necesario que estas (des)calificaciones terminen por decreto, por buena voluntad o por vocación de paz entre los salvadoreños, debido a que además de estar en completo anacronismo, no tiene aplicación en el siglo XXI, la guerra fría terminó hace muchos años, pero en nuestra nación los grandes partidos se aferran a esos conceptos como banderas que identifican nuestro destino, esto tampoco es correcto, debido a que el mundo no avanza hacia esos destinos, sino que hacia grandes conglomerados de asociaciones económicas, eliminación de fronteras y uniones políticas, mientras los discursos políticos en nuestra nación prometen la desintegración y las atomizaciones territoriales, incluso sectoriales.

     

    Si cambiamos aquellos términos por “resistencia civil”, “lucha por autonomías étnicas”, “movimiento nacionales democráticos”, etc. el panorama es distinto porque nos daría una visión coherente con la nación, de esta forma: si la lucha en 1932 fue una resistencia civil por la autonomía étnica, que defendió sus derechos por las elecciones que ganaron sus alcaldes, además de sus tierras ejidales, el concepto entonces dejaría a cualquiera que usara la bandera de “comunista o anticomunistas” sin el recurso ideológico,  lo cual nos permitiría visualizar a la etnia con autodeterminación que fue reprimida, pero su lucha redundaría en el reconocimiento como “pueblo originario”;  de otra forma se convierte en un instrumento a favor o en contra del uso ideológico como combustible para esa lucha interminable...  ¿Conviene seguir esta división en el siglo XXI?

     

    Necesitamos propuestas audaces para la nación, ¿por qué no renunciar al discurso de amigo-enemigo? Si la democracia es nuestro futuro, entonces para que continuar la “vuelta de molino” arengado: “el mejor comunista es el muerto” o a la inversa: “… es la internacional”, esto puede ofender a la ortodoxia (de derecha e izquierda) pero el ejercicio es válido para el futuro de la nación.

     

    Si es difícil renunciar a estos principios, es peor la realidad económica de nuestra nación, la cual necesita de unidad nacional;  en estos momento es mucho más complicada la distancia científica o tecnológica de nuestro pueblo con otros, que renunciar a una  ideología de guerra fría que no alimenta;  al final es muy ingrato que todo panorama nacional con sus propuestas de solución,  se visualice por un factor electoral y no por la viabilidad que requerimos para luchar contra los enemigos de la Patria: el narcotráfico, el crimen organizado, las pandillas, etc.

     

    Renunciar a los principios ideológicos puede ser algo doloroso para aquellos que se alimentan de una mentalidad de guerra  y sangre, pero esa sed destructiva debe terminar un día, con el agua de la paz en una nación con vocación de unidad y democracia, este camino desconocido quizás suene a “poesía delirante” pero al menos da una lectura diferente para nuestros pueblos originales y el futuro que nación se merece.

     

    www.cesarramirezcaralva.com