Caralvá
“Existe el bien en un mundo decadente” Evelyn Waug… esa parece una frase escrita para estos momentos. Con tantas malas noticias, se nos olvida que “el bien” es un patrimonio de la humanidad y al menos para eso no hemos inventado crédito alguno, si así fuese ya estaríamos en quiebra.
El codicioso mundo del capitalismo condujo a millones de personas a su enajenación espiritual, en muchos casos provocado por la “Burbuja Crediticia” que otorgaba dinero fácil para cualquier cosa, ahora es imposible pagar las hipotecas y continuar con el alto nivel de vida adquirido en años anteriores, principalmente si los ingresos han disminuido. Esta condición es uno de los factores que ha propiciado la crisis, aunque ya sabemos que otro punto crucial es la falta de control gubernamental hacia los bancos, en Estados Unidos.
Nuestra nación no es una excepción a estos casos. Un pequeño recuento de años anteriores nos hace encontrar verdaderas novelas de corrupción, donde desaparece el dinero del pueblo sin explicación alguna. Delitos inocultables: alijos de Cocaína encontrados en bodegas de San Salvador sin una sola captura, asesinato de un Agente de la DEA que investigaba el narcotráfico en San Salvador, nuevos ricos de la noche a la mañana con redes comerciales impresionantes, transferencia de dinero a terceros países sin control alguno, sin olvidar los casos de corrupción de entidades financieras como Finsepro e Insepro… etc.
¿Cómo hacer el bien en tiempos de crisis? Pensemos en la administración transparente de los dineros públicos; para esta administración y para la siguiente. En el siglo XXI, “el bien” tiende a considerarse más social y menos individual, debemos entender “el bien (social) en un mundo decadente”, como un punto visible en la defensa del empleo; un punto de coincidencia para todos. El bien social implica eliminar la corrupción, porque la corrupción también asesina inocentes.
El bien social esta en completa oposición a la opulencia y el dispendio de los nuevos ricos enriquecidos con dinero del pueblo, esos personajes como Bernard Madoff en Estados Unidos y sus homólogos locales, ellos no dudan en tomar el dinero ajeno para sus propios objetivos. Además es un buen momento para pensar en realidades, “nada de alfombras mágicas para castillos en el aire”.
Así como están las cosas en la economía mundial, los lujos parecen malas palabras, a pesar que algunos cínicos insisten en afirmar que “no es para tanto”, porque el mundo esta diseñado de esa forma.
Ahora que estalló la burbuja crediticia en el primer mundo y que ese desastre anuncia su presencia, los “lujitos” parece que serán parte de las ficciones, porque la economía no da para más. Los bancos del primer mundo colapsan y nosotros varados en la periferia: ¿tendremos reservas monetarias necesarias para salvarnos? ¿O dejaremos de cumplir compromisos internacionales?..
Adiós a los lujos, deberemos conformarnos con lo básico, que en toda la línea de la palabra es la sencillez de la austeridad.
“El bien en un mundo decadente” quizás signifique un solo concepto: el trabajo honrado y la transparencia en la administración de los dineros del pueblo.
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El bien social