En estos momentos difíciles en todo el horizonte nacional, la Ley Antipandillas se convierte en un instrumento más del arsenal de la sociedad civil versus la acción constante de grupos dedicados a delinquir, acción aclamada por los ciudadanos honrados que poco tienen en su defensa ante la intemperie de esas agrupaciones del mal.
La Ley no es el final del camino, es apenas el inicio de un largo camino para reorientar a mucho jóvenes que transitan por el sendero equivocado y aunque las palabras “se las lleva el viento” la esperanza de la sociedad salvadoreña tiene más alcance que muchos discursos temporales, al igual que la férrea voluntad nacional de no ceder ante las amenazas delictivas.
La sociedad ha iniciado diversos proyectos durante años anteriores para cambiar esta amenaza las pandillas, esfuerzos auténticos de corregir el desvío de muchos jóvenes mal orientados, pero la realidad parece negar todo intento de re-educación ¿qué podemos hacer para cambiar el rumbo de esta condición? En realidad no existe respuesta única, sino un complejo de experiencias de otras naciones con modelos exitosos pero que han requerido de gran apoyo gubernamental, iniciativa privada, sociedad civil e instituciones humanitarias, participación ciudadana; además como si fuera poco los programas de cambio de alimentos por armas y otras especies han contribuido significativamente al avance de pacificar zonas urbanas en otras naciones.
El conjunto de las agrupaciones ilícitas parece nutrirse de un combustible exterior: las drogas y el narcotráfico, en este rubro la tendencias internacionales parecen coincidir en que no existe mejor tratamiento que construir una sociedad de naciones para unir esfuerzos que coincidan en el tratamiento de este flagelo, la gama de tratamientos es un mosaico de acciones que van desde apoyo logístico, hasta bases militares.
El conjunto de las anteriores acciones también se acompañaron de reintegración para exconvictos que demanda mucha especialización y prolongados modelos de vigilancia, no obstante han logrado significativos avances en aquellas sociedades de primer mundo.
Nuestro caso sobre el tratamiento de este fenómeno social, tiene el defecto de considerarse político, casi un tema electoral, cuando en realidad el combustible inicial de este cáncer excede los intereses de los partidos políticos, silenciosamente la presencia de las drogas se convierte en una experiencia cotidiana, de ahí parte la descomposición de los jóvenes.
Nuestra sociedad no lucha contra los jóvenes, nuestra democracia tampoco tiene como objetivo incrementar la violencia en todos los niveles, mucho menos cerrar los espacios de reintegración de sus miembros, prácticamente las leyes responden al modelo delictivo, pero también pueden en su momento proponer modelos de promoción social.
Así las leyes son un componente del conjunto social y no únicamente el sector gubernamental, implican a los sectores sociales estratégicos principalmente y la Iniciativa Privada, puesto que el objetivo no debe confundirse con el triunfo o fracaso de una administración, sino como el avance nacional hacia el desarrollo y la democracia, de esta forma unimos a la nación sobre cualquier amenaza interna o externa.
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