Caralvá
Es mejor pensar que viviremos un estado crónico de irregularidades de todos los niveles, a creer que las inclemencias económicas y sociales desaparecerán de la noche a la mañana.
Me inclino a pensar que muchos de los problemas que nos acechan son producto de la grave crisis económica que vivimos y en su momento se asocia a nuevas formas de gobernabilidad en democracia; en realidad esta condición coloca a nuestras instituciones en tensión hacia la reforma o hacia nuevos acuerdos políticos que permitan sobrevivir a la nación.
Hace unos meses era impensable la fragmentación de la mayor estructura de derecha de los últimos 20 años, pero su actual dispersión permite visualizar el surgimiento de nuevas alianzas que han creado fuerzas de intervención, las cuales modifican el panorama legislativo con ramificaciones nacionales… ¿podría ser el resultado de la crisis económica o un nuevo consenso hacia la gobernabilidad?.
La nueva administración se enfrenta a una historia negativa de cuotas de poder, con grupos poderosos pro-oligárquicos acostumbrados a proteger sus intereses por encima de todo y con el sistema jurídico a su favor; con viejos modelos que hacen ver a la administración subordinada al gran capital, en lugar de los intereses de la nación.
En ese sentido, las reformas son necesarias para muchos cambios que se requieren con urgencia.
Nuestro sistema político salvadoreño funciona para procesar los problemas económicos o sociales que el mercado y la nación no pueda resolver por si solos, de tal forma que si no se pueden resolver, entonces entramos en crisis. Las soluciones conocidas en nuestra nación de eventos de esa naturaleza en otros tiempos fueron el autoritarismo o las dictaduras, pero a partir de fin del conflicto civil, las crisis se han solucionado con la apertura democrática y reformas, pero en los últimos 20 años los grupos de presión en el poder se convirtieron en bloques de ostentación que dejaron fuera a nuevos grupos económicos, los cuales perjudicados en todos sus negocios y acceso a la política muestran ahora su fragmentación.
En la nación existe esa tradición negativa de resolver los conflictos a fuerza de choques y presiones constantes, alejadas de opciones democráticas, por que la sociedad no tiene mecanismos para resolverlos y existen tantos lastres que no existe solución posible, así las crisis viven ciclos perpetuos. ¿Acaso no es tiempo de solucionarlos por nuevas vías democráticas y participativas?.
Por estas razones las reformas deben ser el parámetro para regular los conflictos y permitir las opciones democráticas.
En los próximos meses las demandas sociales y económicas pueden aumentar por factores externos, la apertura a las demandas puede ser la clave de las soluciones mientras se propicia la estabilidad institucional.
En la misma línea de artículos anteriores, la presidencia de la república es la principal fuente de consensos y acuerdos nacionales, reconocer esta condición es la base de la estabilidad democrática.
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