caralvá
Una fotografía social de la realidad política salvadoreña captaría una moderada crisis de gobernabilidad, por lo siguiente: un presidencialismo fuerte, casi autocrático y un parlamento que no logra mayoría calificada, esta condición tiene por resultado una división profunda en la conducción de la nación, porque la ausencia de acuerdos mínimos produce “leyes” que se colocan en la frontera de lo legal e ilegal.
Presidencialismo versus parlamentarismo sin acuerdos políticos estratégicos, puede desembocar en una parálisis ejecutiva como los casos conocidos de la aprobación de préstamos internacional o la imposición de figuras económicas sin mayoría calificada que limitan con lo ilegal. A la inversa las iniciativas políticas del parlamento simplemente son vetadas por el poder ejecutivo.
Pero este juego de presidencialismo fuerte versus parlamentarismo débil o parlamentarismo fuerte y presidencialismo débil, no es la democracia que la ciudadanía desea al votar por tal o cual partido, porque la población tiene por vocación elevar su calidad de vida en todos los planos posibles.
El desacuerdo de la clase política genera crisis que tienen diferentes intensidades y períodos de tiempo, al afirmar que el momento es moderadamente crítico, nos referimos a las distancias políticas entre los partidos políticos que impiden el acercamiento necesario para “acuerdos mínimos”, lo cual tiene consecuencias sociales.
La cultura política salvadoreña desconoce el significado de una plataforma de acuerdos mínimos, mucho menos una declaración de intensiones para los siguientes años… ¿para qué servirían estas declaraciones? Para dar respuestas a las apremiantes urgencias sociales: el costo de la vida, la falta de oportunidad de empleos, delincuencia, narcotráfico, crimen organizado, precio de los hidrocarburos, emigración… etc.
La clase política tiene la enorme responsabilidad de responder ante las demandas populares, puesto que los efectos sociales de estos acontecimientos afectan a miles de ciudadanos, el caso de la seguridad pública es notorio, a tal grado que el llamado que realizan algunas naciones a sus ciudadanos sobre las condiciones de riesgo de visitar nuestra nación, debe ser motivo para allanar acuerdos entre la clase política.
Debemos insistir en que el plano de las discusiones debe ser en primer lugar la crisis social en sus diversas expresiones: delincuencial, económica, hidrocarburos… etc en segundo plano la diferencia política, en este segundo plano hemos vivido muchos años y el horizonte que se dibuja para los siguientes años es depresivo.
Cabe preguntarnos sobre la clase política en general: ¿es la política para hacer el bien? como elemento natural del derecho o solamente es para justificar el modo de vida de los miembros de los partidos, puesto que su función de “tomar decisiones” a favor de la nación no se cumple.
Por esta razón debemos insistir en una nueva Cultura política que ofrezca soluciones a los problemas y no solamente una justificación de gastos públicos.
El economista español Enrique Fuentes Quintana nos habría recomendado: “los pactos son una ocasión de convergencia entre crisis general y oportunidades democráticas” estos pactos son el clamor popular, los cuales legitiman a la clase política no la devalúan.
http://www.diariocolatino.com/opiniones/detalles.asp?NewsID=3702
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En medio de la crisis: oportunidades democráticas