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otoniel guevara

  • Leyendas Café Bar: Canción enferma

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    Caralvá




    Ayer, por una extraña coincidencia era 24 de marzo, fecha martirial: Monseñor Romero, amado espíritu de paz, 1980.

    Y otro 24 de marzo 1990 nacía el 3000, Suplemento Cultural.

    Y(o) un 24 de marzo 2009 recibía una extraña invitación poética: Leyendas Café Bar, Sobre los tejados del mundo... Recital Otoniel Guevara... libro: Canción enferma.

    Mi hija me pidió llegar por ella a las 20:00 horas... quizás era la justicia "temporal" de la poesía... mi castigo: asistir.

    Aquello era una perfecta capilla de artistas. Al intentar llegar me extravié, gire con mi auto 360 grados en una zona llamada Col. San José..por el antiguo cine Vieytez.. pero por fin localicé un nombre que colgaba en su entrada: ¡Leyendas... café bar!

    El evento era a las 20:00, llegué mucho antes, porque sabía que no podía esperar la aurora del nuevo libro, solo la víspera... mi traje de oficina, con la elegancia de las telecomunicaciones brillaba por su oscuridad serena en ese ambiente gótico, es penumbroso y con sillas altas, maderas con marcos en tirones, una casa familiar convertida en iglesia de poetas... perfecta.

    Mi auto vigilante reposó casi a la puerta, mientras una jauría de adolescentes jugaba basketball con el mayor desinterés político, perseguían la pelota al igual que nosotros la notoriedad a los 80 años, siempre con la garra a cuestas y el deseo por delante... Entré como vampiro con mi traje de gala, recorrí la estancia vacía, unos pasos más y unos jóvenes con la bohemia por escudo detectaron mi presencia, identifiqué que eran los tenderos, mientras parejas de lobos con pequeñas ovejas escondían sus furtivas palabras, otros lobos albos con acentos transatlánticos jugaban con cervezas locales, los ojos del mundo parecían posarse en mi traje de vampiro, entonces en silencio decidí regresar al umbral... antes visité el migitorio privado convertido en público en ese sitio, que tenía los extraños nombres: Cipitíos y el de las mujeres: Sigüanabas... elegantes descriptores.

    En realidad mi traje de dragón se ponía caliente en medio de un lugar tan frío. Espere la llegada del poeta y así fue... no defraudó mi adelantado encuentro.




    Un saludo, unas palabras, le compré dos libros, un divertimento de metáforas, la llamada a Javier Alas, las hijas de Otoniel, un amigo. El libro, mi despedida.




    Tenía la extraña sensación del deja vú en la piel, otros lugares, el sentimiento de fuga, la palabra, cafés-bar de sitios ausentes, el 3000 bajo fuego "amigo"..Otoniel al final es un genuino poeta, vive ahí, con sus armas y nobleza entre mesas de taberna, entre penumbras y cervezas, entre amigos y amigas tan cercanos como la India y San Salvador, recordé los viejos encuentros del 3000 hace muchos años, la alegría ritual ligera y escapularia, como un cinto perfecto coronando al sol. Aquello era demasiado para continuar la noche, mi traje lapidario delataba mi añejo planeta hermético, Otoniel y su mundo alrededor a la inversa del mío, claro por supuesto, no era su funeral, sino el mío.. Entonces decidí salir, mi cuerpo expelía un olor a ciprés infantil, tímido y consistente... mi auto palpitaba sonido: Highway to Hell AC DC.

    En el libro, mi amigo Otoniel escribió: “Para mi querido César Caralvá entusiasmado de tenerte como el primer dueño de este libro, en esta fecha de felices aniversarios compartidos… con cariño Otoniel Guevara… 24MAR009 ”.




    Gracias Otoniel por: Canción enferma.

  • La Post(re)unión: Sanborns

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    Caralvá

    Tomé el auto, con el pensamiento “clavado” en asistir al evento cultural de la presentación del libro: Poetas (por) El Salvador de María Poumier.
    El auto no podía correr a mayor velocidad que una aguja de reloj en “su” minuto, no más…
    A pesar de todo escuchar música es un escape al nirvana en nuestra condición globalizada, nos permite comparar una extraña melodía y otras, que aportan excusas a la difícil condición asalariada; pero la música tiene ese potencial de causar distorsión y evasión de nuestras calles.
    Ahí iba con mi autito japonés, con prisa pero con 50 vehículos antes que yo en la misma Alameda. Se llama Alameda Roosevelt y no veo ningún álamo, hay árboles pero en franca extinción ninguno de ellos: álamo. No obstante esos pequeños detalles, si puedo ver las peleas del carril con los “gentleman” que manejan los colectivos, lanzan sus unidades sin previa advertencia, con sus buses gigantes al lado de mi autito monoplaza, ¿quizás no me ven? pero aunque así fuera, igual… ellos con furia: “sobre el carril que desean y qué”.
    Armado solo de un silbato de boyscout mi auto responde la agresión, pero es en vano, el gigante enlatado parte la calle como rebanada de mantequilla. No veo ningún valiente que se oponga a la bestia humeante, al menos eso consuela, no soy el único que frena ante el anunciado destino de muchos que prefirieron osar avanzar unos cuantos centímetros al paso del armatoste.
    Pero desde luego con mucha paciencia, salimos por fin del tráfico, habían transcurrido casi 30 minutos para un trayecto que se puede hacer en 3 minutos en horas sin pico, porque ahora se llama: “Hora pico” al desastre del tráfico; pero sin pico me recuerda muchas cosas: pequeñas aves verdes, la edad de quienes han pasado el límite del mercado laboral, también el límite de soltería, si lo prefieren el costo de la gasolina en fracciones y las explicaciones al intentar pagar las deudas…
    Mi objetivo era llegar, en ocasiones la palabra “otorgada” vale demasiado, esa era mi condición ineludible en la IV Feria Internacional del libro y material didáctico..
    Previamente una llamada de Javier anunció la presentación del libro: Poetas (por) El Salvador de María Poumier en Metrocentro, refirió la “rotonda”, no tenía idea donde era, discutimos y me pareció que era un espacio circular en la 8ª. Etapa, ubicado a la entrada oriente del centro comercial. La cita era a las 6 de la tarde, exactamente la hora de mi salida de la oficina, hasta ahí todo bien, excepto que no se necesita ser profeta para anunciar una llegada tardía cuando coinciden horas y distancias muy dispares.
    Al dejar la alameda, tratar de encontrar estacionamiento parecía ser lo mismo que sacarse la lotería, era otra conspiración del tiempo; debí hacer 3 rotaciones en busca de un sitio, pero al final encontré uno, bastante lejano pero no tan lejos para incumplir con la palabra, ni modo, era el caso: la palabra versus la voluntad de asistir.
    Al llegar, el sitio no era donde pensé, ni por cerca la rotonda, la Feria de Libros estaba ubicada en un subnivel de aparcamiento techado, eso si, de metrocentro; me impresionó observar la disposición de la Feria en un estacionamiento de autos, pero acostumbrado a la intemperie de la poesía nacional, la Feria era simplemente el cielo en la tierra, al recorrerla pude ver como de las penumbras y la estantería metálica brotaban destellos de luz con autores luminosos, editoriales globales que jamás han publicado un autor nacional (aunque sospechosamente comienzan a revisar esa norma) y la maravillosa lección de las editoriales nacionales, con escritores a quienes podemos estrechar su mano y otros a quienes debemos agradecer haberse tomado el trabajo de anotar sus palabras como herencia de este pequeño país, pero al menos hay variedad de selección para todos los gustos, con esto de la globalización autores premiados con el Nobel conviven junto a modestos escritores noveles, no es cuestión de sonido de palabras, sino de realidades de estacionamientos.
    Encontré al final del aparcamiento, una mesa vacía y unas cuantas filas de sillas en disposición de auditorio, dispersos en coloquios mis amigos: Javier, Otoniel, Luis Chávez, Luis Melgar, Mario Noel y otros, pero la presentación del libro había finalizado. Observé que algunos tenían entre sus manos el libro, sentí un sentimiento de orfandad, no sabía quién los vendía, los regalaba o si eran muestras, conversé brevemente y la noche lluviosa invitaba a la tertulia, la propuesta fue aceptada y en el camino encontramos la Editorial Delgado, por fin pude tener el libro en mis manos.


    En Sanborns: tertulia de poetas en El Salvador.

    “Allá la zona de no fumar, ¿dónde esta la zona que permite reír?”: Otoniel Guevara

    “Siempre que te leo estás peleando”: Luis Chávez

    “Celebramos el mes de la patria”: Luis Melgar Brizuela

    “Ahora comemos en la misma pizzería destartalada ”: Javier Alas


    Así recorrimos frases de autores nacionales e internacionales, algunos infaltables, incluso unas fotos, que no eran en U Fleku (Praga).
    Compartimos: Pan (con ajo) y Vino, coronas, ligths y chocolates, en la zona familiar, muy lejos del bar… para fortuna de la poesía.
    La cuenta…es otro cuento.
    “Envejecer es aburguesarse” ….a lo mejor, en el fondo es el amor por la poesía la máxima unión de la palabra. Una mujer llamada María Poumier con Poetas por El Salvador nos convocó, en la insospechada conspiración. Teníamos en esa reunión al menos dos banderas: una del tiempo y la otra el amor por la poesía.
    Y recordé aquellas palabras de R.Dalton

    “cuando salimos no llovía más
    Mi madre me riñó por llegar tarde a casa”.
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    Video Poetas El Salvador: André Cruchaga, Luis Chávez, César A Ramírez A Caralvá