Caralvá
Debemos distinguir entre el concepto de cultura similar al grado académico o años de escolaridad, con la cultura del Estado la cual puede calificarse de oficial. En el siglo pasado cada gobierno imprimió su sello característico a este rubro, promoviendo a sus intelectuales bajo la llamada cultura gubernamental, así puede distinguirse desde 1932 un énfasis en elementos como: caudillismo, autoritarismo, anticomunismo etc., al igual que negó la existencia de pueblos originales con su lengua nahuat, sus tradiciones y la existencia de los afrosalvadoreños, además negó el aporte de indios y afrosalvadoreños en las gestas de la independencia; fue durante el martinato la “refundación” de la República a partir de una nación “sin razas inferiores”, con características filonazis, amparada falsamente en los principios de la teosofía.
Desde aquellas lejanas épocas el carácter autoritario fue el signo distintivo de la dictadura, todo signo de oposición era simplemente comunista.
Así transcurre gran parte del siglo XX, la cultura se refugia en la clandestinidad con expresiones emanadas en: estudios, libros, obras de teatro, pinturas y otras promovidas principalmente en la Universidad de El Salvador, los autores considerados de izquierda no son publicados en los medios oficiales, Roque Dalton es el más significativo de esa etapa.
Podríamos resumir ese largo período como un ciclo de exclusión de las expresiones culturales de izquierda, considerada como opositora al autoritarismo.
A finales del siglo XX, coincidiendo con el fin de la guerra fría, finalizó la guerra civil que reflejó la riqueza creativa en el arte, en parte por la diáspora, en otras por el esfuerzo personal de muchos artistas, la guerra impuso la concepción del arte ideológico, ello sería aceptable para un momento de guerra, pero no en tiempos de postguerra.
En la época de postguerra el signo característico que marcó un cambio en el quehacer cultural fue la fundación del Suplemento Cultural 3000 en 1990, además de diversas expresiones de acciones artísticas como: La Luna Casa y Arte fundada en 1991, que promovieron el carácter plural de la emergente sociedad en paz; jamás en la historia nacional existió ese momento creativo. En ese período coincidió la explosión literaria y artística, con el movimiento revolucionario en la naciente sociedad democrática. De aquella época existen fieles testimonios impresos que dan fe del florecimiento cultural. Transcurridos veinte años la política oficial no incluyó a los pueblos originales, ni a su lengua, tampoco el rescate de sus mitos o leyendas, no ha existido tampoco su inclusión en la Constitución de la República que reconozca sus derechos étnicos ni su aporte en la creación de pueblos en la nación, es una omisión dolorosa; los anteriores elementos deben acompañarse de una lectura histórica genuina que elimine el mote de comunistas a la etnia que participó en los motines de 1932, puesto que fue un invento para justificar la matanza, los verdaderos motivos fueron: fraude electoral, despojo de tierras ejidales, expulsión forzada de sus tierras ancestrales, etc. la manipulación de estos conceptos es otra historia.
El impulso de la cultura de paz debe iniciarse por la Historia e indicar la ruta hacia una nueva nación. El contenido genuino de esta cultura, debe ser pluriétnica, pluricultural, plurilingüistica y en estos tiempos transglobal, que recupere la identidad perdida durante siglos.
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