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postguerra

  • Diálogo permanente, para el cambio social

     

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    Caralvá

     

    Aunque suene anacrónico, el diálogo debería ser el verdadero logro de nuestra sociedad después del Acuerdo de Paz de 1992. Este ejercicio vital para finalizar la guerra, dio paso a la consolidación del proceso democrático con los mecanismos institucionales, pero el espíritu del diálogo desapareció al instaurar los eventos tradicionales de la democracia formal, el ejercicio del diálogo se disolvió y se colgó en un pergamino como un buen recuerdo del pasado.

    Sucesivas administraciones no usaron este instrumento, porque no lo consideraron decisivo o han limitado su accionar solo a eventos cruciales dentro de la Asamblea Legislativa, no obstante nuestra sociedad requiere de nuevos instrumentos que incluya a los sectores de trabajadores y asociaciones legales para que el diálogo se convierta  en una acción política y construya una cultura política de negociación.

    La cultura política de negociación es un proceso educativo donde se aprende a valorar las razones del otro, con criterios constructivos y propuestas nacionales.

    Ahora nuestra sociedad se enfrenta a desafíos que ponen en peligro tanto a trabajadores como a empresarios y todas las clases sociales.  El ascenso de las acciones delincuenciales y las violaciones a los derechos humanos de los grupo ilegales es tan grotesco que la ciudadanía clama por soluciones.

    Corresponde a la clase política contribuir con el diálogo en busca de soluciones posibles con responsabilidad. 

    Hace unos días dos honradas ciudadanas fueron acribilladas por sicarios, en otro sitio un policía y su familia corrió la misma suerte y esta saga de acciones no puede tener otro calificativo que terrorismo.

    El asesinato de los trabajadores del transporte colectivo, taxistas, vendedores informales, artesanos, etc., sin ninguna oportunidad de defensa, parece una práctica de violencia indiscriminada, que debe ser calificada como terrorismo.

    El mecanismo de diálogo para  buscar soluciones a estas acciones debería unir a la clase política y a todos los sectores sociales hacia las soluciones nacionales.

    Las asociaciones ilícitas denominadas maras son una severa amenaza nacional, que requieren de un instrumento estratégico de diálogo permanente entre la clase política y sectores nacionales  que proponga acciones a corto plazo, puesto que cada día lamentamos la pérdida de valiosos y honrados ciudadanos ¿Por cuánto tiempo?.

    La cultura política del diálogo debe construirse a partir de estos elementos, facilitando la participación y la información, contribuyendo al ejercicio de los derechos ciudadanos y participando en las soluciones correspondientes.

    No debemos pensar que los mecanismos democráticos están agotados ante este problema, porque es mejor recuperar este instrumento que nos permita avanzar hacia consensos y convergencias para optar por las mejores decisiones que favorezcan a los más afectados por la violencia: el pueblo trabajador.

    www.cesarramirezcaralva.com