Caralvá
En pocos años acontecieron en nuestra sociedad cambios culturales notables, más por las personas involucradas que por los resultados obtenidos, me parece que debe recordarnos el libro: La cultura y el Estado/David Lloyd y Paul Thomas, quién desarrolla elementos para caracterizar estos conceptos. Pero debemos enfocarnos en nuestra realidad salvadoreña, más latinoamericana que europea o norteamericana, esta situación en relación al “nosotros” refiere: ¿cultura y sociedad? o acaso será ¿Cultura y Estado? como lo plantean los autores indicados, en cualquier caso debemos partir que nuestra historia durante siglos difiere de proa a popa con cualquiera otra sociedad y cultura fuera de nuestra condición geográfica, no obstante es más parecida a la Centroamérica o Latinoamérica, a partir de la conquista española; si avanzamos sobre ese camino apenas hemos recorrido doscientos años de nuestros iniciales esfuerzos de cultura y sociedad al declarar la independencia. Si focalizamos concretamente a El Salvador en sus condiciones culturales a partir del siglo XX, surgen inmediatamente ideas hegemónicas relacionadas sobre: ¿qué se considera cultura y contracultura? en general a principios del siglo XX la noción general más aceptada era que todo el arte llega de Europa, lo contrario es contracultura, entonces podemos leer las influencias en el arte, esa condición nos hacía más o menos “modernos”, pero no lo suficiente para elevar los niveles educativos, de salud o producción; en ese mismo aspecto el desarrollo social agrario, monoproductivo, pero sin democracia no permitió el trinomio: cultura-libertad-desarrollo, lo cual se expresó en excluyentes acciones orientadas hacia el fortalecimiento del autoritarismo y el caudillismo, el arte no avanza en la participación, ni en la iniciativa de las escuelas humanísticas, creando una división profunda entre la cultura oficial y otras expresiones artísticas. Recordemos que el arte por naturaleza es asociativo, pero en nuestra nación la libertad de asociación fue similar a organización subversiva. Las expresiones de finales del siglo XX e inicios del siglo XXI dentro de los movimientos sociales son condiciones aclamadas y vilipendiadas de acuerdo al sector que se defienda, de estas claras expresiones: ¿qué encontramos en el período de postguerra?... Es evidente que las expresiones culturales del cambio democrático son muy pocas, pero significativas. No se debe esperar milagros en tampoco tiempo, pero existen asociaciones culturales vigentes en estos últimos veinte años, puesto que la cultura no puede reducirse a una ley, pero si a una política de Estado y a la sociedad democrática a la que aspiramos, que incluya a los pueblos originales, la historia, su lengua, sus tradiciones y el aporte significativo hacia la representación cultural en sus diversas expresiones. El problema de la cultura es si ésta cultura oficial nos representa en las diversas expresiones, puesto que todas las expresiones: políticas o culturales son delegadas a partidos políticos o identificables en diversas personalidades, por esta razón muchos ciudadanos aplauden y otros rechiflan diversas acciones, si este es el caso, la cultura también debe coincidir en representaciones creíbles, en identificaciones hacia la nación, con un sentido democrático en construcción. Quizás ese es el principio de la (de)construcción cultural en el siglo XXI, la representación cultural para el cambio y todo lo demás.