Caralvá
Las siguientes líneas fueron publicadas en este centenario periódico el 5 de febrero de 2009: “Es un tiempo de extremo peligro para las democracias emergentes y otras consolidadas, porque apelando a la fragilidad económica, el poder puede concentrarse súbitamente en cualquier personaje y constituir un dictador; pero una dictadura, ¡ni Dios lo quiera! como escribían en el siglo XVIII los diplomáticos en sus convenios, sería la ruina para nuestras naciones, no solo por la pérdida institucional, sino porque toda postración social se canalizaría hacia otro cambio social, repitiendo la misma historia del Coronel Aureliano Buendía en Cien Años de Soledad”.
Lo pueden ubicar en Google con el título: Crisis económica (en desarrollo), al encontrarlo podrán observar que tiene el primer lugar entre 2,500,000 de entradas, condición que en realidad nos hace sentir muy orgullosos del trabajo que realizamos.
Pero las líneas antes indicadas, eran la premonición del catastrófico evento del 28 de junio de 2009 en la República de Honduras, cuando una acción de las Fuerzas Armadas de esa nación arresta y expulsa al presidente constitucional Manuel Zelaya e inaugura una dictadura bajo la dirección de Roberto Micheletti; este acontecimiento es una realidad 4 meses después, pero esta relación no es un producto mágico, es la comprensión de la historia y los espejos de eventos similares en condiciones muy parecidas.
Al fondo de este Golpe de Estado observamos la crisis económica, la cual esta presente antes y después de este fenómeno social. El Golpe de Estado tiene muchos agravantes, tantos que la dictadura se arriesga a empeñar su futuro económico en los siguientes diez años al impedir el retorno a la democracia propuesta en la mesa de negociaciones de Costa Rica, su terquedad orienta a la nación de Honduras hacia el colapso de su sistema económico, precio impuesto a los más pobres por la ambición de poder de unos cuantos hondureños “aspirantes a tiranos”.
Si el caso de Honduras es una realidad y la comunidad internacional no hace nada, entonces ¿qué impide que nuestra nación repita ese camino? En otras palabras: “a nosotros se refiere el cuento”.
Quizás ahora comencemos a tener un poco más de respeto por la Historia.
Y ante la crisis económica, la clase política debe fomentar sus encuentros para disminuir las tensiones de diversos sectores, debe propiciar entendimientos básicos sobre los Derechos Humanos y no imponer bloqueos de calles u otras acciones que lesionan a miles de ciudadanos, a fin de cuentas la misión de un político es: “hacer el bien”. Debe reseñarse que estas acciones no acumulan buena imagen para sus promotores, ni defienden a los trabajadores en sus legítimas aspiraciones de estabilidad laboral, por el contrario demuestran el verdadero rostro de algunos políticos y sus desmedidas ambiciones de poder.
Al menos la historia nos ilustra sobre el camino a seguir: la institucionalidad y la construcción de la democracia en todos los niveles, puesto que constituyen la mejor respuesta para la gobernabilidad.
Si en la República de Honduras la crisis económica y la mala política hacen impacto en toda su extensión, es tiempo de preparar el camino para evitar ese mal destino; la clase política salvadoreña debe crear puntos de encuentro y no propiciar acciones que solo afectan a los trabajadores.