Caralvá
Fuentes oficiales revelan las crecientes deportaciones de salvadoreños por parte de Estados Unidos de América; nuestros compatriotas en su mayoría han huido de la pobreza nacional y han creado su propia solución al problema del desempleo.
El desequilibrio más extremo es nuestra realidad económica, factor que genera riqueza y pobreza, no es correcto afirmar que la sociedad en general esta mal, porque existen grandes conglomerados que no están nada mal, nos atrevemos a afirmar que algunos sectores viven el mejor momento económico de su historia, en contraparte otros sectores sociales hacen milagros para sobrevivir día con día.
Es el momento de reinterpretar nuestro modelo de igualdad y economía, puesto que vivimos una transición capitalista, que tiene su expresión más dramática en los emigrantes. Da la impresión que esta transición capitalista se debe al cambio de las relaciones sociales de producción en el campo, el cual ha agotado su modelo tradicional provocando la expulsión de los trabajadores agrarios hacia las ciudades y fuera de la nación. Esto nos recuerda los procesos de industrialización de los modelos capitalistas a finales del siglo XVIII y principios del XIX en Europa, donde se promulgaron leyes contra la vagancia, las cuales no era otra cosa que la obligación a trabajar en las fábricas. Pero esos mismos elementos parece que se repiten en un mundo más poblado 2 siglos después y en forma simultánea en todos los continentes. ¿Qué significan las emigraciones hacia Europa, Estados Unidos o los centros comerciales asiáticos?, significan una acomodación local hacia el capitalismo universal, donde los emigrantes buscan los mejores mercados para vender su fuerza de trabajo, la diferencia es que en siglos pasados fueron expulsados por otros medios, ahora la pobreza hace ese trabajo. Los emigrantes ratifican la victoria capitalista a nivel planetario.
Como en siglos anteriores nuestros intereses están junto a los emigrantes, que no son más que trabajadores universales, ellos buscan su realización capitalista y justamente donde están los centros de producción mundiales. La tragedia es que no todos los emigrantes logran llegar a su destino, tampoco logran insertarse en los medios de producción y se ven obligados a trabajar a destajo.
Somos testigos del surgimiento de un Gobierno mundial, donde precisamente estos emigrantes luchan por una nueva ciudadanía, (como en el siglo XVIII Y XIX); pero no olvidemos que son los trabajadores quienes cambian las leyes y abren los caminos de las grandes reformas.
La historia demuestra que estos cambios no serán pacíficos, acusados de cualquier mal los trabajadores emigrantes deberán pagar un alto precio por su valentía de incorporarse al capitalismo mundial.
Los siguientes 50 años deberíamos dedicarlos a la defensa de los emigrantes porque ellos tienen la semilla de la nueva nacionalidad universal, propiciando el derecho a residir donde existan fuentes de empleo y no donde fronteras artificiales señalen límites que avergüenzan a la humanidad.
Defender a los emigrantes debe ser nuestro máximo interés en los Estados Unidos de América.
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