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Repensar nuestro presente

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Caralvá

Cada cierto tiempo en el siglo XX acontecía un Golpe de Estado, un cuartelazo que a nombre de la ciudadanía rescataba el valor constitucional e inauguraba un nuevo orden cívico. Pero al menos a principios del siglo XXI, esta nueva era democrática comienza a perfilarse un nuevo concepto de Cultura Política, un elemento que hace pocos años no podía ser entendido simplemente por las condiciones de facto imperantes y aún ahora son debatidos porque la naciente democracia necesita tiempo para cambiar esquemas y construirse constantemente, porque la Cultura Política a fin de cuentas no es una meta, es un nivel de constante innovación y movimiento. En profundidad la construcción de la cultura política es la cooperación y confianza de partidos políticos hacia objetivos nacionales.
Poco a poco se van perfilando esquemas de comprensión y entendimiento entre la clase política, elementos como sociedad y gobierno, convergencias y polémicas; muchos de estos planos son inéditos, pero son empujados por las grandes influencias internacionales, principalmente Estados Unidos de América. El movimiento dominante deja de ser político y pasa a ser económico, situación nada nueva en la economía mundial, pero si en nuestra pequeña nación. La globalización de nuestra economía en sus áreas estratégicas es un signo evidente de la tendencia local.
Al abordar este tema, poco a poco la sociedad en conjunto camina hacia la identificación de puntos de equilibrio/desequilibrio por ejemplo: lo público y lo privado, reformas constitucionales y lo histórico, coacción y solidaridad, aspecto nacional e internacional.
Bajo una nueva cultura política debemos entender que en este momento vivimos una democracia que debe construirse, no una contienda de vida o muerte entre planos ideológicos opuestos, no se deben repetir esos estribillos o cánticos hipnóticos que solo sirven para alentar el odio y la violencia, condiciones que no invitan a pensar, solo invitan a eliminar al adversario, solo a la muerte sin miseria.
En este marco teórico, no debemos olvidar los grupos antisistema, estos no son únicamente ideológicos, su variedad incluye extremismos, de igual forma religiosos o unidos al narcotráfico, estos grupos desesperados luchan fuera del marco legal, no tienen capacidad normativa y en determinados casos buscan su encuentro con la legalidad para favorecer sus acciones ilegales, las huellas de estos grupos que corrompen las estructuras legales así como sus negocios están en muchos casos a la vista de la ciudadanía, casos de enriquecimiento “inexplicable” dentro de estructuras institucionales son un grave peligro para la nación, por esta razón debemos alentar la independencia democrática, la libertad individual, los derechos ciudadanos, la iniciativa privada.
Al menos por esta independencia democrática a los ciudadanos no debe ocurrirles nada, ni en sus derechos ni en sus libertades, porque a fin de cuentas un Partido Político no es el Estado y como lo ha señalado el autor L.F. Aguilar: “la ideología tampoco es la constitución política”.
De esta forma al menos la nueva cultura política nos invita a repensar nuestro presente.
http://www.diariocolatino.com/es/20070913/opiniones/47089/

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