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La primavera salvadoreña, recuerda España (6)

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Caralvá

Día 5 (19 antes del 10 de mayo)

La primavera tiene 43 votos, los líderes 3,000 y pico.
Me alegra, tenemos un enorme sentido ascendente, la diferencia es muy poca, amigos y amigas, no perdamos de vista que la primavera es vida y espíritu, canto y esperanza, ningún número quitará de nuestros espíritu el ejercicio democrático de un voto.
Y bien, el día transcurre con tanta velocidad que apenas puedo respirar e intentar escribir, las demandas laborales son increíbles, parece que la empresa reposa en mi ordenador, en un segundo envío respuestas para diversas áreas, pero ellos antes colocaron en copia de archivo a un número de personas que en mi vida conoceré, no entiendo, a sus demandas respondo con firmeza y a sus cuestionamientos, argumentos irrefutables, no entiendo para que exponerse tanto, bastaría con una llamada y una explicación técnica, pero algunos desean demostrar un error imaginario y los equivocados son ellos, pobres, al final el silencio muy satisfactorio para mis intereses.
Así el día tiene cargas de adrenalina insospechadas, pero a cada una de ellas se les debe tratar con calma, una por una.
Pienso en La primavera, su destino y siento tanto cariño por ella como una mascota ritual, me acompaña, está ahí y ahora la veo en la pantalla de mi ordenador, es conmovedor el momento ¿cómo estás tan lejos?.
Durante el día pienso en acciones y más acciones para invocar a las fuerzas celestiales, pero me reprimo, aún no es tiempo de clamar por una revolución en plena primavera, luego la lista de mis amigos parece agotarse, no he querido recurrir al “click ZZ usuarios” porque entonces seguro le envío una petición al presidente y eso tendría por resultado las temibles llamadas de Recursos Humanos, muy triste por cierto para mis intereses.
Luego pienso en viejos amigos y amigas, tan lejanos que debo colocar un traductor al texto, nada.. descartados.
Quizás caminar desnudo por las calles de la ciudad, pidiendo un voto por la primavera, como lo hizo un ruso, mmmm lo pienso, lo pienso, ¿Por qué no se le ocurrió a otros desesperados escritores? Conozco a muchos que por un libro han hecho proezas, por ejemplo: empeñar su anillo matrimonial, vender sus trofeos escolares, vender su sangre, alquilar una habitación de su casa y cosas peores… A lo mejor el destino de un libro es el mismo del autor pero solo la posteridad lo conoce.
Es muy tarde en la oficina, casi solo, en una colmena de ordenadores; cruzan por mi mente cientos de imágenes de los ausentes, reposan los teléfonos y me dispongo a abandonar el sitio. Pedir un voto, predicar el rock en las estrellas, amar cualquier sueño imposible de los desesperados para soportar este planeta.
Como si toda la alegría de primavera, no bastara en tu rostro, para acompañar la noche.

Un voto, un poema… ¿qué más?
Uno cambia la sociedad, el otro es saciedad de espíritu, son iguales.


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