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La primavera salvadoreña, recuerda España 12

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Caralvá

Día 11 (14 días antes del 10 de mayo)

Génesis: Palabras bajo control

Del territorio extinto de mis imágenes (sonoras) insoladas por el tiempo, el tañido de algunas palabras es inolvidable, especialmente cuando te piden: “hablar” (léase escribir que es otra forma de gritar…la vida).
En algún sentido repetían mis interlocutores la antigua sabiduría de Sócrates: “habla para que yo te conozca” pero así era, en mi infancia quienes pedían mis palabras eran mis padres y luego mis maestras y maestros. Por cierto en Misa nadie pidió mis palabras, mis frases infantiles como las de millones de fieles eran tragadas por el absoluto silencio, a pesar que siempre teníamos vocales adecuadas durante todo el acto litúrgico, en siglos nadie ha pedido las voces de los fieles y así continuará por los siglos de los siglos. Aquellas eran palabras de otros para nosotros.
¿Por qué a los chicos les piden recitar? : Dos alas, ¿Quién tuviera dos alas?... “Es porque un pajarito de la montaña”, “la noche está estrellada y tiritan los astros a lo lejos”, “Manos las de mi madre, tan acariciadoras, tan de seda, tan de ella, blancas y bienhechoras”… de nuevo la receta parece la misma, de otros para nosotros.
Hasta cierta edad descubres otras palabras, como en la carretera de la vida, hay curvas, rectas, caminos sinuosos, las estaciones del año en franca pelea por eternizarse en un día; vano esfuerzo. Encontrar palabras no significa que son absolutamente “nuestras”, en algunas ocasiones las palabras son aplicadas como armas de destrucción masiva, especialmente contra todo el ritual sagrado o contra los chicos y chicas que no coincidían con el peor de los marrulleros del barrio, sin anotar otras exclamadas en plenos recorridos de calles o sitios alejados de los sagrados rituales.
Cierto día algunas palabras surgen como pequeñas fuentes sin razón o a petición de configurar una pequeña escala de palabras, sin más sintonía que un acto devocional. Palabras rituales, coplas infantiles, pequeñas plantas sin raíces que emergen de una simple hoja en un cuaderno escolar, que por cierto nadie cree que son propias a pesar de la insistencia, entonces ocurre que las plantas retornan a su mundo subterráneo y florecen hacia el interior con otras alas, en silencio, calladas, sigilosas.
Durante años nadie pide tus palabras, porque el mundo roba tus imágenes. Es un lujo de silencio impuesto, porque el mundo tiene todas las palabras y todas las respuestas. Cierto día aquellas pequeñas germinaciones de plantas olvidadas, crecen alimentadas por las nocturnas lecturas de los ahora innombrables y detestables clásicos, todo el olimpo, todos los marfiles filosóficos del arte greco latino, pasando por algunos gigantes del siglo XVI al XX en letras, ellas explotan en algún jardín interior apacible y privado. Te encuentras con la verdad. Palabra.
Solo (a) con esto del género uno no sabe cuando ofende sin ofender. Solo de nuevo anotas tu diario, tus palabras, la confesión del presente en ese presente.
Nadie pide tus palabras, pero la rebelión llega desde las calles, contra la dictadura, contra el mal, contra tu universo silencioso. De pronto hablas inglés con la misma intensidad que los mejores rockeros. La vida te exige tonos extraños pero comerciales, te dicen que los tonos anglos son parte de tu comercio privado, con el inglés nadie podrá detenerme ¡juras!: “Like A Rolling Stone” Bob Dylan. Pero eso era antes, ahora debes aprender mandarín.
Nadie pide tus palabras, hasta que un día tu jardín comienza a poblarse de rosas, tulipanes, ceibas, pinos, maquilishuat, uno que otro chichicaste, el jardín del Edén está ahí, con Adán y Eva, evidentemente desnudos y sin mojigaterías, ellos naturalmente tienen sexo y mucho, deben poblar otra tierra… aún no han comido la fruta del árbol prohibido.
Anotas detalles de aquél jardín con claros signo de exportación.
En tus cuadernos privados, tienes la voz de los clásicos, Miguel de Cervantes, Jorge Manrique, Juan Ramón Jiménez, Rubén Darío y otros de colección, resulta que la métrica es universal, pero no las imágenes, ni las palabras, entonces con el tiempo comprendes que esa voz no es la propia, ni te escuchas, no eres ellos, no eres nada.
Pasa mucho tiempo…pero mucho… aunque sigues anotando en el margen de tus cuadernos secretos, solo al margen. Que la vida no se detiene porque solo repites las palabras de otros.
Pero cuando han pasado décadas, escribes desde otros escritorios personales y lees porque la facultad del hallazgo está entre varios cientos de autores, los cuales son casi tus maestros espirituales, con los cuales existe el nexo de la palabra, poco a poco, el jardín se prepara para la primavera, ha pasado el invierno de la voz.
Un día los clásicos connotan un pequeño espíritu para colorear el horizonte, un pequeño destello te permite observar el universo de otra forma, puedes romper el horizonte en fragmentos y conservar la unidad, la voz ha llegado.
Eso es el principio. El desierto derrama agua sobre los pasos de tu búsqueda, estás transformado en palabra. Ahora puedes leer un pequeño cuento y tu diminuto foro congela su respiración, lees y las palabras pronunciadas están escritas en sus espíritus, puedes creer que el legítimo encuentro acontece entre el más humilde de los escritores y el universo con sed de leer (te).
Ahora escribes desde el desierto, sin preocupación, escribes bajo el legítimo esfuerzo de invitar al mundo a caminar en el verbo, entonces tus sueños se reproducen en cualquier documento escrito y distingues entre las palabras… las tuyas, eso te hace feliz y compartes con todos la comunión de otro mundo.
Tienes una espada formidable al cinto: tu voluntad.
Después de muchos años inicias otros combates, al extender tus alas de dragón.
Entonces puedes escribir las mejores palabras azules, convertirlas en el sonido del canto gregoriano y pintar sus destellos dorados con terminaciones verbales secretas, pero puedes pronunciar el nombre de Dios… con tu voz original.


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