Caralvá
Hasta hace unos días, la secuencia de acontecimientos en la República de Honduras parecía una lucha de maniobras políticas y pequeñas discusiones al interior de los sectores de poder, condiciones normales dentro de la democracia representativa.
Pero el ruido aumentó debido a las opiniones contrarias sobre una cuarta urna electoral, llegando a tal extremo de enfrentar al Presidente de la República con diversas instituciones jurídicas, pero aconteció que en la madrugada del 28 de junio de 2009, “el pasado se convirtió en presente” a través de un cuartelazo en el mejor estilo de la época de los dictadores de la guerra fría; Manuel Zelaya presidente constitucional 2006-2010 fue arrestado en su casa de habitación por comandos de la Fuerza Armada Hondureña y expulsado hacia Costa Rica.
Si el primer ciudadano de una nación, sin juicio previo, sin condenas y sin causa justificante sufre tal atropello, ningún razonamiento puede apelarse a favor de los golpistas, mucho menos del gobierno ilegal constituido a partir de tal acción; no obstante la brutalidad y la sin razón del acontecimiento ha unido al mundo contra los golpistas.
Hace unos días era impensable que gobiernos como Cuba, Venezuela y Nicaragua, coincidieran con Estados Unidos de América sobre procedimientos internos de una nación, pero el fondo de esta unión es simplemente la extraña coincidencia en el atropello a la democracia y un gobierno legítimo, dejando de lado el carácter ideológico, esta parece ser la gran lección para el torpe procedimiento de las oscuras fuerzas golpistas hondureñas.
Este caso es una prueba internacional del respeto para la “libre determinación de los pueblos”, puesto que el grave error de los militares hondureños fue pasar sobre un mandato del pueblo hondureño hacia un presidente en ejercicio de su período constitucional, por que no es el pueblo el que derroca a Manuel Zelaya, sino las Fuerzas Armadas Hondureñas, una acción muy conocida en América Latina y nada une más a los pueblos democráticos del continente que el recuerdo de las dictaduras militares.
El acto de secuestro y arresto de un presidente, que no ha sido despojado de su investidura constitucional es un acto de traición a la patria, acción que constituye una suplantación de la soberanía, la cual reside en el pueblo.
Paradójicamente el acto brutal de los golpistas militares invita a su condena de todos los gobiernos democráticos, afortunadamente la respuesta de las naciones no se ha hecho esperar, de norte a sur y de oriente a occidente las condenas se multiplican, esta ejemplar respuesta al menos desalentará a cualquier otro grupo de golpistas que intenten una maniobra similar.
La OEA ha dado un plazo de 72 horas (01 de julio 2009) para reestablecer el orden democrático, de lo contrario se romperán todas las relaciones diplomáticas con la República de Honduras, una gran lección para todo aspirante al Golpe Militar, porque el mundo ya no es el mismo de hace 40 años y cuando “el pasado intenta convertirse en presente” son las naciones del mundo las que reclaman el retorno a la democracia y rechazan a viva voz el retorno de las dictaduras en América Latina.