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Asamblea (de Dios) Legislativa

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Caralvá

 

Con la aprobación del decreto de fecha 1 de julio de la Asamblea Legislativa,  la lectura obligatoria de la Biblia en todos los centros educativos por lo menos durante siete minutos previos a las actividades académicas, se fragmentan las fronteras de separación entre Estado e Iglesia. Si la Asamblea Legislativa aprueba estas acciones de lectura obligatoria se coloca en la extraña posición que ha sido denunciada históricamente por diversos credos, como bien ha dicho Alí al Fadil en el siglo XII de nuestra era: “cuando un hombre es obligado, su religión (islámica, cristiana, budista, judáica) no es válida jurídicamente”,  de tal forma que los jóvenes estudiantes serán educados en un absurdo que recuerda las persecuciones religiosas de siglos pasados.

Bajo esa extraña visión de nuestros legisladores ellos como primer órgano del Estado deberían entonces llamar a la Iglesia para regir sus actos políticos y jurar obediencia a quien corresponda según su creencia, inaugurando un Estado Teocrático o Fundamentalista, que parece ser el sueño de algunos señores diputados.

Desde aquellas lejanas épocas existen indicios de la separación Iglesia-Estado, puesto que el grado de pensamiento social asiste a diversas visiones políticas que favorecen la división entre poder eclesiástico y poder civil, sin que exista dependencia ni superioridad entre las partes.

En una nación que recién descubre el privilegio de la libertad democrática como conquista social, resulta que la desafortunada iniciativa proclama dar marcha atrás al reloj de la historia, obligando a los jóvenes estudiantes a optar por una lectura sin orientación alguna y no se trata del temor a leer, sino a la imposición que niega que todos somos iguales ante la Ley, pero las religiones nos dividen puesto que la Biblia no es el único libro sagrado entre la sociedad salvadoreña, ¿qué tal con las personas que pertenecen a otros credos:  Mormones, Budistas, Musulmanes, Judíos, etc? entonces resulta que no somos iguales ante Dios, pero esta diferencia no termina ahí, es apenas el inicio de notables diferencias entre grupos ciudadanos, algunos de los cuales se insinúan entre iglesias con diferentes contenidos de la Biblia y diferentes interpretaciones sobre los mismos temas.

Pero el fondo de la discusión es la privación de conceptos de libertad, puesto que sociedad democrática no es lo mismo que sociedad teocrática, en esta última sociedad los principios religiosos están sobre los derechos ciudadanos, condición que olvida todas las revoluciones de los siglos XVIII, XIX y XX que connotan a la sociedad moderna,  los límites de las religiones y la expansión de las libertades sociales.

Si en realidad se desea combatir al mal, algunos de estos falsos líderes espirituales deberían de abandonar la idolatría del “oro”, deberían abandonar el culto al “becerro de oro”, esa condición que considera que el dinero puede solucionar todo, deberían ser consecuentes con el mandato de “adorar a Dios sobre todas las cosas” principalmente sobre el dinero, el poder, la ambición de posesiones ilimitadas, etc., ese pecado social que impide reconocer al “otro” como hermano.

Si las autoridades legislativas desean combatir al mal, construyan una ley financiera que investigue el destino dinerario de todas las extorsiones, del narcotráfico disfrazado inversiones “para perder”.. etc.. Dios se los agradecerá y el pueblo también.

www.cesarramirezcaralva.com

 

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