Caralvá
Lo importante de las expresiones culturales en las diversas condiciones que nuestra sociedad salvadoreña pueda concebir, reside en su vigencia histórica. La cultura en su dinámica creativa tiene muchas facetas de interpretación al igual que escuelas nacionales e internacionales, es evidente el carácter de influencia que recae sobre los artistas cuando se expresan e interpretan los momentos que viven, de esta forma el arte tiene fronteras filosóficas, religiosas, jurídicas, científicas etc., que adelantan sus criterios, en esencia son reflejos del estado de conciencia de los artistas. El momento de paz social que vivimos también reclama las genuinas manifestaciones de un momento inédito, es un presente privilegiado para una generación de cambio, en esencia podemos referir los siguientes elementos: no existe el autoritarismo que imponga una lectura del mundo en contra de otra visión ideológica, tampoco existe una resistencia organizada que posea el ideal de un mundo feliz con plena igualdad mundial, vivimos por primera vez en la historia de la humanidad un sistema mundial y aunque esto suene a blasfemia, de América hasta China el capitalismo es el idioma común, de tal forma que el modelo mixto en algunas regiones también tiene signos de ampliación y buena salud, estos sistemas mixtos son donde coexiste el comunismo con el capitalismo, principalmente en oriente; de no ser por algunos fanáticos religiosos, el mundo parece que no cometerá el suicidio de jugar con armas nucleares; pero ese momento deja a los creadores en un vacío de opción creativa, la cual debe orientarse hacia el modelo que viviremos en los siguientes años y la voluntad de transformar las sociedad.
El artista como agente cultural, no puede permanecer pasivo ante la sociedad que perfila su horizonte histórico, además influenciado por los medios de comunicación multimedia que irrumpen en las redes sociales con sentido positivo y negativo. Debemos fijar un parámetro que cristalice la vocación de los autores y a mi parecer debe ser la historia de las naciones, el estudio, la comprensión de los límites: materiales, espirituales o religiosos de nuestros pueblos, esa es la bandera que debe orientar nuestros esfuerzos, porque al menos esta nos demuestra la genuina vocación de avance hacia el desarrollo personal o social, de esta forma colocaremos la insignia de nuestros pasos, así la tecnología estará a disposición de nuestra consciencia no a la inversa, puesto que en muchos casos poseer tecnología no es sinónimo de avance cultural, ni conocimiento, ni comprensión social, puesto que la tecnología sin orientación es la mecánica del consumo, la mala educación para endeudarse pero no para crear capital, ni consciencia productiva solo reproductiva.
Vivimos un momento para la historia, con dos opciones formidables: hacia la perfección de la democracia o hacia el retorno del pasado disfrazado de nuevos discursos. Los autores con sus obras consciente o inconscientemente se pronuncian sobre el tema. La cultura implica entonces la modernización del capitalismo, la extinción de las oligarquías por la democratización del capital, la movilidad social, la conducción del cambio, la estructura de partidos políticos con proximidad al pueblo, las reformas constitucionales etc. porque esto también es cultura de paz.
La vigencia de la Historia es el signo que debe guiar a la cultura y la sociedad, orienta a la nación y la democracia.