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La respuesta al crimen organizado

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Caralvá

 

 

 

Nuestra sociedad realiza a diario gigantescos esfuerzos por fortalecer el Estado Democrático, nada es más importante que ese objetivo, donde los ciudadanos tienen plenos derechos.

 

La vida ciudadana es un Contrato Social donde las reglas y formas normativas están unidas hacia el bien común.

 

No obstante en tiempos recientes y podemos afirmar que en las últimas dos décadas, el fenómeno del narcotráfico y las organizaciones del crimen organizado se colocan en el polo opuesto, no se someten a la reglas sociales ni a sus formas normativas de conducta y trabajo, además luchan contra el bien común. Estos sectores anti sistema parece que sueñan con una Narco-sociedad, sueñan con dominar a una población en un reducido espacio y poseer sus propias leyes, estas acciones riñen con el estado jurídico del ciudadano y la nación, su conducta y acción coincide con las caracterizaciones del terrorismo, condición peligrosa para la sociedad y el mundo en general.

 

Elegir una opción ciudadana en estas condiciones es lo mismo que optar entre la civilización o la barbarie; el recuento de algunos sucesos que los medios de comunicación refieren,  coincide en actos de violencia sin freno, entre ellos: asesinatos, extorsiones, secuestros, hallazgos de cadáveres en las calles, etc. estos dejan claro el irrespeto por la vida y las leyes nacionales.

 

No se trata de estar de acuerdo o no con un pacto entre pandillas, se trata de resultados hacia el respeto de la vida y hacia los ciudadanos, resultados donde no exista coacción, ni asociaciones para delinquir, ni luto, ni viudas, ni huérfanos, ni acciones terroristas contra ciudadanos ejecutados por las organizaciones criminales.

 

De las soluciones posibles: ellos deben renunciar a la violencia en todas sus variedades, desaparecer como organizaciones, integrarse a la sociedad y recorrer el camino del hijo pródigo que retorna a casa, aquél joven que después de perderlo todo, aún tiene el perdón de su padre (Lucas 15, 11-33).

 

Parece que escribir sobre este tema es un drama, una persona escribe y anota, mientras otro apunta un revólver a su cabeza, como una caricatura grotesca de nuestra realidad social, pero nuestra condición es aún peor, cuando un trabajador de un autobús conduce su unidad por el camino y un sicario le asesina a la mitad de una calle de nombre: “La Esperanza”… una adolescente es secuestrada y jamás la volvemos a ver; un cadáver es encontrado en una calle y nadie conoce su identidad; una pareja de jóvenes camina sobre un puente y reciben una lluvia de balas sin piedad, caen al piso bañados en sangre, mientras en la acera se dibuja un cuadro minimalista rojo y negro con las siluetas de aquellas vidas cegadas en unos segundos; un maestro universitario es encontrado atado de pies y manos, su vida es cegada por un arma blanca… interminables historias de odio y sangre, parece que las opciones se agotan…perdemos el tiempo, perdemos la vida.

 

Nuestras opciones sociales ante este fenómeno son pocas, parece que la violencia nos obliga  como en tiempos de Roma a proclamar la democracia o reclamar la dictadura, la historia es así… en lo personal la parábola del Hijo Prodigo y la democracia aún alientan mis esperanzas…

 

www.cesarramirezcaralva.com

 

 

 

 

 

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