César Ramírez
@caralvasalvador
La Historia nos ilustra sobre grandes peligros para las naciones, acontecimientos que deben comprenderse, de esa manera existe la predisposición a la acción serena y posible. “La historia se repite dos veces, primero como tragedia y después como farsa”, una frase famosa de Carlos Marx escrita en el Manifiesto Comunista y luego en el Dieciocho Brumario de Luis Bonaparte, Marx se refiere a Napoleón Bonaparte y la coincidencia con su sobrino Luis Bonaparte en 1852. En nuestra imaginación histórica del Siglo XXI, el vaticinio de preguerra, guerra y postguerra, es una constante con posibilidades contra el mundo. Algunas horrorosas coincidencias las encontramos en el libro: Memorias de Churchill, Ed.Orbis 1989 “la tesis esencial de Mein Kampf es sencilla. El hombre es un animal combativo, y, por tanto, la nación, comunidad de combatientes, ha de ser una unidad combativa. Todo organismo viviente que deja de luchar por existencia está condenado a la extinción. El país o la raza que deja de luchar está igualmente condenado. La capacidad bélica de una raza depende de su pureza. Por eso necesita eliminar las filtraciones extranjeras. La raza judía, a causa de su universalidad, es necesariamente pacifista e internacionalista. El pacifismo constituye un pecado mortal, ya que significa que la raza abandona la lucha por la existencia. Por tanto, el primer deber de todo país consiste en nacionalizar a las masas. En el caso del individuo, la inteligencia no es lo más importante, sino la voluntad y la determinación. Un individuo nacido para mandar vale más que incontables miles de naturalezas subordinadas. Sólo la fuerza puede asegurar la supervivencia de la raza y esto impone la necesidad de organizarse militarmente. La raza ha de luchar, ya que la que descansa degenera y perece. Si la raza alemana se hubiera unido a tiempo habría sido ya dueña del globo. El Reich debía congregar en su seno a todos los alemanes dispersos por Europa. Una raza derrotada puede salvarse recobrando su confianza en su misma. Sobre todo se ha de enseñar al ejército a creer en su invencibilidad. Para restaurar a la nación alemana hay que convencer al pueblo de la posibilidad de recuperar la libertad por fuerza las armas. El principio aristocrático es fundamentalmente sólido. El intelectualismo es indeseable. El objetivo final de la educación se reduce a hacer alemanes capaces de convertirse en soldados con un mínimo de ejercitamiento. Los mayores trastornos de la historia habrían sido inconcebibles de no mediar la fuerza impulsora de las pasiones histéricas y fanáticas. Nada hubiera conseguido las virtudes burguesas de la paz y el orden. El Mundo se dirige hacia un gran movimiento, y el nuevo Estado alemán debe proveer a que la raza se prepare para la última y mayor de las decisiones históricas. La política extranjera no ha de tener escrúpulos. La tarea de la diplomacia no consiste en procurar que una nación se derrumbe heroicamente sin en que prospere y sobreviva. Inglaterra e Italia son las dos únicas aliadas posibles de Alemania. Ningún país debe aliarse con otros cobardes y pacifistas, regidos por marxistas y demócratas” pág. 65-66 Memorias… un poema anónimo es citado por Churchill: ¿Quién va a cargo de ese tren/del que rechinan los ejes?/ Se acerca raudo el peligro/ pero el maquinista duerme; /y en vano lucen los discos/que el tren dirige la muerte.
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