Caralvá
Los fallos de la Sala de lo Constitucional, son inapelables. No obstante la sociedad civil contempla el juego mediático que algunos celebran y otros condenan, es notable la ausencia del pueblo en esta querella de juristas y políticos, todo se debe a una interpretación genuina sobre la elección de “magistrados (in)constitucionales”, puesto que antes de ese fallo todo parecía transcurrir entre juramentos de fraternidad sin límites, pronto eso cambió porque se detonó un artefacto que colocó a la Asamblea Legislativa en punto de colisión con la Sala de lo Constitucional, el detonante se denomina: “control político”. Es muy extraño que este hallazgo extraviado en el tiempo no apareciera en el siglo XX y tampoco en estos años del siglo XXI, resulta que su condición de “inédito”, ha creado una situación sin precedente en la Corte Suprema de Justicia: dos cortes, dos presidentes (a partir del 15 de julio), magistrados que no pueden ingresar a sus despachos, parálisis de fallos de diversas salas, el honor de los magistrados dañado puesto que no se les permitió defensa alguna, etc. mientras la sociedad civil parece asistir al Coliseo Romano a pedir la vida o muerte de los gladiadores, en la arena son las espadas del poder las decisivas. Observamos un poder decadente oligárquico que no atiende a principios morales, representado por sus organizaciones que se oponen a perder añejos privilegios. Esta discusión constitucional es histórica, nunca antes existió semejante panorama en el plano jurídico, con dos polos aparentes, el concepto jurídico pro-oligárquico y el renovador, similar a un gladiador blanco u otro rojo que lucha a muerte con sus mejores armas, el espectador es el pueblo, ¿qué tiene que ver Juan Pueblo con el veredicto del “control político” en la Asamblea Legislativa? ¿Quién le preguntó a Juan Pueblo si está de acuerdo con las decisiones de la clase política ahora o hace 6 años?, de esta manera se manipula a la opinión pública, así las tormentas mediáticas transforman a los buenos en malos y a santos en demonios, cuando en realidad es una pugna de renovación entre sectores de la clase política.
En el fondo de esta discusión constitucional está la vocación de la nación hacia desconcentración del poder tradicional de pequeños grupos, el rechazo a su hegemonía jurídica y controles de justicia que tanto daño han causado en otros tiempos. Como la norma constitucional no tiene impresos los límites del “control político” no se tiene más remedio que acatar los fallos de la Sala de lo Constitucional, pero esto no significa renunciar al poder constitucional otorgado a la Asamblea Legislativa. Así la solución reside en los mismos actores políticos, quienes flexibilizarán sus posiciones antes de invitar al caos a la fiesta, donde no habrá retorno a la paz “jurídica”. Reformar la constitución es inevitable en el tema del control político, al menos aprender de la historia es de sabios.
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