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reformas constitucionales

  • Diálogo y reformas permanentes

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    Caralvá

     

     

     

    El instrumento del diálogo ha demostrado ser el único que puede acercar posiciones de puntos opuestos políticamente, con resultados concretos.

     

    Históricamente al proponerlo es vilipendiado y descartado en los conflictos políticos de nuestra nación, no obstante debería instituirse como primera opción para no llegar a los extremos que hemos presenciado en las últimas semanas, puesto que provoca el ascenso de las opiniones a favor y en contra de la interpretación constitucional, que  llega a saturar los medios de comunicación con enfoques negativos para los protagonistas.

     

    Este es un buen momento para realizar un “control de daños” en los contendientes políticos, puesto que no es posible que en cada confrontación la institucionalidad colapse voluntaria o involuntariamente por situaciones de vacíos constitucionales, parece más racional la previsión de estos eventos que sufrir las consecuencias de estas confrontaciones.

     

    Una lectura de los resultados es que no se pueden sostener las propuestas maximalistas, ni idealismos extremos,  agregando que la mediación internacional es una herramienta recurrente en nuestros conflictos internos, lo cual quedará como precedente para futuros eventos de igual naturaleza.

     

    A pesar de los buenos augurios por el acuerdo alcanzado, ahora afloran nuevos desafíos entre ellos las reformas constitucionales, tema que probablemente nos lleve a situaciones parecidas como las semanas anteriores.

     

    Ante estos sucesos como nación debemos despojarnos de la mentalidad bélica, los problemas políticos no deben asumirse como conflictos entre enemigos de la guerra fría sino como compatriotas que luchan por la nación, tampoco se debe impulsar la confrontación pensando que el problema político es la mejor plataforma para ganar votos en un futuro evento electoral, no podemos continuar en un clima de confrontación permanente, puesto que los problemas concretos como: seguridad, pobreza, crisis internacional nos golpea sin preguntarnos si pertenecemos a una facción política, simplemente eso no contribuye en nada.

     

    Aprender de la Historia, desmontar la mentalidad de guerra al infinito,  para no caminar en cada crisis sobre barriles cargados de pólvora, porque un día alguno encenderá un fósforo por accidente… por eso la mentalidad de paz debe imponerse, si existen diferencias las soluciones deben ser posibles y realistas, sin necesidad de la amenaza permanente del  cuartelazo o la violencia contra opositores políticos.

     

    Si la solución siempre fue política como lo será en el futuro, debemos asumir formas racionales, justas y  dignas, acompañadas de acciones incluyentes, que unan a la nación porque desunir a la nación, fragmentar al pueblo salvadoreño, alimentar el odio y la violencia ha sido el canto de la tragedia por generaciones, de eso la nación ha soportado catástrofes reseñadas.

     

    Existe además en estos temas, la notable ausencia de la acción directa del pueblo, ¿Cuándo votamos por las Reformas Constitucionales? ¿Quién ganó sobre tal o cuál artículo a reformar? Si la respuesta es: ¡no se puede consultar todo! Como dijo un abogado en televisión, entonces no deseamos una democracia que solo nos pida un voto por una persona que no nos representa, puesto que este tema y otros si son temas de nación, no solo de una facción política.

     

    En conclusión necesitamos: diálogo permanente, consultas a nación en estos temas y reformas constitucionales.

     

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  • Reformas Constitucionales permanentes

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    Caralvá

     

    Las reformas constitucionales posibles para ahora y mañana pueden ser: justicia (igualdad, defensa de las etnias, defensa del consumidor, separación Iglesia-Estado); seguridad (derechos ciudadanos, autonomía municipal); democracia (representación, organismo electorales, proporcionalidad); soberanía…

    El tema de las candidaturas independientes para diputados tiene un componente legal constitucional y otros que refieren a la gobernabilidad junto a la participación ciudadana.

    El cambio constitucional es saludable para todas las democracias, puesto que implica progresar y evolucionar, implica la vocación de las naciones de igual forma las regulaciones del Estado, así como los derechos ciudadanos junto a su participación.

    No en pocas ocasiones, la demanda social de participación ha rebasado a los partidos políticos, entre ellos las decisiones inconsultas a sus propios electores tanto para el nombramiento de los candidatos, como para sus futuros planes legislativos; además una vez concluido el evento electoral, los ciudadanos observan en la distancia las decisiones que les incumben, de nuevo los partidos políticos no les piden a los electores ninguna opinión y menos rinden cuentas por el accionar de sus diputados.

    Bajo el esquema tradicional del ejercicio partidario, parece que los candidatos a diputados son seleccionados por normas de obediencia en lugar de iniciativas ciudadanas, bajo ese esquema se ha formado un abismo entre partidos políticos y ciudadanos. La separación entre ciudadanos y los partidos tradicionales tiene panoramas desalentadores en las grandes decisiones nacionales, en ocasiones las acciones políticas bajo esquemas rígidos de ideología impiden optar por opciones prudentes para la nación, situaciones que se ubican más allá de una administración como: salud, educación, economía, agricultura etc, que requieren continuidad en lugar de rupturas en cada administración.

    El tema es el funcionamiento de la democracia y evitar cualquier asomo de Golpe de Estado bajo la excusa de violaciones constitucionales, el caso de Honduras no debe olvidarse en ningún momento.

    Es patética la defensa de algunos partidos políticos para no admitir la participación de candidatos independientes como también la multitud de aspirantes a diputados, en nuestras condiciones salvadoreñas las desigualdades son tan abismales, que cualquier candidatura independiente por humilde que sea deberá contar con una partida económica nada despreciable, considerando que cada diputado al menos debe contar con 30 mil votos válidos (sobre una base de cinco millones de electores) y si le concedemos un valor económico a cada voto de unos $5, la suma sería de $ 150,000 nada mal para nadie, en una nación tan pobre.

    ¿Quién quiere ser diputado? Es la interrogación para millones de salvadoreños (hombres y mujeres) honrados, la respuesta es similar a la búsqueda en Atenas de Diógenes con su lámpara a mediodía; quizás recorreremos las calles de las ciudades con la pregunta indicada y cuando afirmen que la nación esta llena de ciudadanos que desean ser diputados, responderemos que necesitamos a un diputado de verdad, que viva por si mismo y trabaje para todos, incluso sin salario… conste que esto no es ni por asomo comunismo o socialismo de ningún siglo, Diógenes nació en el año 413 a.c.

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  • La dirección del cambio: reformas constitucionales

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    Caralvá

     

    La única dirección posible en nuestra nación es hacia la democracia y el fortalecimiento institucional. Estos elementos brutalmente mencionados en todos los niveles sociales, implican diferentes concepciones de izquierda y derecha, porque en El Salvador, nadie se opone a la democracia e institucionalidad, se opondrá quizás a la velocidad de las reformas.

    Las nuevas condiciones de nuestra sociedad en post-guerra, nos lleva a enfrentar el agudo desafío del crimen organizado y las asociaciones ilícitas, ante los cuales se necesitan reformas constitucionales para un nuevo contrato social que construya la Paz Social en estos momento de crisis.

    No existe una tradición democrática en la nación, existe por el contrario esa memoria del autoritarismo que muchos asocian con desarrollo  y seguridad, pero nada más equivocado, el verdadero desastre nacional se forjó en esos amargos años de dictaduras y engaños electorales que desembocaron en la guerra civil por la ruptura constitucional de cada Golpe de Estado y muchas otras arbitrariedades conocidas por el pueblo, pero recién la firma del Acuerdo de Paz, el proceso electoral inicia el camino hacia la democracia en sus diversas manifestaciones que poco a poco construyen la pluralidad política, poco a poco puesto que cada paso en este momento de la nueva administración constituye un precedente hacia el desarrollo social.

    La dirección del cambio será en los siguientes años hacia el desarrollo social, si las propuesta emanadas por el Poder Ejecutivo se acompañan de un firme apoyo ciudadano, donde los partidos políticos conjuguen sus voluntades por auténticos beneficios para la población y estas propuestas no signifiquen objetivos populistas o demagógicos, tampoco castillos en el aire donde solo las alfombras mágicas puedan llegar, nuestra realidad es un clima de inseguridad en todos los niveles sociales, este panorama nos golpea tanto como los asesinatos durante los tiempos de la guerra civil.

    Nuestra nación es vulnerable ante  la delincuencia, por esta razón como en otros tiempos la ciudadanía debe organizarse en torno a instituciones de alta credibilidad, condición que requiere de un nuevo modelo de contrato social para permitir las reformas constitucionales necesarias, reformas que permitan la intervención de las instituciones en defensa de la ciudadanía honrada e impida el amparo de los delincuentes en leyes obsoletas y decadentes que solo defiende la impunidad de los agresores. ¿Qué se espera para reformar la constitución? ¿Qué cantidad de asesinatos es necesaria para conmover a las estructuras que impiden las reformas que faciliten el control de la violencia de las asociaciones ilícitas?.

    La dirección del cambio en seguridad, requiere de un acuerdo de nación con nuevos paradigmas, cambios en la concepción: económica, social, política y cultural que identifiquen este período bajo la bandera de la Defensa Nacional contra la delincuencia, por esta razón son urgentes las reformas constitucionales.

    La ciudadanía requiere de Justicia Social, puesto que cada ciudadano honrado asesinado deja esa profunda huella de dolor y ausencia de derecho que fragmenta a la familia salvadoreña, condición que por el momento padecemos sin distinción de clases sociales.

    Por estas razones en democracia y con el resguardo de nuestras instituciones es coherente solicitar a la clase política las reformas constitucionales necesarias para construir La Paz Social propiciando una nueva relación ciudadana en la sociedad salvadoreña…

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