Caralvá
Si en este momento preguntáramos a la población: ¿cómo cree que serán los siguientes veinte años, bajo el Acuerdo de Paz?: las respuestas podrían alucinarnos por la crudeza de la realidad, por ejemplo: la justicia deteriorada, aumento de la delincuencia, el cambio climático catastrófico, la economía con severos extremos de riqueza y pobreza, la edad de jubilación aumentada, disminución de las prestaciones sociales etc. pero su contraparte podría ser: fácil acceso a la tecnología, masividad de las comunicaciones, reformas en los códigos penales y los menores de edad serán condenados como los adultos, aumento en los delitos cibernéticos, nuevas fuentes energéticas, transformación de los valores sociales incluyendo concepto del trabajo y tiempo laboral, además la salud evolucionará hacia cuidados dentro del hogar con supervisión a distancia.. etc.
En nuestro caso al celebrar el vigésimo aniversario del acuerdo de paz, encontramos: avances tecnológicos, financieros y científicos que no existían masivamente, pero si existía la pobreza social, la desigualdad sectorial, bajos niveles educativos, enfermedades, delincuencia, etc, destaquemos que no existía el fenómeno del narcotráfico o el crimen organizado, aquello era un lejano modelo de las series de televisión norteamericana, pero su avance nos enfrenta a un temible poder destructor. A la narcoviolencia se le atribuyen la mayoría de las muertes en la nación. Es posible que este evento desborde nuestro nivel jurídico y obligue a la región mesoamericana a la unión intergubernamental, porque nuestra nación por si sola no puede combatir este flagelo internacional. Debemos anotar que tampoco existía la democracia dentro de los límites actuales, vivir este momento era pura ficción.
Durante estos veinte años de paz, hemos observado extraños eventos de enriquecimiento inexplicable en algunas familias, en otros grupos sin nexos sanguíneos de “la nada” surge la riqueza y estos señores disfrutan su riqueza sin ninguna investigación financiera, de igual manera algunas instituciones sospechosamente han colapsado con quiebras de millones de dólares, mientras sus despojos son repartidos entre los accionistas, se debe resaltar los fraudes financieros que dañaron a cientos de personas y la débil justicia que no persigue la causa sino los efectos etc.
El panorama de la democracia bajo estos desoladores indicadores puede necesitar de una reforma permanente, sin excluir fórmulas pétreas que en el siglo pasado fueron conceptos históricos, por ejemplo: el derecho social limitará los derechos individuales bajo el criterio de Seguridad del Estado, será normal intervenir llamadas telefónicas, controles digitales a los antisociales, reformas constitucionales que permitirán la reelección presidencial, prolongación de la gestión administrativa de diputados y alcaldes, nuevas leyes de reforma entre las Iglesias y el Estado, así como una creciente participación política de los salvadoreños en el exterior a tal punto que la creación de entidades financieras de salvadoreños en el exterior determinarán nuestra economía, además el cambio climático que impulsará una nueva política de desarrollo nacional, con áreas de migración obligada y reasentamientos en cada temporada. Un objetivo estratégico será la intervención internacional en las finanzas nacionales, tendencia obligada para la salud de las naciones. No existirán más donaciones sospechosas a ninguna entidad o personas.
¿Necesitamos un nuevo acuerdo de paz para preservar la nación de estos peligros? la respuesta es afirmativa. A lo mejor necesitamos una nueva clase política con “racionalidad” que piense más en la nación y menos en su beneficio personal.