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Fallamos en la solidaridad

Caralvá
Como anotó en su momento Nigel Cantwell, eminente criminalista, “una política de justicia juvenil no es una política si no incluye la prevención” 1997.
En El Salvador vivimos momentos de alta criminalidad, este fenómeno pasa a ser norma y no la excepción dentro de nuestras relaciones sociales.
No podemos ver aislados estos acontecimientos enmarcando sus soluciones únicamente en el carácter represivo, puesto que este mal tiene muchos factores creados por la misma sociedad. La violencia de estos grupos mal llamados maras, es parecida a estructuras del crimen organizado, puesto que son organizaciones delictivas con objetivos totalmente ilegales y además armados, no pueden ser calificados como simples pandillas juveniles. Estos grupos delictivos se alimentan de las deportaciones de Estados Unidos.
Por esta razón fue un grave error enmarcarlo dentro de las campañas políticas, porque su solución no es voluntad del gobierno de turno y probablemente ni del siguiente.
Este fenómeno de pandillas juveniles, no es nada nuevo en el mundo, existe en Europa, Norteamérica, Asia, pero las diferencias son por el desarrollo de las naciones y la opción armada o la magnitud delictiva. Debemos diferenciar entre pandillas juveniles y crimen organizado, porque el segundo caso tiene objetivos totalmente ilegales y violentos.
Las causas son múltiples, no todas deben ser atribuidas al Gobierno de turno, ni a ningún otro partido por sus perfiles ideológicos. Las causas del crimen organizado son los modelos sociales económicos excluyentes, esquemas educativos, desintegración familiar, acceso a las armas, etc. En otras palabras hemos fallado socialmente al abandonar a su suerte a miles de niños de la calle, a los indígenas, a los empobrecidos trabajadores que un momento fueron productivos, a los ancianos, a los pensionados que están obligados a auto-emplearse en negocios informales, hemos fallado con la solidaridad. Parece que vivimos en un país de ciegos, no vemos nuestra propia pobreza, mucho menos vemos la injusticia de miles de desempleados que no tienen opción dentro de la economía formal. Los niños y niñas, junto a los jóvenes son los más vulnerables en nuestra sociedad.
No se puede pedir cárcel para los jóvenes menores de edad, porque ahí se perderán definitivamente, tampoco tenemos esquemas de rehabilitación de largo alcance, pensamos que condenar a los delincuentes es la respuesta, pero esta connotación los marginará de la sociedad perpetuamente ¿qué harán al salir de la cárcel?.
No podemos continuar como hasta el momento con una sociedad excluyente, los niños son el futuro, los indígenas no deben abandonarse a su suerte ¿qué clase de futuro tendrán los niños de la calle? ¿Qué destino tiene nuestra etnia? ¿y los jóvenes coaccionados dentro del esquema de esas organizaciones?
Diferenciar entre las bandas del crimen organizado para su debido tratamiento es crucial, de la misma manera que el trato a los menores de edad, porque los niños al final siempre pagan un costo insospechado con su exposición a la delincuencia día con día.
¿Cómo podemos rehabilitar a los jóvenes que comenten delitos? ¿Cómo podemos impedir el acceso a las armas? Dentro de la democracia y los derechos humanos existen posibilidades, fortalecer a las ONG`s debería ser un objetivo nacional para regularizar lo que por el momento es impensable.
http://www.diariocolatino.com/opiniones/detalles.asp?NewsID=2944

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