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Entre nos - “otros”

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Caralvá

Nuestro verdadero problema en cuestiones políticas es el retraso en el desarrollo de instituciones que respalden los cambios económicos y sociales, los cuales deben propiciar la estabilidad política, tal como lo refiere Samuel P. Huntington, pero las palabras pueden ser engañosas con términos como modernidad política, puesto que esos criterios implican conceptos culturales del siglo XIX y XX que no incluyen los conceptos de la “sociedad de la información” de la cual somos parte en el siglo XXI.
El término correcto es postmodernidad política.
La amplia discusión sobre el tema, debe incluir explicaciones y soluciones sobre la generación de la violencia, porque el componente masivo de su actividad, proviene de la pobreza estructural, el abandono de miles de seres humanos que construyen desde su miseria un ejército de marginados.
Cuando estos jóvenes marginales se incorporan a las bandas delincuenciales, lo realizan por la facilidad de acceso a las armas y las drogas.
La trilogía del mal: drogas, armas y pobreza, favorece el terreno de la violencia. A estos jóvenes se les vende la “promesa” de un falso bienestar alcanzable fácilmente, generando sueños de poder y dinero, implantando modelos educativos sangrientos en los jóvenes aspirantes a delincuentes.
Nos enfrentamos a un cáncer con criterios culturales y podemos hacer uso de las herramientas ya señaladas por la UNESCO como el descubrimiento del barrio.
El fenómeno de la violencia de estas bandas organizadas, tiene zonas territoriales en los barrios, colonias pobres o áreas poblacionales de poca cobertura estatal, donde es visible esa herencia de los malos manejos públicos, porque la corrupción genera pobreza.
La UNESCO propició hace años, el desarrollo económico y cultural a partir de estos centros nucleares, aquello se denominó: Proyecto Cultura en el barrio, su objetivo era: "La promoción de las actividades culturales realizadas por y para los habitantes del barrio sobre temas directamente relacionados con sus vidas con objeto de aproximar a unos y a otros y de reforzar su sentimiento de pertenencia a un lugar de vida y a una entidad social." Si retomamos los proyectos de seguridad y prevención de violencia, el inicio deben ser los barrios, esas zonas que durante muchos años nos han llevado a negar al “otro”.
El “otro” no tiene nombre, el “otro” es ese que ahora descubrimos con armas y drogas, es el mismo que en aquellos tiempos fue expulsado de aquí y de allá, no tiene un nombre distintivo pero si genéricos despectivos: indio, campesino, descalzos, indigente, niños de la calle, mujeres de la calle, putas o pobres hijos de puta etc.
Ese ser que no ha existido y que a partir de la exclusión social se ha forjado en la negación misma, ese ser producto de la dialéctica de la negación del otro, como refiere Martín Hopenhayn...es ese que emerge con sus propios anti-valores, ahora tiene otros genéricos, ya conocidos mediáticamente.
Pero la Postmodernidad política debe acompañar estos elementos, la clase política tiene este desafío, puesto que su representación ciudadana les obliga a la creación de la unidad nacional, es urgente construir el tejido de confianza entre partidos y ciudadanos, entre iniciativa privada y medios independientes, puesto que la violencia lo demanda; de esta forma el énfasis en la prevención de la violencia juvenil, deberá orientar nuestro esfuerzo nacional hacia una política de justicia dentro del sistema democrático.
http://www.diariocolatino.com/opiniones/detalles.asp?NewsID=3131

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