Caralvá
Que palabra más extraordinaria: Paz. Después de tanta discusión sobre el tema, me parece que la paz es un estado de conciencia social, producto de la extrema realidad nacional. La paz tiene elementos de esperanza y liberación, porque esta opuesta a la resignación y la opresión, considerando que si existe pobreza en amplios sectores populares, no puede existir paz por mucho tiempo, puesto que se genera esa dinámica anti-sistema que tarde o temprano termina en ruptura social.
Hace 17 siglos Aurelius Augustinus (San Agustín) anotó: “Es cosa muy distinta alcanzar a ver la patria de la paz desde la cumbre de un monte, sin descubrir empero el camino que conduce a ella…” si bien aquél era un sentido individual, más recientemente al incluirse la historia como elemento transformador, el concepto de praxis se entiende como dinámica de nuestra realidad histórica que nos conduce al estado de paz (I. Ellacuría). Estos elementos no ayudan a evaluar el estado de nuestra nación en paz.
La nación comienza a comprender la paz como el signo del producto social, bajo una historia común.
Se debe reconocer que la Patria ha sido azotada por la violencia desde hace siglos. Vemos el siglo XX plagado de graves acontecimientos, la violencia proclama otro tipo de paz, debido a que sus defensores exclaman que “sin la violencia” la paz no es posible, de esta forma justifican todo el acontecer de sangre que terminó hace 15 años.
La violencia es un trágico acontecimiento que impone a sangre y fuego un producto final, que nunca es la paz. Pero desde la firma del Acuerdo de Paz, las fuerzas sociales han contribuido significativamente al desarrollo de este nuevo concepto. Sabemos que la paz es desigual, es asimétrica, no esta diseñada para todos en todo momento, su costo es un precio al que debería llegarse por acuerdos, pactos sociales e incluso, por derechos humanos, pero esto no sucede.
Existe la “creencia” que la paz es producto del ejercicio democrático, pero si observamos con detenimiento, el ejercicio de la democracia es limitado porque solo delega la representación ciudadana en terceros, los cuales toman decisiones por las mayorías, la paz se oculta entonces en el parlamento y la administración del gobierno. Para los ciudadanos del transporte colectivo, la paz es lo mismo que integración económica, paz es acceso a la educación para los chicos, agua, vivienda, salud, pensión con honor, de otra manera aquél producto social no puede ser paz, es una declaración de guerra económica, donde el asalariado después de trabajar 30 años dentro del sistema encuentra la desesperanza cada fin de mes. Un pensionado no puede tener paz con una cuota mínima, ni un profesional a pesar de sus títulos universitarios puede tener paz, si le niegan el acceso a un empleo; no existe paz si para una plaza se debe ser miembro de un partido político, porque mientras exista corrupción no existirá paz.
Existen acontecimientos que viven entre nosotros y son opuestos a la paz, la administración de justicia por ejemplo es una vergüenza, Dios nos libre de caer en manos de un juez corrupto, porque en sus manos: los inocentes son culpables y los malhechores inocentes… eso no es paz.
Los malos cálculos políticos han producido guerra y violencia durante siglos en la nación, es hora de renunciar al nocivo hábito de la desconfianza política…
Como decía Andrei Gromiko: La paz, en sus múltiples condiciones, una condición de eterna juventud en la búsqueda de la verdad, opuesta a la maldad y la opresión.
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