Caralvá
Reflexiono desde mi lugar en la llanura, en la condición más humilde posible, casi como testigo-participante de estos grandes acontecimientos sociales.
La paz es tan cotidiana, que naturalmente nos parece la mascota de la casa, tan próxima y popular en el vecindario, que todo el mundo conoce su nombre.
Pero durante muchos años solo existió una mente guerrera en miles de personas. Acá se clamaba sangre, se vitoreaba pública o privadamente cada baja enemiga, no eran suficientes pueblos enteros, ni secuestros, ni exilios, la muerte fue tan usual, que llegamos a ver los cadáveres en cada paraje o cañada del mapa, era tal la crueldad que tanto los prisioneros como los cadáveres fueron vejados sin el mínimo respeto, existieron conceptos de guerra impuestos, porque acá no se respectó a nadie: niños, mujeres o ancianos, fueron pasados por las armas, también comprendimos que nuestro fin era solo cuestión tiempo. (Des)afortunadamente para los que pedían nuestra muerte a gritos, eso no sucedió. Ahora los rosales florecen ante los muros de concreto y nos recuerdan a personas inolvidables.
Atentamente he escuchado y leído: declaraciones, manifiestos, documentos, entrevistas etc, toda la fiesta mediática de personajes históricos los cuales encarnaron las más fieras posiciones, enhorabuena nos ayudan con la catarsis social, es necesario para nación construir una historia común y un día memorial.
Es preciso comprender que la paz se construye por un tejido entre los ciudadanos, con argumentos de confianza, trabajo, inversión local e internacional, los signos no son alentadores en estos 15 años, muchos cambios aún son esperados por las multitudes, porque una nación en paz debe generar empleos dignos.
En mi calidad de ciudadano, deseo escuchar de la clase política algunas pequeñas renuncias a elementos claves que generan desconfianza, como dividir el mundo en dos polos, el calificar a las personas en comunistas o anticomunistas, a las tendencias en izquierda o derecha, a las poblaciones que pertenecen al partido o son de “otro partido”, a la Historia como nuestra y la otra.. etc. Porque en el fondo lo que se predica es la supremacía de valores (unilaterales) como: justicia, libertad o la dignidad de la persona por encima de cualquier concepto de paz, entonces implícitamente se está proclamando una falsa “seguridad nacional” que provocará la guerra, será otra guerra, pero igual generará viudas, huérfanos, exilios y muchos asesinatos..
Es necesario comprender que este capitalismo subdesarrollado necesita reformas, pactos sociales, cumplimiento de acuerdos internacionales, respeto a los derechos humanos, etc, una visión pragmática hacia el futuro, porque el riesgo es un feroz populismo (izquierda o derecha) que abolirá cualquier logro de la iniciativa privada o institucional a nombre del bienestar popular.
El respeto a la institucionalidad será la base fundamental de la paz social, de manera que sea impronunciable invocar la “seguridad nacional”, para destruir el estado democrático, tanto en las formas de alternabilidad política como en las reformas que propicien cambios en la estructura económica que genera pobreza.
Ya escribió John Stuart Mill: “aquél que sólo conoce su versión, conoce poco el tema”, de manera que el descubrimiento del “nosotros nación” sea la síntesis de proyectos más ambiciosos, no solo limitados a criterios ideológicos o partidarios.
La extensión hacia los demás es urgente, es un valor aglutinante ante los nuevos desafíos de la seguridad ciudadana, como el terrorismo y las bandas del narcotráfico.
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