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De la intransigencia….

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Caralvá

Conocemos los términos sociales opuestos de nuestra realidad, pero al encontrarnos con textos premonitorios, entonces el camino tiene el ahorro de tiempo al saber donde terminaremos.
Lo extraño de ciertas circunstancias es esa sensación de “exclusión” en diversos momentos de nuestra sociedad y porque no decirlo en muchas ocasiones “exclusión de negocios”, cuando esto sucede son agrupamientos sociales o trabajadores los que están fuera del entramado social, esto tiene diversas consecuencias, pero lo más cruel es la condena silenciosa a la pobreza, que no es otra cosa que el subdesarrollo: ausencia de infraestructura, incomunicación, ausencia de agua potable, educación, salud, trabajo, acceso a la riqueza lícita… etc, esto es nuestra realidad “democrática” que nos parece natural… los pobres son parte del paisaje.
En la democracia ¿qué podemos hacer?: “cambiarla, perfeccionarla, destruirla, revolucionarla”… pero un notable autor adelantó nuestros argumentos sociales, su nombre es Albert O. Hirschman en su libro “Retóricas de la intransigencia”.
El autor destaca diversos elementos sobre la democracia, pero uno destaca: la democracia debe criticarse así misma, ya no es el momento de complacencia, delectación, conformismo, ocultamiento, políticas proteccionistas, autocracia estatal y muchos más elementos que delatan estamentos ocultos dentro de las instituciones democráticas, si esto sucede, es la sociedad la que debe generar la respuesta adecuada. La denuncia de estos vicios son estados de alerta, son acciones que previenen los desastres, de ello nuestra historia reciente da cuenta de muchos ciudadanos visionarios que denunciaron vicios y pagaron con sus vidas esa valiente acción.
Hirschman propone tres tesis: la perversidad, la de futilidad y la del riesgo.
En general son tesis de carácter newtoniano, a toda acción se opone una reacción y de cierta forma los argumentos y modelos se contraponen dentro del esquema político.
Hirschman realiza parejas contrastadas en declaraciones reaccionarias y progresistas, por ejemplo:
Reaccionaria: La acción prevista traerá consecuencias desastrosas.
Progresista: No llevar a cabo la acción prevista traerá consecuencias desastrosas..
El autor recrea ejemplos de estos pares de argumentos que no están alejados de nuestra realidad, solo observemos las acciones calificativas para adversarios políticos, parece que nunca existirá paz social.
El resultado de los ejercicios calificativos para adversarios, contrasta en violencia o derechos humanos.
Si estos elementos nos parecen retórica estéril, deberíamos preguntarnos si los vigentes problemas del narcotráfico, las bandas delincuenciales, el crimen organizado, las maras, ¿colocan a nuestra sociedad en dilemas de violencia o derechos humanos? o existen terceras posiciones por un diálogo y rehabilitaciones, incluso con intervenciones internacionales.
Cualquiera que sea nuestra orientación, la connotación de posiciones de máxima expresión, ponen en peligro la democracia, porque asistimos a la autodestrucción de nuestros valores sociales. Autodestrucción es permitir la extorsión, las drogas, la corrupción (porque mata inocentes), la negación a rendir cuentas y negar la apertura a la información en proyectos sociales…
En democracia todo es posible. La democracia es un freno a la violencia y posibilita los derechos humanos..
http://www.diariocolatino.com/opiniones/detalles.asp?NewsID=3545

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