Caralvá
En otros tiempos los padres confiaban a sus hijos a familiares que viajaban a Estados Unidos como resguardo de seguridad, de esta manera les llevaban hasta Tijuana (México) u otros sitios fronterizos de México, entonces los padres introducían a los menores por medios legales.
Hace unos años los caminos aún estaban libres de delincuentes y pandilleros, pero esta realidad ha cambiado por el surgimiento del crimen organizado en el sureste mexicano, que disputa las rutas de los emigrantes Centroamericanos hacia Estados Unidos.
La expulsión de ciudadanos de una nación, tiene diversos contenidos sociológicos e históricos, además de la anhelada reunificación familiar; este fenómeno obliga a organismos internacionales a fijar su atención en los niños y niñas que viajan solos, de tal magnitud es el problema que: “El Instituto Nacional de Migración de México ha nombrado a 68 nuevos oficiales para la protección de niños emigrantes, como parte de un proyecto piloto asesorado por la Oficina del Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados (ACNUR). El programa tiene el propósito de ayudar a los menores que llegan al país sin acompañantes”.
Son conocidos los casos de niños salvadoreños que han perecido en el desierto abandonados por coyotes, otros desaparecidos sin noticia alguna, además de las historias de coyotes que extorsionan a los familiares desde México o sitios desconocidos para entregar a los chicos.
Un artículo del periódico Le Monde firmado por Joëlle Stolz reseña que los Zetas (narcotraficantes) y la Mara Salvatrucha son responsables de las agresiones que sufren los emigrantes en el sureste mexicano, especialmente en la zona de Coatzacoalcos. Estas acciones también han sido denunciadas por emigrantes que abordan el famoso tren del sureste.
El caso de los niños y niñas que son enviados solos no debe tomarse como un número migratorio, ni una acción individual, debería ser una alarma internacional para brindar protección a los menores de edad, para impedir el mal trato, los abusos y su mínima protección en una ruta conocida por su peligrosidad. “Según el Instituto Nacional de Migración (mexicano), cerca de un 5% de los inmigrantes indocumentados interceptados en el sur de México en 2006 fueron menores no acompañados o separados de sus padres. El año pasado, las autoridades de inmigración identificaron 7.000 niños provenientes principalmente de Centroamérica, que en su mayoría viajaban solos con destino a México o Estados Unidos.”
La emigración ya no debe tomarse como una decisión individual, sino bajo un concepto multinacional con derechos y deberes, bajo acuerdos internacionales donde la protección a los niños y niñas se garantice sin restricciones. Bajo esa forma algún día quizás no exista más emigración ilegal de niños y niñas.
Colatino+Caralvá