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Legitimidad democrática en el siglo XXI

 

Caralvá

 

Observamos cambios en los panoramas políticos latinoamericanos que implican al menos dos elementos fundamentales: la reelección presidencial y la reforma constitucional que permite dicho cambio con legitimidad. Clásicamente legitimidad política está unida a criterios de autoridad, propiciando un Contrato Social:  J.J. Roseau  1762.

Así varias naciones se han (des)unido en este elemento de continuidad: Colombia, Venezuela, Colombia, Ecuador… y recientemente existe el elemento en discusión hacia  la reelección en Nicaragua.

El tema propicia la división de las naciones, en Honduras este elemento de la cuarta urna electoral fue la excusa que impulsó el Golpe de Estado; en Nicaragua se observa cierta fractura de opiniones y no dudamos que generará enfrentamientos sociales en diversos niveles.

Al fondo de este nuevo fenómeno se encuentra el concepto de alternancia política, que implica un período razonable de ejercicio del poder de los partidos políticos dentro de una democracia. El caso de Honduras ha demostrado el carácter sensible del tema, donde la ruptura constitucional ha implicado la desaprobación internacional del erróneo procedimiento, que implicó expulsar al presidente constitucional a punta de fusil.

¿Qué significa legitimidad? “Por legitimidad política se entiende normalmente la aceptación por parte de los gobernados de las razones que dan los gobernantes para justificar su acceso al poder”; como lo explicó Max Weber en Economía y Sociedad.

Alternancia política en el poder y legitimidad en democracia son las partes contractuales que forman las nuevas tendencias de las sociedades en el siglo XXI.

Durante el siglo XX con la bandera de la guerra fría, estos elementos eran conceptos decorativos, puesto que la alternancia política era pisoteada en cada Golpe de Estado y la legitimidad era validada por las armas militares, era el idioma de la represión; durante estos períodos las instituciones democráticas servían para acompañar a los nuevos dueños de la nación.

Pero en el siglo XXI sin el discurso de la guerra fría, los temas: reelección presidencial y la reforma constitucional aún recuerdan las viejas dictaduras militares, a pesar que tanto derecha como izquierda propician estos conceptos.

Cualquiera que sea la evolución de estos elementos, el sistema político es el que debe responder a estos eventos, pero deberá al menos evolucionar hacia procedimientos transparentes y abiertos a los ciudadanos, incrementando y alentando los niveles la intervención de las personas que velan por los Derechos Humanos.

Para el ciudadano el verdadero problema en cuestiones políticas es el retrazo en el desarrollo de instituciones que respalden los cambios económicos y sociales, la falta de respuesta a las necesidades más urgentes, el acceso a la información etc, puesto que construimos la democracia día con día, consolidando nuestra institucionalidad.

www.cesarramirezcaralva.com

 

 

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