Caralvá
La campaña electoral ha llegado a su fin, los electores ya tenemos una decisión firme sobre el partido a quién otorgaremos nuestro voto. Esta campaña se ha caracterizado por un enfrentamiento visceral del pasado con el presente, un esquema de realidades versus las promesas, mentira y verdad en desenfrenada contienda repitiendo cada quién a su modo una comparsa de sordos, es muy desafortunado este acontecimiento puesto que algunos partidos minimizan la inteligencia popular y la memoria no es un recurso vital para la clase política.
Hemos observado con preocupación durante este tiempo de campaña, que todo acto social fue enmarcado desde la óptica partidaria, acción que ha desenmascarado a entidades que en otro momento se denominaron “apolíticas”; pero todo es sospechoso en tiempos de elecciones a tal grado que bajo esta premisa nada escapa de esas fuerzas ocultas para obtener votos subterráneos, agazapados en sus trincheras neutrales gritan tropelías, pero son muy conscientes que ese golpe desesperado apela hacia la lealtad de sus electores perdidos, esa condición de la pérdida de fidelidad de otrora sectores conservadores se debe a una serie de errores que durante muchos años excluyeron a sus propios sectores aliados, de ahí la gran diferencia visible entre partidos ortodoxos. La campaña ha demostrado que los resabios de la guerra no han terminado, ha existido violencia de todo tipo, condición preocupante veinte años después del Acuerdo de Paz, quizás porque ambos partidos son hijos de la guerra, sus historias son producto de un concepto ideológico del siglo pasado, el cual no terminará hasta que se inaugure de la misma manera otros nuevos partidos productos de la era de paz, sin diferencias ideológicas bajo un nuevo acuerdo por la democracia. Si esto es considerado imposible, es oportuno estudiar el proceso democrático en Rusia o en México, con cambios trascendentales en beneficio de sus propias sociedades.
Desde la óptica ciudadana la seguridad es un tema apremiante, así como el desempleo, la pérdida del poder adquisitivo, la migración, la salud, las pensiones etc., realidades que golpean a los asalariados bajo el gobierno de cualquier bandera política y desafortunadamente está limitado por leyes en su mayoría desfasadas, sin modernización. Los ciudadanos estamos obligados a delegar nuestras decisiones políticas a la clase política, no hay otra alternativa, de ahí la responsabilidad de continuar la renovación o retornar al pasado. Podría parecer indiferente qué partido gobierne, si no cambia la condición económica, ni la exposición a delincuencia, ni se detengan los asesinatos de los trabajadores del transporte, pero estas circunstancias si nos afectan, por ello no podemos dejar de asistir al evento electoral, puesto que debemos cambiar esta herencia negativa y solucionarla, desde mi punto de vista acelerar los cambios es urgente, continuar con la renovación de la democracia es impostergable y avanzar hacia una nueva sociedad incluyente es la meta necesaria.
Necesitamos una clase política que visualice elementos fundamentales para la nación: Democracia y Desarrollo Social, de tal forma que las soluciones se conviertan en realidades y no solo promesas, necesitamos un parlamento fuerte con una mayoría que impulse la modernización del Estado y las reformas constitucionales, así las iniciativas legislativas podrán coincidir con una presidencia líder del cambio, acompañado por el poder municipal junto a sus ciudadanos. Es un momento crucial, continuar el cambio es necesario. El balance político es positivo y pronto será mejor.
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