César Ramírez
@caralvasalvador
Con el riesgo que la propuesta se confunda con palabras ridículas y fuera de lugar, me atrevo a impulsarla. Todo el mundo habla de soluciones violentas, similar a los tiempos de guerra, donde pocos se atrevieron a llevar adelante acciones concretas por la paz, puesto que el sentido militar victorioso, junto al clamor de las armas eran la moneda de cambio; existía un ánimo tan fuerte que confiar en el exterminio del oponente cobró la vida de miles de inocentes en el territorio nacional. Ahora parece que la historia se repite pero con nuevos actores, así como en el siglo pasado la violencia pudo contenerse con democracia, ¿qué significado tiene ahora?, si en el pasado la ausencia de transparencia electoral, movilidad social, concentración de la economía tenía un fuerte carácter: oligárquico, militar y eclesiástico, que provocaba todo tipo de exclusiones conocidas y vergonzosas, llegando a extremos que horrorizaron al mundo, por una concepción anticomunista que justificaba todo, la guerra demostró con la realidad veinte años después, que la solución era construir un modelo democrático y participativo, ¿valió entonces la pena tanto sufrimiento para el pueblo?. Ahora en un gobierno de izquierda, la violencia no puede ser la misma medicina que provocó tantas muertes.
En este mundo los hombres se enfrentan a hombres con ideas o con las armas, los resultados son conocidos. Ahora existe la violencia generada por los fenómenos del narcotráfico, el crimen organizado, las organizaciones denominadas maras, las cuales sin argumentos políticos y negando cualquier condición de derechos humanos exhiben su violencia indiscriminada contra civiles indefensos, es una realidad extrema contra la sociedad. El argumento democrático como en tiempos de la guerra, no parece aceptable para los poderosos señores del dinero, acá se clama la violencia como solución final, es una lástima, aunque parece que no estamos lejos de esta propuesta, en la misma proporción que continúe la muerte de ciudadanos inocentes. El canto de la violencia es más fuerte que el de la paz.
Nuestro modelo democrático apenas tiene dos décadas de vida, pero sumar tiempo no es sumar soluciones a la violencia que la nación ha sufrido por los antiguos modelos oligárquicos; la pobreza es la peor de las manifestaciones excluyentes, pero debemos ser categóricos, la pobreza no es sinónimo de delincuencia, de tal manera que la delincuencia organizada es una opción para el mal, para el crimen y el delito. La historia nacional demuestra que las soluciones democráticas no serán escuchadas hasta el momento que la sangre que ahora corre por los barrios pobres, llegue a la clase política y toque a sus puertas, esa espiral de violencia no terminará con palabras, sino con acciones de fuerza contra fuerza, desafortunadamente así será. Para ahorrar tiempo y vidas de inocentes, llamar a la no violencia se convierte en una bandera de esperanza, la no violencia es detener: las extorciones, asesinatos, el sicariato, el contrabando, etc., bajo el cumplimiento de las leyes humanas. Se trata de renunciar a un estilo de vida, se trata de renunciar a la lujuria del poder, la avaricia, el odio… quizás eso es tan difícil como encontrar petróleo en Chalatenango, pero es peor la inacción. En todo caso la solución democrática por medio de la justicia, siempre será mejor que la espada de damocles sobre la cabeza de la clase política. www.cesarramirezcaralva.