Caralvá
En EEUU durante los años setentas surgían criterios de igualdad que desembocaban en la inclusión de las minorías afroamericanas, aquella condición nominal llevó a efectos visibles de grandes grupos de desplazamiento sociales hacia reivindicaciones incluyentes, tanto en los niveles académicos como en los campos profesionales. En todo caso, la discusión era el término de una sociedad libre, igualitaria y abierta para sus diversos niveles culturales, económicos y poblacionales.
Lo complejo de esta discusión es el vínculo entre economía e igualdad, con el cual encontramos las más diversas opiniones de autores legendarios: John Rawls, Hegel, Marx, Keynes, Samuelson etc.. Sin pronunciar nombres tan contradictorios como L. Althusser.
Aquella interrogante de Douglas Rae es oportuna: ¿…por qué una sociedad decidirá que sólo algunas cosas se distribuyen en igualdad?... algunos están convencidos que la igualdad social llevará a la igualdad política.
John Rawls enuncia un principio que nos recuerda las condiciones de millones de emigrantes en EEUU: “toda persona que participe en una práctica, o afectada por ella, tiene derecho igual a la libertad más extensa, compatible con una libertad igual para todos”.
Autores como Kenneth Arrow expresan: hay ciertas condiciones que ninguna función de bienestar social pueden satisfacer... a esto Arrow le llamó: teorema de la imposibilidad…
Para el ciudadano común la igualdad es la capacidad de gestión económica, en diversos momentos de su vida. Cabe destacar que la igualdad no es la misma entre las naciones ni entre los ciudadanos. En El Salvador (Centroamérica) nadie pensará en igualdad si no tiene empleo, si pertenece a una etnia (no incluida en ningún censo oficial, no defendida en su lengua, ni sus tradiciones, no existen en la Constitución de la República); otros sectores de la población como los homosexual sufren discriminación casi mortal; si es mujer y no puede optar por un procedimiento totalmente “legal” en EEUU, es condenada a 20 años de prisión. En El Salvador es impensable la igualdad económica con las pensiones gubernamentales, de esta forma es la desigualdad la que impera en el conglomerado social como elemento aglutinador de consensos sociales.
Al enunciar la igualdad de estos conglomerados, observamos su pronunciamiento a favor de sus derechos, estas minorías están constituidos por la desigualdad que condiciona su identidad, de ahí que los afectados, concluyen en organizaciones populares, partidos políticos, movimientos sociales, etc., para equilibrar su visible desnivel social.
En Estados Unidos de América, la actual lucha de los emigrantes, es a todas luces una lucha por la “igualdad”, pero si vemos el fondo, son millones de emigrantes que están sumidos en la más profunda de las desigualdades, ellos no son: “ciudadanos”, su identidad es el trabajo, es la función económica la que iguala a los emigrantes con los otros ciudadanos, no es la función de igualdad ante los ciudadanos estadounidenses, así las realidades: le pedimos a Estados Unidos de América el sueño de la igualdad, pero también deberíamos aplicarlo en nuestro territorio y el de Centroamérica, para tener un poco de credibilidad y no condenar a las minorías en El Salvador, tal y como hasta ahora sucede.
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