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  • La construcción de la confianza

     

    Caralvá

     

    El momento es muy difícil por la cantidad de variables económicas en nuestro entorno. Pero la economía no es una crisis política, es una pandemia financiera.

    Ahora algunos hablan de desconfianza política… claro, esa palabra producto de la ideología, impide construir la base para el trabajo conjunto en cualquier campo social.

    La construcción de la confianza efectivamente tiene como premisa: “trabajar juntos” en este caso por la nación y un segundo elemento, los problemas actuales requerirán de tiempo y paciencia, además de ética de los sectores involucrados.

    Es comprensible que la “desconfianza política” continúe porque después de tantos cantos de odio y calificativos infernales para cualquier opositor demócrata, la desconfianza se visualiza hasta en las “Hermanas de la Caridad”.

    Entonces para construir ese tejido social entre muchos sectores debemos coincidir en puntos específicos, algunos son: alentar la inversión, la cooperación internacional y la iniciativa privada.

    FOMILENIO proyecto de Estados Unidos en la nación,  impulsará la educación, los servicios públicos, la producción agrícola, el desarrollo rural y unirá a diversos pueblos en la franja norte por medio de una carretera, condición imposible en toda nuestra vida republicana.

    Otro elemento estratégico es estrechar relaciones con la Iniciativa Privada, bajo las premisas de funcionamiento en la legalidad, ética y aumento de la productividad.

    Construir este tejido social a favor de la confianza con la nueva administración es el mejor mensaje a la ciudadanía en general.

    Cabe destacar que  la construcción de la confianza política reside en el Presidente de la República, quien debe convertirse en el centro del consenso nacional, con tal autoridad que aglutine el poder de la República y construya la estabilidad social.

    Estas no son palabras vacías, el presidente de la nación debe ser el guía político aceptado por las diferentes fuerzas en estos momentos difíciles, porque es la nación la que debe salir delante de este panorama desolador.

    Y como si fuera poco, la elección del Fiscal y los Magistrados de la Sala de Constitucional de la Corte Suprema de Justicia, deberá resolverse antes del 1 de julio por la Asamblea Legislativa.  La nación urge un mínimo acuerdo político para este último punto, puesto que la ausencia de este pacto parece generar violencia.

    El contexto para estas iniciativas es la institucionalidad de la República en todas sus expresiones, la cual debe funcionar.

    En el poco tiempo de la nueva administración, este primer desafío político debe resolverse en una convergencia entre el presidencialismo y un parlamento fuerte, sin conflictos institucionales,  debe imponerse entre las instituciones el diálogo en beneficio de logros sociales que urge se expresen inmediatamente..

    A nadie conviene una parálisis política y menos en tiempos de crisis.

    Al menos el consenso alrededor del nuevo Presidente, puede construir un acuerdo político para derrotar la violencia  y el respeto a la institucionalidad es la base de este gran avance nacional.

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  • Ahora la realidad

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    Caralvá

     

    El ascenso del FMLN al Poder Ejecutivo, termina la distancia inalcanzable iniciada hace muchas décadas, porque la ruptura del proceso democrático tiene un tortuoso recorrido y los jóvenes de hace cuarenta o más años,  con sus sueños por una nación diferente, ahora parecen llegar al final del camino.

    Aquellos jóvenes visionarios que acompañaron el proceso desde sus inicios, tienen en este momento lecturas diferentes de sus realidades y posibilidades, porque los sueños y las realidades poseen extraños puntos de encuentro.

    Este movimiento social con miles de protagonistas anónimos, con ciudadanos que participaron  y soñaron con este acontecimiento histórico, de pronto algunos despiertan instalados en los sitios símbolos del Estado: Casa Presidencial, los Ministerios, Instituciones Financieras, Deportivas, Cancillería, etc., abrir los ojos tienen una dura realidad al observar  la nación en crisis económica, amplios sectores empobrecidos, baja calidad de vida, desempleo, deudas internacionales y una cantidad de ilícitos en diversas instituciones etc., el despertar se trasforma en resaca de fin de año.

    Ahora la realidad… la nación palpita dentro de un profundo retrazo agrícola que reclama su transformación, agravado por la crisis que no terminará pronto, por lo tanto la nación se encuentra en el duro dilema entre: avanzar hacia índices económicos o garantizar la alimentación de muchos ciudadanos.

    El petróleo al alza. Nuestra  dependencia del petróleo, marca el consumo diario de otros servicios, desafortunadamente el escenario no cambiará en el mediano plazo.

    En la salud pública se refleja nuestra precariedad nacional.

    El virus de la influenza H1N1 amenaza con deteriorar nuestras defensas individuales y sociales, con este avance muy pronto seguiremos el ejemplo de México, pero no solo su ejemplo: también pediremos su ayuda por la experiencia epidemiológica exitosa al controlar tan grave epidemia.

    De continuar enumerando las calamidades, terminaremos ahogados en un vaso de gasolina –digo agua-, pero aún podemos superar este panorama por la voluntad nacional orientada hacia la búsqueda de soluciones a favor de los sectores nacionales; entre los sectores nacionales destaca la Iniciativa Privada por su gran experiencia administrativa y la generación de empleos, los cuales deben preservarse durante los siguientes (años) o al menos los próximos 18 meses, señalados por expertos como extensión de la crisis económica internacional.

    Al menos el combate a la corrupción es muy buena noticia, porque la corrupción también mata inocentes.

    Muchos mitos han muerto desde el 15 de marzo de 2009  y los profetas del infortunio con todas sus falsedades, callan.

    Nuestra realidad es muy difícil, pero tenemos que trabajar mucho por la nación, al menos la esperanza  parece ser muy buena aspirina para la pobreza.

    John Ruskin lo expresó mejor: Lo que creamos o lo que pensemos, al final no tiene mayor importancia. Lo único que realmente importa es lo que hacemos.

     

     

     

  • Estados Unidos de América y El Salvador

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    Caralvá

     

    La patria de Abraham Lincoln tiene una presencia significativa en nuestra historia, ninguna otra nación ha influido tanto en nuestro diario vivir como los Estados Unidos de América, por supuesto que esta presencia ha implicado acciones desastrosas, apoyos a dictaduras, presencia militar etc., pero también ha significado un apoyo al desarrollo en áreas económicas con proyecto que combaten la pobreza y en estos momentos una conjunción inesperada: una brillante victoria demócrata con el presidente Barak Obama y en nuestra nación el triunfo del FMLN con el presidente Mauricio Funes.

    La historia de nuestras naciones, tiene un punto de inflexión a partir de la guerra civil salvadoreña, cuando Estados Unidos se convierte en el mayor receptor mundial de la emigración forzada salvadoreña, aquella generación de emigrantes casi 30 años después son ciudadanos norteamericanos y sus hijos han concluido estudios universitarios en el mejor de los casos, en otros, aún trabajan duro para realizar sus sueños.

    Esta historia humana y masiva, convirtió a Estados Unidos involuntariamente, en un centro de refugio internacional de emigrantes políticos, económicos e incluso religiosos, porque en El Salvador, la persecución no distinguía nada; favorecidos por la geografía continental, en autos, aviones, barcos o atravesando desiertos, los salvadoreños optaron por hacer su vida lejos de la represión, pero han pasado casi 30 años y ahora existen elementos que desalientan a las multitudes a emigrar, entre ellas el desempleo en la nación del norte.  De igual forma algunos salvadoreños nacionalizados piensan en retornar a El Salvador, tanto para disfrutar de su condición de pensionados, como para disfrutar de vacaciones regulares, además de reconstruir los nexos familiares.

    El sustrato económico de nuestra relación con Estados Unidos, cambió de la exportación de café a las remesas, de la expulsión de mano de obra barata al probable retorno de compatriotas con estabilidad económica.

    En este punto es muy importante la iniciativa del nuevo gobierno de El Salvador, para crear una institución que vele por el emigrante, que proteja sus derechos fuera de la nación, pero que brinde opciones en el momento de retorno a su tierra, de esta forma la nación puede beneficiarse en muchos campos productivos con las experticias que los emigrantes adquirieron.

    Al visualizar el ciclo del emigrante: salida y retorno, se construye un criterio de responsabilidad con nuestros ciudadanos, pasamos de ser nación de expulsión de trabajadores a nación receptora de ciudadanos educados en democracia y economía diferente, a los cuales se les debe brindar una visión de inversión local en sus diferentes modalidades económicas.

    Destaquemos que el Tratado de Libre Comercio, que puede facilitar la exportación de nuestros productos tradicionales y nuevas aplicaciones de productos no tradicionales.

    De ahí que la relación entre nuestras naciones, también pasan por los TPS, esos permisos de trabajos temporales para salvadoreños que no han logrado completar su trámites legales en Estados Unidos. Dos objetivos genuinos deben continuar, primero: la petición a EEUU de la ampliación de los empleos temporales para nuestros compatriotas y segundo: demostrar que en El Salvador la democracia es posible.

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  • El MUNA y el indigenismo salvadoreño

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    Caralvá 

     

    Si la cultura no se renueva en este momento, nunca lo hará.  Para renovar la cultura nacional, debemos ser claros y categóricos.  La cultura no puede estar más tiempo sin incluir a nuestra etnia nahua en el discurso  nacional.

    Nuestra etnia conformada principalmente por los Izalco y Cacaopera, compone  el diez por ciento de la población del país, según investigaciones de la antropóloga norteamericana Virginia Tilley (2005).

    Hace mucho tiempo hemos pedido la inclusión en la Constitución de la República, un reconocimiento para nuestras etnias, con esta acción confirmaremos nuestra composición pluricultural y rendiremos homenaje a los pueblos que han originado otros pueblos.

    Podrán explicar los doctos que al garantizar los derechos individuales está implícita la mención indígena, no es correcto, puesto que una constitución refleja al pueblo que va a regir, de este modo como documento formador debe incluir el respeto por los pueblos inmersos en nuestro territorio ¿podrán decir que no existen?  y esa en realidad es una forma de negación e injusticia para la etnia que ha formado a nuestra nación.

    La cultura no puede olvidar por más tiempo a nuestra etnia, tal como parece ha sido hasta la fecha la norma oficial, porque esta ausencia de reconocimiento, provoca la desprotección del desarrollo de  la lengua, usos, costumbres, recursos, formas de organización social y por lo tanto, no existen garantías que sus integrantes logren un efectivo acceso a la jurisdicción del Estado.

    Es tiempo de unir la historia que da sentido y valor al presente con nuestra etnia, para eliminar toda esa cadena de antivalores creados para denigrar a nuestros pueblos originales. Parece que vivimos en una nación que posee una sola cultura “europea”, que la etnia no existe, ni nunca existió, que “desapareció” o fue simplemente exterminada un 22 de enero de 1932.

    En general es  anti-historia,  un legado negativo que nos lleva a sentir vergüenza de nuestros pueblos originales, desprecio hacia la lengua, costumbres, tradiciones y cultura etnica, propiciando conductas irreales, por la búsqueda de refugio en la mentira, la agresividad, la deshonestidad y otras formas violentas de culturas importadas.

    Una propuesta antropológica a esta situación debe ser una política cultural con visión amplia, que impulse los derechos humanos sin discriminaciones raciales o étnicas, con valores hacia la solidaridad, con una premisa fundamental: no podemos continuar pensando que la realización humana (salvadoreña) se logré con el consumo de bienes y servicios producidos en el primer mundo, ni pensar al infinito que el primer mundo es el paraíso terrenal. Por esta razón debemos  impulsar una política cultural incluyente. 

    Hay instituciones gubernamentales como el Museo Nacional de Antropología (MUNA) que deberían orientar su mirada no sólo hacia el indígena folclorizado en vestido ni al indígena arqueologizado en artefactos pasados.  Una antropología salvadoreña autética significa que esas instituciones como el MUNA le otorguen un espacio de expresión —mensual, semanal, cotidiano — a las múltiples creaciones culturales indígenas vivas: danza, música, ceremonias, etc.