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  • Tántalo salvadoreño

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    Caralvá

     

    Vivimos en un estado de conmoción que toca nuestras puertas.  Cada día es una sorpresa por  la facilidad que algunos grupos de personas agreden a otras por mínimos motivos, parece que esta enfermedad es masiva y silenciosa, pero con niveles de pandemia en  la República. Salimos de una guerra civil y entramos a otra contra la delincuencia,  ahora es la asociación ilícita contra la sociedad trabajadora, las diferencias de estas guerras son la ausencia de humanismo, de derechos, de límites, es un desastre colectivo sufrir la impotencia de acción ciudadana para contener este flagelo.

     

    El estado de paz ¿será posible un día?... El estado de paz por ahora parece ser el Tántalo salvadoreño, en el tártaro de nuestras áreas habitacionales. No obstante un día podríamos parafrasear a Catón el Viejo: «Ceterum censeo Carthaginem esse delendam» (lo que significa:« ‘Por lo demás, opino que Cartago debe ser destruida’»).[

     

    Hace unos días un vecino fue agredido por adolescentes, el motivo fue una disputa del ofendido para salvar la vida de su esposa porque los adolescentes realizaban “carreras de autos” en las estrechas calles del área residencial, así de un momento a otro, la discusión tomó tintes violentos y tres jóvenes agredieron al  Señor, el cual sufrió fracturas con una conmoción general y fue conducido a un centro asistencial.  La policía realizó la inspección y la acción penal está en curso.

     

    No se tiene aún claridad sobre el caso, excepto que las agresiones son verificables. ¿Pero es justo tanta demostración de violencia? ¿Acaso puede suceder a cualquier otro ciudadano? El problema es tan complejo como fomentar valores de una sociedad en paz ante una mentalidad delictiva, parece que perdemos control en todos los niveles y estos valores de paz son sustituidos por acciones violentas que pretenden revolver cualquier conflicto a patadas, con lujo de violencia indiscriminada. Las bravuconerías de un grupo adolescente que agrede a un hombre desarmado, la matonería en la superioridad numérica que atropella a una persona, con un resultado insultante: la hospitalización de un ciudadano, con fracturas en el rostro y se teme por su vida.  Las autoridades deben proceder de oficio, una familia agredida espera el retorno de su jefe de familia.

     

    Si las condiciones de violencia son extremas, la impunidad es rampante a unas cuantas cuadras de áreas residenciales, ¿Qué podemos hacer como ciudadanos? Por el momento no existe una forma preventiva para impedir estas agresiones, no es posible que estas matonerías se repitan,  mañana puede ser cualquiera, mañana un ciudadano puede morir a manos de estos delincuentes juveniles. No existen soluciones fáciles, al menos dentro de la legalidad existente, parece que desarmados provocamos risa en los jóvenes infractores.  Deseamos soluciones democráticas, las autoridades tienen la palabra.

     

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  • El templo destruido en tres días

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    Caralvá

     

    Nuestra sociedad no tiene el hábito de la reflexión sobre su futuro, no existe ese ejercicio social que incluya los intereses nacionales con elementos propositivos, todo es cuestión de proyectos que terminan usualmente en nada, eso se debe a diversos cambios gubernamentales (o políticos), de esta forma cuando llegan los nuevos administradores parece que el templo es destruido en tres días y reconstruido en los siguientes tres años para iniciar de nuevo otro ciclo. De esa forma una y otra vez repetimos la historia conocida; la reflexión sobre logros, avances o retrocesos no existe, excepto en los hallazgos contables, pero en el desarrollo humano como educación, salud, integración económica, movilidad social, seguridad,  el panorama se torna nebuloso.  Si reflexionamos sobre nuestro futuro, deberíamos estar muy preocupados por el nivel de participación en los acontecimientos que nos agobian, entre estos aspectos: la administración de justicia, el uso de armas de fuego, la migración, la multiplicación de asociaciones ilícitas, etc. que nos perjudican a todos. El llamado natural a solucionar estos problemas es la clase política, pero ¿qué sucede si esta no responde?, al menos en nuestra nación no existe un mecanismo que demande nuestros intereses, vivimos en ese vacío marginal que puede catalogarse como:  “abandono a nuestra suerte”, después del momento electoral. Durante los años del autoritarismo la sociedad evolucionó en algunos niveles populares hacia la “auto-organización”, pero con un sentido ideológico, los resultados fueron los actuales partidos políticos, pero en tiempos de posguerra, en tiempos de paz ¿Cómo nos defendemos ante la mala administración de justicia? ¿Cómo creamos un mecanismo civil que demande acciones acertadas a la clase política? ¿Cómo actuamos ante la corrupción de algunas autoridades? No existe ese derecho ciudadano, quizás sea el momento de crearlo, un derecho que nos proteja de algunas estafas políticas que sucedieron en el pasado, promesas incumplidas, enriquecimiento inexplicable. Vivimos la fragmentación de sectores sociales: los que viven en zonas con influencia de asociaciones ilegales y quienes están fuera, antes eran fenómenos focalizados, ahora son visibles por muchos puntos de la ciudad, ¿Cuántos lugares de la ciudad están libres de grafitis? Eso nos plantea la ausencia de un derecho ciudadano, porque parece que en los muros no hay gobernabilidad, ni control, ni siquiera protestas por la multitud de signos agresivos y territoriales. Debemos reflexionar y actuar, esto no solo refleja la debilidad institucional en muchas áreas y también la débil capacidad de respuesta de la sociedad civil, quizás porque durante décadas la ciudadanía fue educada para obedecer sin cuestionar nada, la represión era absoluta, pero ahora en tiempos democráticos la asociación civil debe imponerse más allá de un partido político, ¿acaso no podemos construir asociaciones civiles por la paz?.

     

    Me parece que en algunas situaciones somos rehenes legales ante los acontecimientos políticos, donde solo la clase política tiene garantías, mientras los ciudadanos comunes no tenemos defensa ante la violencia ciega de los delincuentes; de ahí que nuevas formas asociativas defensivas deben considerarse porque la debilidad del Estado es notable, de ahí que tratar de impulsar nuevas organizaciones civiles más allá de una campaña electoral debe ser tomada en consideración por todos, antes que sea demasiado tarde. 

     

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  • Del temor al cinismo

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    Caralvá

     

    Aquella extrema crueldad de cientos de asesinatos a lo largo de la nación nos hizo reflexionar sobre el destino del pueblo salvadoreño, aún poseemos ese criterio intacto ante tanta maldad de estos años, pero recién unas semanas un acuerdo entre las pandillas ha dejado una sensación de cierto sentido de “paz” accesible, ¿pero qué sostiene esta plataforma entre facciones ilegales? En realidad no lo sabemos. Un documento que circula por diversas redes sociales no es suficiente, pero observamos acciones que van conformando un mapa de movimientos singulares: la movilización de líderes de estas bandas hacia penales de menor seguridad, un acuerdo entre ellos divulgado por diversos medios, el retiro del ejército de ciertas funciones de primera línea en los centros penales, mientras es notable la disminución el número de crímenes contra ciudadanos a nivel nacional; este escenario al menos comunica cierto optimismo puesto que un “alto” a los asesinatos es buena noticia, pero tiene un lado oscuro, la misma mano que ha dejado de apuntar hacia un sitio puede disparar hacia otro, del tiempo que dure este cese de fuego interpandillas no lo sabemos, pero la sociedad reclama conocer más, puesto que con la misma voluntad que se detuvo,  un día puede iniciar de nuevo. Nuestra sociedad no puede moverse del temor al cinismo, como si nuestra nación aceptara unas reglas impuestas fuera del contexto constitucional. En realidad como ciudadanos debemos apoyar las grandes iniciativas hacia la unidad nacional para derrotar a la delincuencia,  esa es la mejor bandera ahora y para la posteridad, en una palabra: las pandillas no deben existir más.

     

    Junto al tema de la seguridad, existe el llamado del Primer Ciudadano de la República para unir a la nación contra la delincuencia, una acción oportuna, puesto que un solo sector no puede resolver esta problemática compleja, como lo es: el tejido del crimen organizado, narcotráfico, organizaciones de pandillas, asociaciones ilícitas etc. el resultado de ese llamado aún espera respuestas constructivas hacia la nación, de lo contrario si la iniciativa se convierte en banderas partidarias el resultado es tan pronosticable como la realidad que hemos vivido las últimas décadas, donde de la mano de la tristeza observamos el luto en la familia salvadoreña. ¿Por dónde empezar? la mejor respuesta es por la Clase Política Criolla, son ellos los llamado a mostrar el mejor signo ciudadano, de tal forma que después de las elecciones del 11 marzo de  2012, el escenario aritmético no es una figura determinante para encontrar las mejores soluciones entre los partidos políticos, puesto que se impone un acuerdo entre ARENA y FMLN para la elección de la futura Junta Directiva de la Asamblea Legislativa, además de la elección de personalidades para otras instancias. El llamado a la unión pasa por la Clase Política Criolla, debe demostrarnos su disposición a contribuir a la paz social, todo lo demás es adhesión de estos líderes sociales, ya veremos si nuestros votos cumplen su misión constitucional y ellos construyen “confianza” en nuestro futuro.

     

    Construir confianza es compartir el liderazgo y la conducción en un proyecto, en nuestro caso de seguridad nacional.

     

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