Caralvá
Estos conceptos encierran el espíritu de la nueva era democrática salvadoreña, donde aún existen matices de viejas estructuras en transformación, pero cada día es un logro para las nuevas generaciones en paz social.
Cada día es un logro, puesto que no se puede negar que alguna fracción nostálgica armada sueñe con el viejo Golpe Militar como en el vecino país de Honduras, alegando lo mismo: “violación a la Constitución” y destrozando el modelo creado con tanto esfuerzo…en Latinoamérica todo es posible.
En estos veinte años de vigencia del Acuerdo de Paz, la nueva legalidad permite solucionar por diversos mecanismos pacíficos los problemas que en épocas anteriores eran motivo de persecución política. Los desacuerdos políticos visibles en estos años, son expresiones de grupos de poder, que afortunadamente aún presenta soluciones viables y pacíficas dentro del marco constitucional, lo cual permite el diálogo permanente entre sectores.
Los partidos políticos han cobrado un nivel de ejercicio constitucional sin precedente por la conducción civil del Estado, ello permite que la aparente crisis social no llegue a niveles de represión como en el pasado, de tal forma que los sistemas de oxigenación del modelo democrático funcionen.
A pesar que existen grupos antisistema ligados a estructuras de crimen organizado y narcotráfico, estas no poseen expresiones políticas las cuales puedan desequilibrar el sistema legal, lo cual es muy afortunado para nuestra nación.
Entre los máximos logros de estos veinte años bajo el ejercicio de nueva legalidad, se destaca el rechazo a los métodos violentos por los partidos políticos, condición que favorece todos los planos de convivencia social.
La funcionalidad de los partidos políticos puede observarse en sus estructuras orgánicas, que son de un nivel superior a las antiguas instituciones emotivas y plagadas de voluntariado, ahora la capacidad orgánica no solo posee experiencia en la maquinaria electoral sino efectividad en acciones sociales, con promociones a jóvenes y potencial de relaciones internacionales, además con educación permanente para sus cuadros. Pero el lado oscuro es la imposición de la obediencia al partido que convierte a los miembros en servidores y no en cuadros políticos, con ese modelo los miembros no tienen capacidad propositiva ni de conducción.
El modelo de apertura democrática que disfruta nuestra nación, permite espacios para la reforma permanente de las leyes obsoletas, la herencia del pasado es agobiante, muchos rubros deben transformarse, especialmente en las áreas que involucran la problemática de los jóvenes y su incorporación a la sociedad productiva.
El diálogo debe ser permanente, pero algunos partidos políticos niegan esta posibilidad, de tal forma que la ciudadanía recibe el mensaje de dos modelos ideológicos que anteponen sus principios a los intereses del pueblo.
No todo es negativo, a pesar de las diferencias entre los partidos políticos, al menos el capitalismo no esta en discusión, más parece que el núcleo diferencial es la velocidad del cambio para adaptar el modelo social a los siguientes desafíos de este sistema mundial. El capitalismo en crisis es un gran peligro para la democracia salvadoreña, incluso para el Acuerdo de Paz, pero estos veinte años sirven de experiencia y en ese nivel la lección ha sido plenamente comprendida.