Caralvá
Como hemos afirmado en ocasiones anteriores vivimos un pluralismo polarizado, donde las distancias ideológicas de las instituciones políticas no buscan un acuerdo mínimo hacia plataformas de gobernabilidad, sino magnificar los eventos al grado de convertirlos en armas propagandísticas, con el objetivo de obtener ganancias de opinión pública, a costa de la incertidumbre de la ciudadanía.
Sobre los recientes acontecimientos predomina la retórica de acusaciones y calumnias a todo nivel, el abuso del recurso de los medios de comunicación, predispone a la violencia en todos los sentidos posibles.
Algunos eventos políticos, son elevados a símbolos ideológicos, que concluyen en satanizaciones, imponiendo conducciones a las multitudes.
El uso exagerado de los mecanismos mediáticos, incluso por personajes religiosos nos aproxima a fenómenos de personalización de poder, que crean marcos de referencia peligrosos para el sistema democrático, puesto que propician formas autoritarias que no respetan las instituciones de la república.
Este momento es riesgoso para el sistema democrático y en general para los que confiamos en la institucionalidad a partir de 1992, porque la institucionalidad debe funcionar, sobre ella recae el futuro de la nación. El objetivo de la sociedad es construir una extensión natural del derecho hacia la política, donde nacen y mueren estas discusiones.
Durante estos años a partir de 1992 los puntos coincidentes hacia la democracia real, tienden a consolidarse, pero recientemente por los acontecimientos del 05 de julio 2006 y las aplicaciones de las leyes contra el terrorismo, se abre un espacio de crisis en muchos sentidos de la palabra, que en lugar de transformarlos en “oportunidades para la democracia” se están convirtiendo en “oportunidades para la dictadura”, por la ausencia de mínimos acuerdos políticos.
Algo esta por abandonarse en definitiva en el nuevo diccionario político salvadoreño, la palabra “concertar” que ahora parece obsoleta, fuera de contexto, todo el que la pronuncia no tiene credibilidad, ¿concertar para qué?... ¿conviene solo discrepar?” Por que inmersos en esta contienda política pocos piensan en soluciones, muchos solo piensan en el pasado sin democracia, sin cogobierno, sin opositores legales, sin leyes… sin instituciones. Ahora “concertar” se ha trasladado al poder de los medios de comunicación, porque ya no se busca un acuerdo social, sino el ejercicio mediático de influir en la opinión pública eliminando los diálogos de la clase política, sustituyendo las iniciativas democráticas por pronunciamientos mediáticos que limitan con la ilegalidad.
¿En qué momento se encuentra nuestra democracia? en un momento de prueba institucional, en examen de las leyes y la clase política, porque la clase política es la destinada a encontrar soluciones históricas que la sociedad demanda.
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Oportunidades para la dictadura
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El turno de la justicia
Caralvá
A un año de los tristes acontecimientos del 05 de julio, donde perecieron 2 miembros de los cuerpos policiales, el principal sospechoso de este acto brutal ha sido capturado.
La acción armada de aquél día no deja duda de la calificación del acontecimiento: terrorismo. El daño causado a las víctimas y familiares por los autores materiales de este asesinato, es una grave violación de los derechos humanos de consecuencias irreparables.
Todas las fuerzas políticas se pronunciaron en su momento contra esta violencia irracional, violencia sin causa y sin justificación alguna, con estos pronunciamientos la opinión pública ha identificado claramente que las instituciones políticas rechazan a los grupos antisistema que actúan bajo su propia responsabilidad, sin ningún amparo político.
El 05 de julio ha marcado en la historia de nuestra nación un antecedente político, al establecer que ninguna fuerza política legal opta por la lucha armada, esto al menos son buenas noticias para la democracia.
Ahora es el turno de la justicia, en realidad ningún crimen puede quedar sin castigo.
De nuevo es condenable el lanzamiento de acusaciones contra instituciones políticas que han documentado sus respuestas de rechazo al terrorismo y no obstante, algunos funcionarios son perseverantes en acusar “políticamente” a los opositores, como si de campaña política se tratara… porque esta generación no tiene el hábito de apelar a la justicia; antes de ello lanzan infundios y calumnias, que restan credibilidad a todo el proceso, polarizando políticamente todo, sin tratar de buscar al unidad ciudadana contra el terrorismo. Antes de acusar a una institución deberían pasar por el fallo jurídico correspondiente. Los grupos antisistema están al margen del sistema democrático, su naturaleza es la violencia desesperada contra civiles y actúan al margen de toda ley. Estos grupos antisistema han demostrado una enorme incapacidad para incorporarse al sistema democrático, no han aprendido de los avances del Acuerdo de Paz y es tal su deficiencia que en lugar de proponer soluciones democráticas optan por actos armados desesperados que provocan dolor y mucho sufrimiento al pueblo salvadoreño. Hace un año nos preguntamos: ¿existen fuerzas centrífugas en crecimiento y en multiplicación? ¿Existen entidades que agrupan a los grupos antisistema? no podemos negar la existencia de esas entidades, ni tampoco que no existan pequeños grupos que los aglutinen, pero las instituciones políticas coinciden en afirmar que nada tienen que ver con estas fuerzas que pretenden descarrilar el tren de la democracia.
Ahora es el turno de las leyes, que deberán actuar con apego a la verdad y la justicia. Se debe hacer notar el éxito policial en la captura de este personaje, pero faltan otros notables, de igual o mayor peso, prófugos con apellidos ilustres, otros con millonarios robos que también han asesinado a varias personas, porque la corrupción mata y de estos nada se sabe.
Arrodillados ante las víctimas de estos tiempos, les rendimos homenaje a otras víctimas del pasado, en igual forma asesinadas… que también reclaman justicia.
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En medio de la crisis: oportunidades democráticas
caralvá
Una fotografía social de la realidad política salvadoreña captaría una moderada crisis de gobernabilidad, por lo siguiente: un presidencialismo fuerte, casi autocrático y un parlamento que no logra mayoría calificada, esta condición tiene por resultado una división profunda en la conducción de la nación, porque la ausencia de acuerdos mínimos produce “leyes” que se colocan en la frontera de lo legal e ilegal.
Presidencialismo versus parlamentarismo sin acuerdos políticos estratégicos, puede desembocar en una parálisis ejecutiva como los casos conocidos de la aprobación de préstamos internacional o la imposición de figuras económicas sin mayoría calificada que limitan con lo ilegal. A la inversa las iniciativas políticas del parlamento simplemente son vetadas por el poder ejecutivo.
Pero este juego de presidencialismo fuerte versus parlamentarismo débil o parlamentarismo fuerte y presidencialismo débil, no es la democracia que la ciudadanía desea al votar por tal o cual partido, porque la población tiene por vocación elevar su calidad de vida en todos los planos posibles.
El desacuerdo de la clase política genera crisis que tienen diferentes intensidades y períodos de tiempo, al afirmar que el momento es moderadamente crítico, nos referimos a las distancias políticas entre los partidos políticos que impiden el acercamiento necesario para “acuerdos mínimos”, lo cual tiene consecuencias sociales.
La cultura política salvadoreña desconoce el significado de una plataforma de acuerdos mínimos, mucho menos una declaración de intensiones para los siguientes años… ¿para qué servirían estas declaraciones? Para dar respuestas a las apremiantes urgencias sociales: el costo de la vida, la falta de oportunidad de empleos, delincuencia, narcotráfico, crimen organizado, precio de los hidrocarburos, emigración… etc.
La clase política tiene la enorme responsabilidad de responder ante las demandas populares, puesto que los efectos sociales de estos acontecimientos afectan a miles de ciudadanos, el caso de la seguridad pública es notorio, a tal grado que el llamado que realizan algunas naciones a sus ciudadanos sobre las condiciones de riesgo de visitar nuestra nación, debe ser motivo para allanar acuerdos entre la clase política.
Debemos insistir en que el plano de las discusiones debe ser en primer lugar la crisis social en sus diversas expresiones: delincuencial, económica, hidrocarburos… etc en segundo plano la diferencia política, en este segundo plano hemos vivido muchos años y el horizonte que se dibuja para los siguientes años es depresivo.
Cabe preguntarnos sobre la clase política en general: ¿es la política para hacer el bien? como elemento natural del derecho o solamente es para justificar el modo de vida de los miembros de los partidos, puesto que su función de “tomar decisiones” a favor de la nación no se cumple.
Por esta razón debemos insistir en una nueva Cultura política que ofrezca soluciones a los problemas y no solamente una justificación de gastos públicos.
El economista español Enrique Fuentes Quintana nos habría recomendado: “los pactos son una ocasión de convergencia entre crisis general y oportunidades democráticas” estos pactos son el clamor popular, los cuales legitiman a la clase política no la devalúan.
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Acuerdos mínimos
Caralvá
En realidad necesitamos un modelo de “acuerdos mínimos políticos” para conducir a la nación hacia “acuerdos extensos”, aunque en este momento eso es un sueño, porque un acuerdo entre partidos políticos, es lo mismo que tratar de unir el agua con el aceite.
Los acuerdos mínimos son las herramientas que podrían aliviar las grandes demandas de las poblaciones, entre ellas: el costo de la gasolina, la delincuencia, el crimen organizado, el gasto público, el sistema de pensiones etc., porque estos elementos estarán presentes cualquiera que sea el gobierno de turno.
La pregunta básica es como construir un modelo aceptable para los diversos partidos políticos, un modelo propositivo que no provoque la desconfianza en los opositores, que en forma audaz no contenga planteamientos ideológicos, sino pragmáticos, pero que tenga la suficiente sutileza para evitar imposiciones doctrinales.
La sociedad salvadoreña casi olvida la palabra moderación, porque nuestra clase política solo se usa: “todo o nada”, así la mayoría de veces terminan en nada, en otras en algo.
Es muy preocupante que por los mecanismos constitucionales, muchos grupos sociales, fuerzas políticas, asociaciones, etc., apenas puedan pronunciarse en medios de comunicación sin que eso signifique un cambio en las principales fuerzas parlamentarias.
A lo mejor es urgente colocar en primer plano la crisis económica y dejar en un segundo el político, porque la crisis energética coloca a las grandes poblaciones al borde de estallidos sociales, sin olvidar que algunas acciones que deben tomarse no son populares, entre ellas el control del gasto público porque cada vez que se emplea este recurso lo que está en juego es el futuro nacional.
En la búsqueda de acuerdos mínimos, el problema no es conciliar un plan, sino el papel que un buen gobierno debe asumir al tomar decisiones que son impopulares incluso con su propio partido y en la oposición la renuncia a esquemas “inamovibles” incluyendo por su puesto a sus partidos.
No es posible que la nación deba esperar años para que se resuelvan las necesidades de las poblaciones por falta de acuerdos políticos, en realidad esto es un fallo democrático, la ciudadanía no está facultada para pedir resultados a los diputados una vez iniciada su gestión, mientras el hambre de un desempleado, un pensionado o un emigrante no esperará la decisión de los políticos por los cuales votó.
Al escuchar a los diversos actores económicos, sociales, jurídicos, etc., uno puede preguntarse ¿cuáles son sus objetivos? ¿quiénes se oponen a lograr acuerdos mínimos económicos o políticos? Nadie se esfuerza por una nación con infinitas luchas internas, nadie desea propiciar el caos eternamente.
A lo mejor lo que vivimos simplemente es la herencia negativa de la guerra civil, condición que debemos cambiar hacia esquemas de solución con “ventajas mínimas”.
Pero es urgente comprender que existen problemas de extrema gravedad como el desempleo, la crisis energética, la salud, las pensiones y muchos más, que requieren urgentes soluciones entre poblaciones, grupos y dirigentes sociales, sin olvidar que lo más importante es el ciudadano común y corriente como nosotros.
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Esa diabólica decisión
Caralvá
Nuestra sociedad salvadoreña está cambiada repentinamente, algunos la consideran una “sociedad de consumo”, pero aún estamos muy lejos de constituirnos en una nación industrializada y liberal. La población ha crecido desde el Acuerdo de Paz, pero en forma simétrica la emigración hacia Estados Unidos no disminuye, a pesar de los peligros que esta acción implica. Algunos cambios sociales son las concepciones tradicionales de la familia, ahora las madres son jefes de familia mientras los hombres buscan empleo en el Norte del Continente o simplemente no continúan el nexo nuclear. Las mujeres pueden realizarse profesionalmente en muchos campos del liberalismo económico y político. Es muy alentador el signo de la expansión de cobertura de la Seguridad Social y los avances en la prevención de epidemias, a pesar de los graves incidentes provocados en períodos preelectorales. Existen manifestaciones primitivas que impiden la educación sexual de los jóvenes. De igual manera se importan signos de violencia por las deportaciones de Estados Unidos. La clase política no da muestra de elevar su nivel de “cultura” manejando el mismo discurso: amigo-enemigo de hace 30 años. El espectro religioso pasa a ser una alianza electoral, esta intervención aumenta el grado de polaridad, mientras los fieles son instrumentalizados a favor de poderes temporales.
Bajo estos criterios la mesa empresarial mencionó algunos temas: “¡Pensemos en los siguientes 20 años!, las elecciones podrían ser ganadas por la oposición, siempre y cuando, no se empeñen los opositores en perderlas con acciones que comuniquen desconfianza a la empresa privada. Un candidato aceptable no cambiará las reglas del juego capitalista.
Todos los partidos tendrán problemas con su financiamiento, excepto uno…porque no es lo mismo bolsearse para una campaña, que sacar el dinero de la caja chica de la empresa… los dueños de los grandes bancos, ya no lo son y las grandes empresas están vendidas a capitales externos. Hay tanto dinero que no se sabe que hacer con él, “nunca en la historia de El Salvador ha existido tanta liquidez”, porque los propietarios del capital son simplemente capitales internacionales.
Pero en una campaña electoral, el miedo ya no funcionará. Acá no funcionará el miedo si gana o pierde un partido, porque ya no hay nada que perder, ya todo está vendido…así ya no es un interés de una sociedad nacional, sino los intereses internacionales, que no temen en absoluto un cambio de gobierno, como ha sucedido en Chile, Brasil, Argentina, todo es cuestión de viabilidad nacional…
El capital no entiende de posiciones ideológicas, entiende de negocios viable o inviables, de estabilidad, no interesa si gana uno u otro, no existe espacio para la moderación política, eso significa que la línea intermedia está condenada a fracasar, por lo tanto, si gana la oposición y revierte todo no importa, el sistema puede soportar presiones de cualquier tipo de gobierno.
¿Quién en su sano juicio confía en el fideicomiso? Si gana la oposición declarará que eso no vale nada, por medio de otro decreto. El peor escenario es que gane la oposición, en ese caso, los banco manejarán el sistema como una caja chica, sin temor, porque la verdadera amenaza es el sistema de pensiones, esa diabólica decisión de no transferir los fondos del Estado, esa es la real amenaza…”
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La Libertad: estado de arte
Caralvá
De pronto discutimos sobre la libertad, pero existen otros conceptos asociados: tolerancia, pluralismo, sociedad civil, legalidad, imparcialidad, libertades políticas, etc. En momentos como este pienso en André Bretón y su “Manifiesto” de 1924 y lo parafraseo: “Tanta fe se tiene en la Libertad, en la libertad en su aspecto más precario, en la libertad real, naturalmente, que la fe acaba por desaparecer”, porque la Libertad es un estado de arte.
Las condiciones comienzan a oscurecerse cuando la libertad se asocia a la verdad, entonces se asumen posiciones irreductibles.
Una forma de visualizar esta temática, sería no imponer una verdad única, tampoco calificarla, porque a fin de cuentas, son esquemas discriminatorios que generan círculos viciosos para todas aquellas personas que están en el círculo de poder, los privilegios, las opciones preferenciales etc., provocando enormes desigualdades culturales y sociales.
¿Es posible que las libertades se beneficien por medio de los compromisos sociales? En general cada gobernante da una respuesta a esta pregunta, de igual forma los partidos políticos, las iglesias, todas las fuerzas sociales tienen una respuesta a su favor.
Pero la libertad en general implica la condición de autorrealización dentro del campo laboral, educación, social etc., sin este criterio es muy difícil plantear una realidad de libertad. Se considera que esto es individual, en realidad es autonomía, lo es también para las comunidades o diversos grupos que aspiran a sus diversas opciones. Este punto es crucial, porque plantea una tendencia mundial, “lo privado no se opone a lo social sino a lo colectivista” como lo refiere el autor mexicano Luis F. Aguilar, pero el sustrato es la solidaridad en una sociedad en paz.
De ahí que el Estado tiene responsabilidades con los ciudadanos sin imponerles sus propias concepciones, porque en esta instancia son las leyes las que definirán el conflicto, de ahí la urgencia que la institucionalidad funcione.
Debemos entonces ser precisos en este criterio de libertad, la falta de respeto a las reglas jurídicas origina opresión, limitando a diversas fuerzas sociales, igual resultado tienen acciones inconstitucionales o las discriminaciones presupuestales (gubernamentales o privadas) a los medios de comunicación por sus líneas editoriales.
El Estado a fin de cuentas debe propiciar las libertades con justicia social, favoreciendo las oportunidades individuales o de las diversas sociedades, vertebrando la cohesión social y respetando la autonomía de estos grupos.
Pero existe como en todo, un elemento que gravita entorno a las naciones y su libertad, es el carácter soberano, este principio a fin de cuentas es un acuerdo de los pueblos, que se puede traducir como la fuerza que le permite sobrevivir ante cualquier agresión externa, la soberanía une a los ciudadanos en su vocación de integración.
Colocar la libertad o la soberanía como elementos individuales y sociales, nos permite al menos comprender, que aún nos falta mucho camino que recorrer, porque a fin de cuentas, el camino de conquistas libertarias no terminará hasta que el respeto al carácter ciudadano se ejerza sin límites, con la institucionalidad funcionando.
Como dijo Karl Marx: Nadie combate la libertad; a lo sumo combate la libertad de los demás. La libertad ha existido siempre, pero unas veces como privilegio de algunos, otras veces como derecho de todos.
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La Libertad es parte del Estado de Derecho
Caralvá
El cierre de una estación de televisión en Suramérica, es una acción de soberanía dentro de un Estado Democrático, pero debilita la libertad de expresión de un amplio sector de esa nación.
Al margen de los sucesos, los conceptos de libertades nos orientan hacia las condiciones políticas y el papel de la ley como límite de la acción gubernamental.
Recordemos que a fin de cuentas, la democracia es un acuerdo político entre ciudadanos, un contrato social, con reglas y normas… este arreglo ciudadano implica el sometimiento a las mayoría, sin represiones a las minorías, al menos eso en teoría.
La finalidad de las libertades es concluir en el pluralismo, la tolerancia a los opositores y el respeto a sus divergencias… como se podrá observar esto en nuestra nación casi ha sido ficción durante el siglo XX y en estos años de paz, las declaraciones electorales o individuales a cada momento, nos hacen pensar que aún debemos recorrer mucho trecho para asumir respeto por las opiniones diferentes.
Lo conflictivo de aquella nación, es el criterio de Libertad y el Poder, que desembocan en conocidos elementos filosóficos e incluso retóricos, surgen concepciones intransigentes, puntos irreconciliables, desafortunadamente el panorama es desalentador.
Como observadores de los acontecimientos, las libertades se encuentran en franca oposición al poder, el acrecentamiento de uno de estos polos pretende limitar al otro.
A prueba se encuentra el sistema de justicia, puesto que es la instancia idónea para resolver el conflicto, pero en ocasiones la justicia no tiene la velocidad requerida y las partes continuarán por mucho tiempo en crisis.
Desde mi punto de vista, defender las libertades individuales acá o allá, es el hilo conductor de la sociedad democrática, al menos no tener impedimentos que limiten los derechos individuales y con respeto al orden público.
En un artículo de Rodolfo Lara Ponte, de la Universidad Nacional de México, titulado Las libertades públicas, hace una cita de Jean Morange : “ Las libertades públicas presuponen que el Estado reconoce a los individuos el derecho de ejercer, al abrigo de toda presión exterior, cierto número de actividades determinadas. Así pues, son libertades públicas porque corresponden a los órganos del Estado, titular de la soberanía jurídica, realizar tales condiciones… (toda vez) que las libertades, sólo se conciben en el marco de un sistema jurídico determinado..”.
Este tema no tiene soluciones fáciles, casi es el tema de la vida de los pueblos, muchos de los cuales saben resolver los problemas con pesos y contrapesos dentro del acuerdo de nación, pero otras no pueden resolverlo, entonces se debaten en una larga esfera de conflictos internos.
En muchas ocasiones, las expresiones públicas no son sensatas frente a las condiciones de poder legal, porque la legalidad en la mayoría de veces está en oposición a las minorías. Las libertades al final del camino, nos deben llevar al desarrollo individual y colectivo, a los horizontes democráticos de la coexistencia nacional.
El ejercicio amplio de las libertades públicas (manifestaciones, pronunciamientos, reuniones, asociaciones, organizaciones, comunicaciones etc.) es el sustento de la vida democrática y sintetizan todas las expresiones de los Derechos Humanos, de ahí que al generar espacios se construye la Libertad que finalmente es parte de un Estado de Derecho.
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