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  • La voz de los civiles

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    Debemos partir de la condición fundacional de 1992 con el Acuerdo de Paz, el Ejército Nacional es “Nuevo”, no es un simple apellido a la institución castrense, esa diferencia connota un Viejo Ejército, para algunos el ejército es el mismo, su esencia, la caracterización educacional etc, la misma, pero la perspectiva estratégica desde ese año es diferente.

     

    En el orden de los acontecimientos veinte años después de 1992,  por primera ocasión en la historia nacional un presidente constitucional pide perdón por un suceso de treinta años de antigüedad como corresponde al Comandante General del Ejército Salvadoreño, este acto simbólico no pareció caer muy bien en el honor de los antiguos jefes militares que participaron en la guerra civil, justamente en horizontalidad ejecutiva de las acciones bélicas.

     

    Al escuchar las declaraciones de un antiguo jefe militar en retiro, renegando de la orden de revisar la Historia y eliminar nombre de jefes vinculados con violaciones a los derechos humanos, negando incluso acatar una orden presidencial uno puede preguntarse si esto es real, si esta negación no encierra el pensamiento reprimido de volver al pasado y al viejo estilo al desobedecer la orden de su Jefe para continuar en el viejo orden; en nuestra nación incluso estas variables no serían nada extrañas después de vivir Golpes de Estado, asesinatos, fraudes, una guerra con todos los horrores imaginables  etc. pero las irrespetuosas palabras del antiguo militar claman el retorno de las ventajas perdidas, en el clásico estilo de los “señores de la guerra”,  sus palabras no deben tomarse a la ligera, puesto que implican un concepto acuñado en la formación autoritaria: “los civiles deben acostumbrarse a la voz de mando de los militares”, ese es el principio de negación de autoridad constitucional.

     

    En nuestra reciente educación democrática las declaraciones de un militar en retiro parecen desafíos personales, pero no es así, estas declaraciones y su accionar posterior pasa por revisar la historia nacional en conceptos fundacionales entre ellos: nación, república, derecho, democracia, etnia, Estado, Iglesia etc.. de pronto la Historia no es una, sino varias historias donde aún no existe Acuerdo de Paz, bajo esa mentalidad ellos aún viven:  guerra, paz, amigo-enemigo, comunista-anticomunista, capitalismo-socialismo etc.

     

    En el mismo orden revisar la Historia fue un tabú hasta el 16 de enero de 2012, antes de este momento no existe una sola historia, sino dos o tres historias en conflicto, así  la política oficial sobre acontecimientos históricos incluso desde 1811 no esta unificada, ni siquiera promovida en conjunto, la causa de esta situación ha sido la lectura a favor del régimen dominante autoritario, o el régimen de derecha que considera a todo librepensador: comunista, de esa forma la historia solo tiene un rostro acuñado durante muchos años.

     

    Cuando la voz del Primer Ciudadano de la República  proclama una nueva historia, descubrimos el continente de muchos acontecimientos inéditos, en realidad es la otra historia, la historia negada por generaciones que muchos conocemos, no por leer textos proscritos, sino porque vivimos la guerra y somos testigos de tanta sangre derramada injustamente. Este  un signo de esperanza en el nombre de cientos de salvadoreños acusados de comunistas, solo por proclamar la democracia. La Historia es el corazón de la nación en democracia.

     

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  • Acuerdo de Paz: democracia, reforma, diálogo, modernización y capitalismo

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    Caralvá

     

     

     

    Estos conceptos encierran el espíritu de la nueva era democrática salvadoreña, donde aún existen matices de viejas estructuras en transformación, pero cada día es un logro para las nuevas generaciones en paz social.

     

    Cada día es un logro, puesto que no se puede negar que alguna fracción nostálgica armada sueñe con el viejo Golpe Militar como en el vecino país de Honduras, alegando lo mismo: “violación a la Constitución” y  destrozando el modelo creado con tanto esfuerzo…en Latinoamérica todo es posible.

     

    En estos veinte años de vigencia del Acuerdo de Paz, la nueva legalidad permite solucionar por diversos mecanismos pacíficos los problemas que en épocas anteriores eran motivo de persecución política. Los desacuerdos políticos visibles en estos años,  son expresiones de grupos de poder, que afortunadamente aún presenta  soluciones viables y pacíficas dentro del marco constitucional, lo cual permite el diálogo permanente entre sectores.

     

    Los partidos políticos han cobrado un nivel de ejercicio constitucional sin precedente por la conducción civil del Estado, ello permite que la aparente crisis social no llegue a niveles de represión como en el pasado, de tal forma que los sistemas de oxigenación del modelo democrático funcionen.

     

    A pesar que existen grupos antisistema ligados a estructuras de crimen organizado y narcotráfico, estas no poseen expresiones políticas las cuales puedan desequilibrar el sistema legal, lo cual es muy afortunado para nuestra nación.

     

    Entre los máximos logros de estos veinte años bajo el ejercicio de nueva legalidad, se destaca el rechazo a los métodos violentos por los partidos políticos, condición que favorece todos los planos de convivencia social.

     

    La funcionalidad de los partidos políticos  puede observarse en sus estructuras orgánicas, que son de un nivel superior a las antiguas instituciones emotivas y plagadas de voluntariado, ahora la capacidad orgánica no solo posee experiencia en la maquinaria electoral sino efectividad en acciones sociales, con promociones a jóvenes y potencial de relaciones internacionales, además con educación permanente para sus cuadros. Pero el lado oscuro es la imposición de la obediencia al partido que convierte a los miembros en servidores y no en cuadros políticos, con ese modelo los miembros no tienen capacidad propositiva ni de conducción.

     

    El modelo de apertura democrática que disfruta nuestra nación, permite espacios para la reforma permanente de las leyes obsoletas, la herencia del pasado es agobiante, muchos rubros deben transformarse, especialmente en las áreas que involucran la problemática de los jóvenes y su incorporación a la sociedad productiva.

     

    El diálogo debe ser permanente, pero algunos partidos políticos niegan esta posibilidad, de tal forma que la ciudadanía recibe el mensaje de dos modelos ideológicos que anteponen sus principios a los intereses del pueblo.

     

    No todo es negativo, a pesar de las diferencias entre los partidos políticos, al menos el capitalismo no esta en discusión, más parece que el núcleo diferencial es la velocidad del cambio para adaptar el modelo social a los siguientes desafíos de este sistema mundial. El capitalismo en crisis es un gran peligro para la democracia salvadoreña, incluso para el Acuerdo de Paz, pero estos veinte años sirven de experiencia y en ese nivel la lección ha sido plenamente comprendida.

     

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  • En el vigésimo aniversario del Acuerdo de Paz

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    Si en este momento preguntáramos a la población: ¿cómo cree que serán los siguientes veinte años, bajo el Acuerdo de Paz?: las respuestas podrían alucinarnos por la crudeza de la realidad, por ejemplo: la justicia deteriorada, aumento de la delincuencia, el cambio climático catastrófico, la economía con severos extremos de riqueza y pobreza, la edad de jubilación aumentada, disminución de las prestaciones sociales etc.  pero su contraparte podría ser: fácil acceso a la tecnología, masividad de las comunicaciones, reformas en los códigos penales y los menores de edad serán condenados como los adultos, aumento en los delitos cibernéticos, nuevas fuentes energéticas, transformación de los valores sociales incluyendo concepto del trabajo y tiempo laboral, además la salud evolucionará hacia cuidados dentro del hogar con supervisión a distancia.. etc.

     

    En nuestro caso al celebrar el vigésimo aniversario del acuerdo de paz, encontramos: avances tecnológicos, financieros y científicos que no existían masivamente, pero si existía la pobreza social, la desigualdad sectorial, bajos niveles educativos, enfermedades, delincuencia, etc, destaquemos que no existía el fenómeno del narcotráfico o el crimen organizado, aquello era un lejano modelo de las series de televisión norteamericana, pero su avance nos enfrenta a un temible poder destructor. A la narcoviolencia  se le atribuyen la mayoría de las muertes en la nación.  Es posible que este evento desborde nuestro nivel jurídico y obligue a la región mesoamericana a la unión intergubernamental, porque nuestra nación por si sola no puede combatir  este flagelo internacional. Debemos anotar que tampoco existía la democracia dentro de los límites actuales, vivir este momento era pura ficción.

     

    Durante estos veinte años de paz, hemos observado extraños eventos de enriquecimiento inexplicable en algunas familias, en otros grupos sin nexos sanguíneos de “la nada” surge la riqueza y estos señores disfrutan su riqueza sin ninguna investigación financiera, de igual manera algunas instituciones sospechosamente han colapsado con quiebras de millones de dólares, mientras sus despojos son repartidos entre los accionistas, se debe resaltar los fraudes financieros que dañaron a cientos de personas y la débil justicia que no persigue la causa sino los efectos etc.

     

    El panorama de la democracia bajo estos desoladores indicadores puede necesitar de una reforma permanente, sin excluir fórmulas pétreas que en el siglo pasado fueron conceptos históricos, por ejemplo: el derecho social limitará los derechos individuales bajo el criterio de Seguridad del Estado, será normal intervenir llamadas telefónicas, controles digitales a los antisociales, reformas constitucionales que permitirán la reelección presidencial, prolongación de la gestión administrativa de diputados y alcaldes, nuevas leyes de reforma entre las Iglesias y el Estado, así como una creciente participación política de los salvadoreños en el exterior a tal punto que la creación de entidades financieras de salvadoreños en el exterior determinarán nuestra economía, además el cambio climático que impulsará una nueva política de desarrollo nacional, con áreas de migración obligada y reasentamientos en cada temporada. Un objetivo estratégico será la intervención internacional en las finanzas nacionales, tendencia obligada para la salud de las naciones. No existirán más donaciones sospechosas a ninguna entidad o personas.

     

    ¿Necesitamos un nuevo acuerdo de paz para preservar la nación de estos peligros? la respuesta es afirmativa. A lo mejor necesitamos una nueva clase política con “racionalidad” que piense más en la nación y menos en su beneficio personal.

     

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  • La armonía de mi pueblo: Fernando Llort

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    La armonía de mi pueblo: Fernando Llort

     

     

     

    Caralvá

     

     

     

    Así se llamó la obra que decoraba la fachada de Catedral hasta la última semana de diciembre de 2011, pero de un día para otro fue destruido por una extraña decisión de la jerarquía católica. El título sugiere un destino venturoso, pero tal cual sucedieron las acciones, “ La armonía de mi pueblo” sufrió una verdadera ruina, puesto que con cinceles y taladros fue destruida palmo a palmo, pero debemos agregar que existía mucha prisa para llegar a su  final, fue injustamente destrozada en los últimos días del año, fechas festivas donde usualmente nadie fija su atención en los mosaicos de Catedral, pero los ciudadanos asombrados por el tropel de trabajadores y su febril actividad, denunciaron el evento y algunos medios de comunicación lograron captar  la caída fragmentada de la exposición artística más importante de Fernando Llort.

     

    El mosaico fue realizado en 1997 y desde ese año observamos esa magnífica obra que identificó muchos a los salvadoreños con el Centro Histórico de la ciudad.

     

    No puedo dejar de pensar en el daño a la memoria de la nación, agresión significativa como otras a lo largo de nuestra historia, pero el pueblo salvadoreño estoicamente ha soportado otros atropellos en siglos pasados, algunos de ellos: la discriminación del idioma náhuat, las tradiciones pipiles, la muerte de los mitos ancestrales, el silencio cómplice de las matanzas étnicas en 1932 etc…

     

    La obra de Fernando Llort tenía el significado de la semilla de la esperanza, las artesanías y la unión con Monseñor Romero, ahora como en tiempos bíblicos no dejaron piedra sobre piedra,  pero debemos anteponer a toda nuestra tristeza un nuevo horizonte hacia de solidaridad nacional. Quizás es tiempo de recordar el segundo mandamiento del Nuevo Testamento, porque la jerarquía católica lo ha olvidado.

     

    Sobre esa destrucción que ahora se trata de imponer, muchos poseemos fotografías, cuadros, videos, una constelación de anexos multimedia que nos impiden olvidar esa magnífica obra, su reproducción ahora puede ser nuestro nuevo símbolo de resistencia cultural, para no olvidar, para reproducirla.

     

    Durante la Segunda Guerra mundial en Varsovia, los edificios símbolo fueron bombardeados por los nazis, más de 200 sinagogas fueron destruidas y los libros del Talmud fueron quemados para aniquilar la memoria de los polacos, después de la guerra aquél pueblo de Karol Józef Wojtyła (Juan Pablo II)reconstruyó metro por metro sus antiguos edificios; mientras en España de igual manera la Catedral de Barcelona fue bombardeada por los aliados fascistas de Franco; en nuestra nación los libros de la biblioteca universitaria fueron quemados en 1972,  tal parece que la destrucción de la cultura o sus expresiones son un signo de agresión contra un pueblo, no contra un artista.

     

    Durante la década de los años setenta del siglo pasado, la Iglesia Católica con Monseñor Romero dignificó la fe salvadoreña, ¿acaso aquella condición popular y auténtica en la defensa de los más pobres ahora causa vergüenza? No podemos pensar en una Iglesia aislada del pueblo, pero si podemos pensar en un pueblo con una Iglesia diferente, una Iglesia como la de Monseñor Romero, puesto que al final parece que el signo visible y contradictorio es erradicar la memoria del Obispo Mártir.

     

    Pero si somos fieles al Nuevo Testamento, el segundo mandamiento deberíamos practicarlo, de tal forma que una solución es reconstruirlo en Catedral como auténtico símbolo de unidad, de otra forma el pueblo por sus propios medios lo construirá en un sitio memorable que recuerde nuestra historia y el orgullo nacional fortalecido.

     

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  • la armonía de mi pueblo, Fernando Llort. vida y muerte de obra de arte

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